¿Sucedió?

¿Qué sucede con nuestra capacidad planeadora y de realización?

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Estela de luz (Foto: Especial)

Si nos atenemos a los resultados de las planeaciones realizadas con respecto a diferentes tareas, nos daremos cuenta de que en muchas ocasiones lo que sale no es lo que se pretendía originalmente; para ejemplificarlo citemos, en general, a la industria de la construcción, donde las obras suelen prolongarse por más tiempo del que se había calculado originalmente y, por ende, los presupuestos también se elevan desmesuradamente; y de manera particular, refirámonos a ese adefesio, monumento a la corrupción y a la incompetencia, que constituye la llamada Estela de luz, construida para conmemorar el Bicentenario de la Independencia Nacional.

La Estela fue entregada con un gran atraso y en medio de un escándalo por el grado hasta el cual se elevó el presupuesto original y sobre todo por la información que día con día salía en torno a la incompetencia y corrupción, tanto de servidores públicos como de empresarios.

El asunto interesa sobre todo como una anécdota y botón de muestra para enfatizar que nos es muy difícil aplicar el proceso administrativo, consistente en sus cuatro elementos: planeación, organización, dirección y control. Planear significa traer el futuro a la actualidad y decidir qué se quiere obtener, pero también se debe decir cómo y cuándo vamos a lograrlo, así como la manera de medir los resultados, lo cual será piedra de toque para el momento de evaluar (controlar) lo que se consiguió.

Con una frecuencia pasmosa, la planeación que aparece en los proyectos gubernamentales —y en no pocos privados y empresariales— corresponden a listados de buenos deseos, son un cúmulo de buenas intenciones, el cual no se liga con una manera congruente de medir los resultados aplicando indicadores y controles para que se vaya por el camino correcto en todo momento.

Por lo anterior, es impracticable la fase del control, donde en estricto sentido se tendría que valorar lo que salió bien y lo que salió mal, junto con las razones, explicaciones y ruta a seguir para enmendar los yerros y con la lección de vida que permitiera evitar que en el futuro pasara algo similar.

Nuestra historia está plagada de un sinnúmero de planes, fruto de todas las asonadas que han caracterizado la lucha del pueblo mexicano por alcanzar los niveles de bienestar que nos merecemos, así tuvimos el Plan de la Noria, el Plan de Agua Prieta, el Plan de Ayala, etc, etc. y no es que esté mal poner los ideales en blanco y negro, eso está perfecto, lo que nos ha faltado es adocenarle a los mismos un auténtico plan de acción con los elementos que apuntamos líneas arriba.

Y está en nosotros y en nuestras actividades cotidianas que no dejemos todo en buenas intenciones, sino que tratemos de llevar a la práctica las buenas prácticas de la gente que hace que las cosas sucedan y no permite simplemente que las cosas le sucedan. Es cuestión de poner cuándo será el inicio, cuándo se irán midiendo los avances, qué acciones se tomarán y bajo qué criterios (índices) se irá midiendo el desarrollo, lo mismo que imaginar medidas que deban tomarse ante cualquier desviación.

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O.A. Morales. Esforzado nadador y ciclista ocasional, muy temprano dejó su natal Guanajuato para avecindarse en la delegación Gustavo A. Madero del DF. Su experiencia de más de cuatro décadas, ha girado alrededor de temas de calidad, comunicación y educación,   abarcando los sectores público, privado y social.  Comunicólogo y maestro en Ingeniería de la Calidad, es locutor, periodista y docente en licenciatura, maestría y extensión universitaria. Amante del arte, disfruta particularmente de las artes escénicas y la literatura. Vive enamorado de las palabras y las imágenes.