¿Qué pueden “decir” los astros?

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Ana Guadalupe Mejía Pozos

Segunda de tres partes

La astrología estudia la relación energética que existe entre todo aquello que manifieste vida y los planetas del sistema solar tomando —simbólicamente— como centro la Tierra, a diferencia de la astronomía, que toma como centro al Sol. La Tierra es considerada como núcleo porque en ella habita el hombre y éste es tomado como su eje.

Desde hace miles de años, al observar los fenómenos celestes, se pretende comprender la vida en la Tierra. Estos fenómenos son los hechos visibles o comprobables del universo astronómico: la galaxia en la que se despliega el sistema solar con sus planetas, satélites, asteroides y con el telón de fondo de las constelaciones, es lo que se muestra visible ante nuestros ojos y todo ese material existente en el firmamento, es aquello que tomamos como símbolo para la interpretación.

Considerando como sustento que “como es arriba es abajo; como es adentro es afuera”, la segunda ley universal de la que habla el Kibalyón, y que indica esta correspondencia o correlación entre lo que sucede en el cielo —arriba— y lo que ocurre en la Tierra —abajo—, un suceso puede referirse tanto al nacimiento de una persona, una nación, un animal, como a un hecho social o natural.

El desarrollo futuro y evolución de cualquier entidad está contenido en las condiciones del momento de su nacimiento. Esto significa que, conociendo el contexto en el que “algo” o “alguien” se manifestó por primera vez, podemos conocer las potencialidades y las formas que tomará esa entidad en el futuro; sus capacidades y límites.

Relacionado con el ser humano, su nacimiento, desde su concepción. Pero no sólo se limita a él: también podemos hablar de las plantas, los animales, los grupos, el universo mismo; si queremos conocer el “hacia dónde irá” cualquier ser vivo, basta con mirar las condiciones de su nacimiento. Desde lo astrológico se constelan en él (se “imprimen”, se establecen) determinadas posibilidades que condicionan su desarrollo futuro.

Existe un destino y una voluntad que permite —hasta cierto punto— modificar esas condiciones iniciales, para que no se conviertan en condicionamiento. En otras palabras, el nacer en un país específico, en una cierta familia, con un nivel socio-económico, en un momento de la historia, con un determinado cuerpo… todo eso nos condiciona. Y eso es destino, hasta que aprendemos a conocerlo y comprenderlo.

La voluntad (en reemplazo del libre albedrío) nos permite conocer la lógica de esas condiciones iniciales para hacerlas accionar a nuestro favor.
“Destino es todo lo que no conozco de mí mismo.” En esta frase se encierra el espíritu de la Astrología. En la medida que conozco mi destino, puedo entenderlo y conocerme. Al conocerme, puedo intentar cambios; al entender mi destino, puedo intentar mejorarlo; y si no pudiera cambiarlo, al menos sí puedo trabajar para aceptarlo.

El principio de “sincronicidad”. Éste explica la unión de hechos que aparentemente no tienen que ver entre sí, pero están unidos por su significado. Las coincidencias, a las que comúnmente se denomina “casualidades”, son en realidad sincronicidades; las cosas que significan lo mismo ocurren a la vez, sin mediar por esto una causa común.
Y no es propiamente que los planetas causen algo en nosotros, sino que, interpretando la simbología de los planetas van dando la pauta a los hechos terrestres. Lo que nos lleva a que la Astrología trabaje en un plano simbólico llamado «carta natal».

La carta, como tal, se construye con base en símbolos. El símbolo es una representación de la realidad, y a nivel psicológico expresa algo en principio desconocido, significa algo más que su aspecto evidente. No es lo mismo un símbolo que un signo, cuyo significado es fijo, interpretable por convención (por ejemplo, los signos +, $, # o las señales de tránsito).

¿Por qué la carta natal es un símbolo? Porque para cada individuo, aún para aquellos que tienen aparentemente “la misma carta”, expresará diferentes significados, aún ante hechos iguales o similares. Por ejemplo: si alguien se casa, podría ser el acontecimiento más importante de su vida, o bien, significar una etapa de dependencia difícil (podría casarse obligada por sus padres, por ejemplo).

Lo importante es que con el lenguaje de los símbolos se podrá determinar qué tipo de matrimonio es el que está viviendo la persona. Así que el contenido de la carta se convierte es un invaluable instrumento de orientación en la vida de quien consulta; por tanto, de ninguna manera es conveniente generalizar, puesto que cada caso es muy particular.

La carta natal es el mapa del cielo visto desde la Tierra, para un momento y un lugar determinados. Es la herramienta con la que trabajaremos para traducir el “lenguaje celeste” en una información que podamos interpretar y usar. ¿Qué encontramos en ella? Por un lado, el conjunto de planetas en movimiento que se fijan en algún sitio sobre la franja zodiacal, puntos sensibles de conexión formados por las líneas celestes u órbitas señalando sus respectivas distancias; las casas astrológicas, determinadas por el lugar y la hora del hecho, encargadas de delimitar las áreas de experiencia en la Tierra. Sería entonces la representación bidimensional de las tres dimensiones del espacio, en el cual se realiza dicha interpretación.
Esta definición es muy importante, ya que la carta natal significa la unión del espacio (las coordenadas geográficas del lugar del suceso: un nacimiento, por ejemplo) y del tiempo, (desdoblado en la hora, día, mes y año). Como todo mapa, se lo representa como un gráfico donde se colocan todos los elementos mencionados.

ANA GUADALUPE MEJÍA POZOS es astróloga y terapeuta. Contacto: anagpemejia@yahoo.com.mx