Candil de la Calle

Las repeticiones

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Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan.

C. Sée

En este retorno del Partido Revolucionario Institucional, el PRI que nunca se fue, lo único nuevo en el dinosáurico reencuentro es… la palabra.

Se nos ha llenado el gabinete presidencial, en las primeras filas, y en las segundas, y en las terceras, de rostros harto conocidos.

Es probable que a las nuevas generaciones de ciudadanos que sólo vivieron el efímero resplandor de doce años de panismo, estos rostros les parezcan de aquéllos que conforman el nuevo PRI.

Un montón de apellidos siempre vinculados al caudillismo posrevolucionario, generación tras generación, padres políticos, hijos que heredaron una “natural vocación por la política”, nietos que viven de la herencia, del recuerdo, de las relaciones y de la vocación de sus antecesores en la política.

Y de los apellidos.

Como ocurre actualmente con los directores de policía de varios municipios del estado —tal vez el mismo fenómeno se viva en el país a partir del requisito insalvable aunque polémico y dudoso del “examen de control y confianza”—, el priísmo se ha reciclado, reaparecen unas caras aquí y otras allá, revueltos, mezclados y reinventados en sus nuevas facetas. O —siempre cabe la posibilidad— en las facetas que siempre tuvieron y mantuvieron discretamente ocultas.

¿Cuántas veces, antes de la docena blanquiazul y aún durante ésta, hemos visto pasar de un cargo a otro, de una encomienda partidaria a otra, a los nombres de Osorio Chong, Pedro Joaquín Coldwell, Murillo Karam, Roberto Campa, Emilio Chuayffet?

¿Cuál es la importancia de llevar como apellidos Lozoya, Ruiz Massieu, De la Madrid o Martínez y Martínez?

La permanencia de un proyecto de país en manos de un priísmo que mantuvo líneas muy claras e inalterables de conducción —en algunos casos en extremo autoritarias que más bien fueron imposición— fue llevándonos a un modelo neoliberal, de paternalismo hacia la pobreza extrema como medida clientelar, de monopolios en diversos ámbitos empresariales —como el de las comunicaciones y la telefonía—, de subyugación de unos poderes a otros, manipulación y control de los organismos electorales que transitaron rápidamente de la ciudadanización a la postulación partidaria, y un largo etcétera.

Con los mismos encargados de aquel perfil de país, es como llega el “nuevo PRI” a hacer las cosas diferentes.

Con los mismos de entonces… o con sus hijos, o con sus nietos.

Para el caso es lo mismo.

¿Cómo se llamará ahora Solidaridad-Oportunidades?

¿A cuáles delegados de antaño —o los herederos— veremos de nueva cuenta en los estados: PGR, Sedesol, Trabajo, IMSS, Economía, Gobernación?

P.D. A propósito del reciclaje: en los círculos cercanos a la delegación de la PGR ya se andan manejando como posibles dos nombres. El primero corresponde a un priísta de la generación bebesaurio, quien ya tuvo su primera prueba de fuego en el ámbito municipal.

El segundo es de un defenestrado ex funcionario que tuvo boyante manga ancha en otros tiempos, y que salió de esta dependencia por la puerta de atrás, cuando estuvo como delegado en Jalisco, en vísperas de que tronara la bomba de lodo que ahí se gestó entre la corrupción y el narco.       Se apellida Mendoza.