Una de las historias recurrentes en Guanajuato, es aquélla que se refiere a escuchar murmullos, llantos, gritos por las calles o callejones dándole así el carácter pintoresco y mágico a esta ciudad. Sin embargo, hay veces que escuchas que te llaman por tu nombre, ya sea en tu propia casa o en lugares donde menos te lo imaginas. Si no te ha pasado nunca es porque tal vez estés protegido por los mismísimos ángeles en persona o por el mismo Dios que te acompaña siempre, pero a veces, el estar seguro de que vives cosas que a pocos les pasa y que si lo cuentas no te lo creen, te hace reflexionar qué tan cercana está la muerte de ti o qué tan cercanos están tus amados difuntos que aún en la distancia de otras dimensiones, siguen contigo.
Ejemplo de ello es la historia que me contaron recientemente y que habla precisamente de eso: de que de repente escuchas que alguien te habla cuando estás completamente solo, y que sí te asusta, pues no sabes de dónde viene esa voz, ni mucho menos qué intenciones tenga; aunque la mayoría se presentan generalmente como ayuda, al darte una advertencia de un evento que no es favorable para ti. Alguien me contó que una vez que iba en su carro a otra ciudad de la República y que, en el momento que iba a rebasar a un camión de doble caja, escuchó una voz imperativa que le decía: “Frena”, voltea y ve al lado del copiloto, la figura vaporosa de su abuelo. Él frena y enseguida el camión que se vuelca hacia el lado de la carretera por el que iba a rebasar. Atónito, se da cuenta de que su abuelo muerto hace años le ha salvado la vida, desde el más allá. No, no es la intuición, es escuchar la voz que te hace pensar si en verdad existen los ángeles, representados por espíritus, en este caso, de un familiar que lo protege.
Alguna vez me contaron de alguien que, estando dormida, escuchó una voz que le habló de manera firme por su nombre, no una vez ni dos, sino varias, con el afán de despertarle porque, como había dejado encendidas unas velas, el altar se estaba comenzando a incendiar y, al vivir sola esa persona, pues su ángel o algún espíritu de un familiar, le despertó para evitar que su casa se incendiara por ese descuido.
Otro amigo me contó que en su casa en pleno centro de Guanajuato, cuando su pareja no estaba, había “alguien” que le hablaba por su nombre imitando la voz de su amada. Al principio, él creía que era su novia, pero al buscarla por toda la casa y no encontrarla, mejor se dio a la tarea de salirse de la casa y, en una plazuela cercana, esperar a la susodicha, con el fin de contarle la anécdota y no llegar solo a la casa, por supuesto.
No, si de que los muertitos andan con uno, andan, sobre todo aquéllos que nos quieren bien, porque no creo que la vida espiritual se termine en cuanto el cuerpo deja de funcionar. Pienso que esta ciudad es un ejemplo claro de ese estadio de la existencia humana entre dos mundos: el de espíritus y ángeles, y el mundo real, cotidiano que todos seguimos viviendo hasta el fin de nuestra vida biológica. Yo espero que mis antepasados en verdad estén ya descansando tranquilos después de lo que les haya tocado vivir, también espero que si andan por aquí sigan cuidando a quienes aman porque los amen no porque sea una obligación. Pero bueno, no tengo idea de cómo serán las reglas o si existen reglas en la dimensión en que están, lo cierto es que siguen con nosotros y saben que somos mortales que en cualquier momento trascenderemos e igual y andaremos aquí, por la ciudad. Pero no me creas, tal vez yo sea uno de ellos y te cuente estas cosas para que quedes prendado de esta hermosa ciudad. Ven, lee y anda Guanajuato.