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Guanajuato, Gto. 22 de abril de 2011.- Viernes Santo, dolorosa fecha para la grey católica, cima de la Pasión. Día marcado por una imaginería letal que honra el supremo sacrificio. Quien se baña en un día como hoy es como si se bañara con la sangre del mismo Cristo, solía decirse. En el templo, largas piezas de tela morada cubren las columnas, los pilares. En la catedral de México el oro reluce en las magníficas naves, altas y hermosas. El silencio como regla en un tiempo que no es el nuestro. La prohibición del gozo. Viernes Santo. Semana Santa. Pasión, muerte, color, en movimiento. Por eso vale la pena recuperar dos poemas, de autores guanajuatenses, donde las visiones de esta fecha palpitan con un ritmo diferente. Dyma Ezban y Jorge Olmos Fuentes tocan a su modo la luz de estos días, en primero en su libro La oración del suspiro, el segundo en su poemario Tierra del corazón.
* * *
XXII
Dyma Ezban
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Señor,
quien ha visto el rostro de un muerto
impregna de eternidad su memoria.
No hay olvido, hay constante vivencia.
*
Un coche en el Bulevar Bocanegra
atropelló a un hombre,
cayó sobre el toldo y se siguió,
y a los cincuenta metros el cuerpo
se impregnó contra el cemento.
*
La impotencia de verlo caído
y no poderlo levantar,
la impotencia de sentir la vida
que se cierra y se diluye.
Sin ver, sin escuchar, sin sentir.
Sin regreso.
*
La memoria se impregna de eternidad.
*
Y si con esta memoria
se construyera la pasión de Cristo,
si la imagen del calvario
rondara en la mente como un cuerpo caído,
si la imagen de Jesús en la Cruz
habitara la memoria
como el rostro que no escucha.
*
Si la Resurrección del Hijo del Hombre
fuera uno con la memoria en forma de todo,
se acabarían las guerras, las muertes,
los intentos de faltarle al otro en vida.
Jesús vivo trajo la guerra,
Cristo resucitado deja la paz.
*
Quien imagine a Cristo
en su ascensión al padre
y lo viva en la memoria
como si fuera la misma memoria,
ha traído el cielo a la tierra.
*
Su verdadera memoria.
* * *
* * *
* * *
Consagración de primavera
Jorge Olmos Fuentes
*
Jesucristo se desnuda
como en la tierra la semilla
de lo inútil se desprende
se despoja y alimenta
con el polvo áureo de sus huesos
y la lumbre de su sangre
el ardor de las parejas que despiertan
ayuntándose amorosas amantes
el hambre de sus trabados cuerpos
lúbricos macizos
la ignición perfecta de sus labios
la nitidez
el azul eléctrico del aire.