“El Tábano, voces independientes del Río Laja” era el semanario fundado y dirigido por Gerardo Nieto Álvarez, de oficio periodista, asesinado a sus 59 años en la oficina donde trabajaba, en una plaza comercial en pleno centro de Comonfort.
El semanario era el único medio informativo netamente local en este municipio. Lo editó durante al menos ocho años.
No lo conocí, aunque sí al medio: un impreso sencillo, crítico, con periodicidad acorde a las posibilidades del editor, algo tan común en los lares provincianos donde la publicidad oficial es el principal modo de subsistir de tantos medios, y por lo tanto, la ausencia de ésta condiciona el derecho social a la información y lo manipula y pervierte descaradamente.
Es sintomático que en la oficina del presidente municipal de Comonfort, Pablo López Portillo, éste se haya ocultado bajo el escritorio —o bajo el argumento de una gira fuera del municipio para alguna gestión— a fin de evitar hablar del crimen del periodista.
“No le compete”, fue el débil argumento de su jefe de comunicación social, alguien de apellido Dondiego, evidentemente ignorante de las implicaciones del homicidio de un reportero en Guanajuato, el primer asesinato de este tipo en el escenario nacional que va sumando, como tantos otros muertos y desaparecidos, a la tragedia en el ejercicio de informar y el derecho a saber.
Porque, ¿si no le compete a la cabeza del gobierno municipal, que entre otras funciones constitucionales tiene la de la seguridad pública, entonces a quién?
Hay además un afán de denostar o sobajar la actividad periodística ejercida por Gerardo Nieto; ubicarlo en el lado de los “medio periodistas” u alguna clasificación así, como si de ello dependiera la calidad o cantidad de la justicia que su familia, sus deudos, esperan por su asesinato.
El asesinato de Gerardo Nieto, en un municipio semi escondido por el avasallante corredor industrial guanajuatense, despierta sorpresa, estupor, incapacidad de asimilar, dudas, que no parecen querer ser satisfechas o aclaradas por las autoridades encargadas de llevar a cabo la investigación.
Porque lo primero que quiso asegurar el procurador Carlos Zamarripa Aguirre fue que este asesinato no está relacionado con el oficio del periodista. Qué necesidad de descartar por anticipado, desinflar la alerta, banalizar la circunstancia.
Decir que esta es una conclusión “preliminar” no es suficiente, no cabe en este contexto en el que periodistas y organizaciones nacionales e internacionales de defensa de la libertad de expresión reclamamos a las autoridades garantías para ejercer nuestro oficio, preservar nuestros derechos y nuestra vida, y que las desapariciones y asesinatos en el gremio sean investigados con toda seriedad, con profesionalismo, aplicando los protocolos internacionales, ésos de los que a nivel local nadie se acuerda o nadie conoce.
En el Congreso del estado, la Comisión de Derechos Humanos descarta de golpe y plumazo la iniciativa para la Ley de protección de personas defensoras de derechos humanos y periodistas. El presidente de la comisión, el intransigente priista Felipe Orozco, prefiere enviarse a una “misión internacional” sobre modelos de defensa de derechos humanos a Sudamérica, a dos meses y cacho de que termine su función como legislador, acompañado de la perredista Georgina Miranda.
En la procuración e impartición de justicia estatal, la reportera Karla Silva ha recibido algunas dosis de justicia en los autores materiales, en un proceso lleno de vaivenes y sorpresas de los representantes de ambas partes. Pero los autores intelectuales, los que tramaron la agresión que alcanzó a Silva y a su compañera Adriana Palacios, ellos tan campantes.
En la Procuraduría de Justicia del estado, se habla de un pleito entre el periodista Gerardo Nieto y acompañantes en estado de ebriedad, previo a su asesinato brutal.
Hay contradicciones entre la versión oficial de que nada fue hurtado de la oficina de Gerardo Nieto y la de familiares que sostienen que su computadora desapareció.
Certezas, queremos certezas.
Como cualquier persona, como cualquier ciudadano.
Como cualquiera.