Candil de la Calle

Peña, el acaparador

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 (Foto:Especial)
(Foto:Especial)

El síndrome de acumulación compulsiva o de acaparamiento compulsivo es un trastorno psicológico por el que las personas que lo padecen coleccionan toda clase de objetos y son incapaces de desprenderse o deshacerse de alguno, por más insignificante, inútil o inservible que éste sea.

El acaparamiento afecta definitivamente la vida de las personas que lo padecen, que suelen además irse aislando y pueden ser rechazadas familiar y socialmente.

Incluso, en el interior de sus hogares —donde tiene lugar la acumulación— los acaparadores ven dificultadas sus actividades y su rutina cotidiana. Labores básicas como comer, bañarse o dormir, se ven alteradas por las condiciones del espacio, higiene y demás eventualidades surgidas del amontonamiento de cualquier cosa, porque este síndrome se caracteriza por el desorden, la nula disposición de la persona afectada para mostrar sus objetos acumulados.

Hay sufrimiento y placer en la acumulación. Con facilidad, los acaparadores extravían documentos u objetos de valor entre su montón de pertenencias, porque puede darle un gran valor a algo que para el resto de las personas puede ser una chuchería.

El acaparador, por supuesto, no ve su circunstancia como un problema psicológico, sino como un placebo, un refugio ante cualquier situación emocional extrema que le pueda afectar o le haya afectado.

Le confiere un enorme valor emocional a cada objeto acumulado, así sea una olla con sopa de años atrás pudriéndose en el refrigerador que no funciona desde quién sabe cuándo.

Algunas formas de este síndrome son: la bibliomanía, o acumulamiento de libros que en realidad no son del interés del que padece del trastorno (muchos ejemplares de un mismo libro).

Y está también el síndrome de Noé, que es nada menos que la acumulación de mascotas en un número imposible de atender, aunque hay la incapacidad para reconocerlo.

La acumulación es dañina para quienes viven o conviven con quien la padece, pues amenaza su salud y su seguridad. Con frecuencia lleva a la separación de las familias y las amistades, el aislamiento.

Pero el acaparador rechaza que todo esto sea un problema.

Los síntomas son inequívocos:

Nuestro presidente es un acumulador compulsivo.

Los agravios son su cosa preferida.

Tiene la casa repleta de ellos, de todo tipo. Unos los ha comprado (Higa), otros se los han regalado (la Casa Blanca, la Banda presidencial). Otros más literalmente le han caído del cielo.

Todos se los ha ganado.

Sus síntomas habrían comenzado en un momento desconocido. Pero se notaron cuando era gobernador del Estado de México.

Acumuló feminicidios, entre otros agravios.

Sin embargo, en los últimos tres años, además de promesas incumplidas, gastos de campaña sin comprobar y contratos de publicidad con sus medios favoritos, el presidente Peña Nieto está mostrando más y más síntomas y acumula decisiones erradas, rechazo social, protestas, impunidad, corrupción.

Muertos y desaparecidos acumula también.

La acumulación se puede tratar, pero como suele ocurrir con este tipo de síndromes, la persona debe aceptar que necesita ayuda.

Uh.

Desgraciadamente, limpiar la casa de tanto agravio tampoco se puede.

¿Cómo se hace eso?

El presidente tendrá otros tres años (cronómetro oficial flotando en rumores) para volver a levantar una montaña (más) de agravios.

Tres años.