Me pregunto si el secretario de Hacienda y flamante pre-ungido aspirante presidencial Ernesto Cordero Arroyo creyó, se la creyó el domingo en el Polifórum de León, cuando vio a tanta y tanta gente amontonada frente a él.
Quisiera saber qué pasó por la cabeza de Ernesto Cordero Arroyo cuando el gobernador-operador panista (el orden debería ir más bien invertido) Juan Manuel Oliva Ramírez le entregó la supuesta lista con las 38 mil firmas de convencidos y entusiastas militantes del PAN de todos los rincones de este país, que quieren y abogan —por eso dieron su firma— por el registro de su candidatura una vez que sea lanzada la convocatoria para los aspirantes del Partido Acción Nacional.
Tengo curiosidad por enterarme de qué tan encantado quedó Cordero con la multitudinaria movilización de seguidores que desde temprana hora aprovechó las facilidades de transporte y alimentación que le fueron ofrecidas por manos y bolsillos voluntarios y filantrópicos para ir a vitorear a quien ya consideran su candidato, el candidato.
(Es acarreo, me corrige la terca memoria).
Es de pensarse la transmutación de las masas convencidas, hartas del dinosaurio priísta, decididas a denunciar el fraude, el cochupo, la tranza electoral, el ungimiento oficial y la imposición que marcharon con la bandera de Acción Nacional hace 20 años en las calles y plazas de Guanajuato.
Hoy son soldados de la necesidad —beneficiarios de los programas sociales que tiene el gobierno, manos estiradas para recibir la dádiva que a muchos les hace falta, del erario oficial manipulador— y burócratas del panismo en las nóminas estatales y municipales, pagados así por la chamba electoral y del voto, quienes conforman esas multitudes que apenas y reconocieron al gris, muy gris Secretario Cordero en el Polifórum (quienes lo alcanzaron a ver, claro) y que poco o casi nada se entusiasmaron con un discurso tan fallido como el Estado Mexicano en tiempos del narco.
El operador Oliva cree que así hace bien su chamba, lo que él sabe hacer.
Le sale cada vez más parecido al PRI, pero bueno.
Por ahora se despreocupa del entorno administrativo del sexenio, pactados los beneficios con el presidente Calderón que hace giras y giras, y entrega contratos y contratos de empresas automotrices y de autopartes para su instalación en el territorio guanajuatense.
Ya otro gobernador, el priísta zacatecano Miguel Alonso Reyes, se quejó amargamente de la predilección presidencial por Guanajuato, bastión del PAN.
El único que le queda en el centro del país, o en el Bajío, por cierto.
Zacatecas peleaba la instalación de Mazda, igual que lo hizo San Luis Potosí.
Ya se sabe que el gobierno del estado entregó (regaló, donó, obsequió, facilitó) el predio para la instalación de Honda en Celaya. Lo dijo la alcaldesa de inefable trienio (y peor memoria que dejará) Rubí Laura López Silva, que no soltó mucho sobre lo que a ella le tocó poner.
¿Se entiende ahora la intervención, el espaldarazo a la alcaldesa con fuerzas estatales y el Procurador de todos los moles Carlos Zamarripa, para medio enderezar la imagen de la inseguridad terrible que asola a los celayenses?
Lo que ocurre en Celaya es muy serio. Una descomposición social de décadas, delitos del fuero común disparados al cielo (aunque Guanajuato capital, como ya se sabe, le hace la competencia) y el crimen organizado instalado en esta Puerta de Oro para la extorsión, el secuestro, el ajusticiamiento de grupos rivales, el cobro del derecho de piso en antros y comercios.
¿Se la creerán los celayenses?
¿Se la creerá el gober Oliva?
Insisto: ¿Se la creerá Cordero?