Entrevista de Raúl Bravo con el poeta Marco Ornelas
28 de agosto de 2011
Si se pretende definir a Marco Ornelas (León, Guanajuato, 1978) en una sola palabra, ésta tendría que ser la de perseverante. No obstante, tal actitud no siempre le ha acarreado simpatías dentro del gremio literario local. Cosa que en el fondo no le preocupa en demasía. De hecho, confiesa de entrada no sentirse parte de ninguna generación literaria en Guanajuato. Y aunque dice conocer a todos los que se dedican a cultivar la cultura escrita —por lo menos en León— no se siente cerca de ningún escritor.
Así las cosas, quedamos de vernos en un café, en la Plaza Fundadores, para conversar sobre su poemario El concierto reconciliatorio (Colección Los otros libros, Editorial San Roque), que se presentó en la última edición de la FeNaL León 2011, el cual vio la luz pública justamente ese mes de junio. Como ensayista tiene en su haber el libro El mito de Proteo (2008) editado por Azafrán & Cinabrio. Textos de su autoría han sido publicados en antologías y suplementos culturales.
Señala Víctor Sosa, en la presentación de tu poemario más reciente El concierto reconciliatorio, que la poesía es el arte de hacer cantar las palabras. En el mismo tenor, cantar y contar, ha dicho Machado. De alguna manera, ambas referencias reflejan un poco el sentido de tu obra.
Víctor Sosa fue jurado de un libro que publicó la Ibero (campus León) que se llamó Ocho voces de Guanajuato, en el año 2000, y era una convocatoria abierta a todo el estado de Guanajuato para publicar poesía. De hecho, ahí conocí también a Sergio Luna, otro amigo mío. Los tres jurados que escogieron a los ocho poetas, fueron Osvaldo Navarro poeta y periodista de origen cubano (ya fallecido), Elena Tamargo, también poeta cubana, y Víctor Sosa, uruguayo que acaba de nacionalizarse mexicano.
Le llamo, entonces, después de diez años a Víctor Sosa para ver si me hacía el favor de escribir el prólogo, y me envía un prólogo que a mí se me hace que fue muy acertado. De hecho creo que lo explicó mejor que yo lo hubiera explicado. Me dio más claridad en mi trabajo. Y es precisamente eso: yo quería trabajar con El concierto reconciliatorio un libro breve. Esa fue la intención siempre, porque había más poemas y los quité. Yo creo que eran cerca de cincuenta, al final iba a dejar veinte. Me acordé de Veinte poemas de amor, y dije “no”. Seguí puliéndolos, y al final quedaron quince. Como dije, quería trabajar un libro breve, quizá porque me gusta mucho El reposo del fuego, de José Emilio Pacheco. Tengo mucha cercanía, últimamente, con la poesía breve, la poesía muy limpia. En El concierto reconciliatorio quería trabajar el uso de la brevedad, la economía de las palabras, que se concentrara en imágenes, y que esas imágenes, sí lo lograron, fueran musicales.
De hecho, entre las cosas que me sorprende en El concierto reconciliatorio, una es lo breve, hay brevedad en los textos, una limpieza en los mismos, pero también hay un manejo del espacio escritural. No solamente es lo breve sino hay un posicionamiento del espacio, de la página en blanco incluso. No solamente es la cuestión de la lectura lineal sino manejaste el espacio, también.
Sí, y eso fue una consecuencia de la primera idea que te dije: la brevedad. Después, en esta aventura creativa con este libro, empecé a descubrir que había posibilidad de trabajar con la plástica poética, por llamarle de alguna manera; pero eso lo fui descubriendo, porque había poemas que los podía desplegar como si fueran viñetas, y que dijeran algo, representaran una imagen y que a la hora de leerlo fuera musical.
Como lo que señala Octavio Paz: “voy entre galerías de sonidos”, pero en este caso de una manera también visual.
Así es. Entonces, cuando empecé a encontrarme con todas estas cosas que, primero, hay una idea, esta idea empieza a madurarse, a transformarse, y yo le llamo aquí lo que Octavio Paz, quizá le llama en su libro El arco y la lira, a ese momento en que el azar coincide. Entonces este libro, para mi gusto, coincidió con varias cosas muy afortunadas que empezaron a desplegarse por sí solas. Más adelante pensé que pudiera ser un libro objeto, que eso también me interesa mucho. De algunos años para acá, me estoy haciendo un coleccionista de libros de poesía. Me voy a tianguis de libros, a librerías de otros estados y expurgo y trato de conseguir primeras ediciones de libros de poesía. Y hay muchos (libros) en ediciones muy bonitas. Uno de ellos el poema Blanco de Octavio Paz, no como libro sino como libro objeto. Así las cosas, a mí me empezó a interesar mucho el libro objeto, la poesía, la música y la imagen.
Tocando el tema que de alguna manera ya lo estás explorando, la cuestión musical, estamos hablando que El concierto reconciliatorio es un concierto amoroso. ¿Cómo te sientes en este discurso en torno al amor?
Empecé a explorar esta idea un poco primero más racional que sensitiva. Primero fue una exploración sobre el discurso amoroso, sobre lo que opinaba Ortega y Gasset, Octavio Paz en La Llama doble, lo que opinaba Schopenhauer, el mismo Sartre… Tengo una especie de obsesión: cuando empiezo a leer sobre un tema, me gusta ahondar y contraponer ideas. Es muy diferente lo que piensa Schopenhauer sobre el amor a lo que piensa Ortega y Gasset, a lo que piensa Octavio Paz. La Llama doble lo escribió a los ochenta años. Sorprendente que un poeta a esa edad hable sobre el amor y lo haga de una manera tan fresca y tan interesante. Esta explicación racional del fenómeno amoroso a través de la historia para después hacer una exploración personal me permitió darme cuenta que esta exploración puede explicarse muy bien a través de la música, más que lo racional. De hecho, hay un poema que dice así: “Para descifrar los signos del amor / transformé mi pensamiento en notas musicales / donde la razón fue ruta de extravío / la música dilucidará ahora lo inefable”. Es decir, descubrí que en la poesía quizá lo que teníamos que hacer es abandonar las ideas y dejarnos guiar más por la imagen.
Esto me remite un poco a esta veta que has trabajado como ensayista y como poeta. Al parecer, ya empiezas a tener equilibrio entre esta manera de reflexionar en torno al ser y el estar (ensayo), en relación con las emociones y los afectos que ya es un poco el territorio de la poesía. Pero también la poesía como un elemento de reflexión, utilizando herramientas —¿por qué no?— de lo ensayístico para trasladarlas al ámbito de la poesía, y así poder reflexionar en torno a un tema.
Precisamente hace días platiqué con Sergio Luna, por el messenger del facebook. Él está en San Miguel de Allende trabajando al parecer en un museo. Vino a León y le regalé el libro. Siempre nos obsequiamos los libros que vamos escribiendo, y me comentaba que en mis trabajos me falta madurar —observación que se me hace muy interesante— el equilibrio entre las ideas con lo sensible. Te comento esto porque cuando conocí a otro poeta leonés, Gabriel Marquéz de Anda, hace diez años, una de las cosas que le tomé es que mucho de la poesía mexicana no tenía pensamiento, era pura sensiblería. Que Octavio Paz intenta darle un trabajo sólido al pensamiento dentro del discurso poético. Una cosa importante que los poetas habían dejado de lado en México y Latinoamérica. De hecho, en un ensayo, Demetrio Vázquez habla de eso: que sólo algunos poetas latinoamericanos han trabajado el discurso del pensamiento: el poeta que reflexiona sobre su mundo, así como lo hicieron Rilke, Hölderlin, esta tradición de poetas europeos. Por eso me involucré más con textos de filosofía.
Pero también hay frescura, por ejemplo, a pesar de que este es un poemario breve tienes el tino de dividirlo en algunos capítulos: lo clásico, el jazz & blues para finalizar por el lado pop. Es decir, de alguna manera, hay ciertas afinidades musicales que las trasladas al ámbito de tu poesía.
¿Qué es el concierto? Es la convergencia de muchos instrumentos para lograr una eufonía, una melodía musical. Y reconciliatorio porque el amor reconcilia los contrarios. Todo esto se fue dando paulatinamente. Primero: un poema amoroso, no sabía si iba a ser largo o corto, escogí la brevedad. Después de la brevedad, vino la plástica de las palabras. Luego, cómo establecer este concierto, dividirlo en partes. A mí me gusta mucho la música de jazz, en segundo lugar, la música clásica, luego el rock y, por último, el pop. Y cada uno de estos poemas está ligado con ese tipo de géneros musicales, creo yo. La música clásica, el poema un poco más intelectual; el jazz, un poco más sensual; el pop, un poema más libre de lo intelectual.
Esto me refiere a ciertas preferencia musicales. ¿Cuáles son éstas?
A mí me gusta muchísimo el jazz. De hecho, uno de mis grandes libritos que guardo es El perseguidor de Julio Cortázar, donde habla de esta historia del saxofonista, que anda buscando a través de su música alcanzar algo muy grande, no sabemos si es dios, pero él trata de llegar mediante su música.
Y en cuanto a preferencias literarias ¿qué está leyendo Marco? ¿Cuáles son sus afinidades?
Mucha gente me crítica. Pero ya me acostumbré a vivir con esa parte de mí. Soy una persona hiperactiva. Lo mismo te puedo estar leyendo, ahora mismo, algo sobre el mito guadalupano, que a Leopoldo María Panero; estaba leyendo también toda la tradición de los poetas beat que llegaron a México. Soy una persona que lee muchos libros al mismo tiempo: unos los tengo en el baño, otros los tengo en la oficina, otros en la mochila para dar clase, otros en la agenda cuando voy al banco. Soy dispersísimo. En poesía estoy leyendo: Me amarás cuando esté muerto de Panero, Incurable de David Huerta; a Javier Sicilia, de quien siempre me interesó esa línea porque tengo una preferencia por los poetas creyentes. Por eso empecé a tener cierta relación literaria epistolar con Gabriel Zaid. Me interesó mucho leer a Thomas Merton, Paul Claudel, entre todos estos poetas que han seguido la tradición creyente, desde una óptica de una izquierda cristiana.
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El libro El concierto reconciliatorio será presentado mañana lunes 29 de agosto en la Casa de la Cultura de Irapuato a las 20:00 horas, en un acto en que estarán presentes: el autor del libro y los escritores Raúl Bravo y Jorge Olmos Fuentes.