HISTOMAGIA
Narrativa y ficción de Guanajuato
Por: Gabriela Bribiesca Acevedo
Hoy estuve en una reunión de amigas en donde se comparten todo tipo de historias que en verdad te maravillas. Desde los recientes viajes al extranjero y a dos de ser víctima del terrorismo en París, pasando por la diversidad de puntos de vista sobre la religión, hasta las historias más extrañas que en alguno de nuestros ámbitos de trabajo nos sucede. Una de mis amigas, recordó la historia que alguna vez nos contara Gaby, otra de mis compañeras que esta vez no pudo asistir a nuestra cita.
Aquélla vez, Gaby nos contó sobre sus aventuras de rapel, de cuántos países y cuevas ha visitado. Habló de mundos subterráneos fantásticos que, yo en particular, nunca visitaré por mi claustrofobia declaradísima desde siempre.
Ella nos narró que muchas de las cosas que pasan en las cuevas rayan en el mundo mágico, desde seres que se parecen y desaparecen con tanta rapidez que piensas que es tu imaginación, allá en la oscuridad parcial de las cavernas, hasta seres elementales que los ayudan a no perderse en las intrincadas series de recovecos de nuestro amado planeta.
La más impactante de todos los relatos que nos contó, es sin duda la que le aconteció a una Doctora en Geofísica que era muy seria y no platicaba casi con nadie, pues debía mantener su estatus en donde fuera. Así que para bajar en rapel, siempre lo hacen de uno en uno y algunas veces toman de base o pivote una misma cuerda, se introducen uno por uno y se avanza al momento en que el primero alcanza la marca ya dejada por otro explorador, así cada vez que baja uno es porque el otro ya se desplazó hacia la siguiente señal, y así sucesivamente para no perderse en esos túneles naturales.
La Doctora en cuestión, esa vez, fue la segunda en bajar. Primero se internó en la profundidad de la cueva un joven, quien, llegando al final del tiro por el que bajaban, dio la señal de estar pisando firme, y en espera de que viniera el siguiente, él se entretiene formando monitos antropomórficos de barro, así matando el tiempo. A los quince minutos, se ve que la Doctora se tira en la cuerda y baja poco a poco, él calculando el tiempo de llegada, se sigue hacia el otro marcaje a seguir la línea de exploración ya dada anteriormente por antiguos escaladores. La Doctora llega, pisa firme y manda la señal, jalando la cuerda de que ya está en la primera marca. De inmediato, ella voltea a ver los muñequitos de barro que dejó su compañero, los pequeñines le comienzan a hablar con una voz chillona, infantil y a pedirle que juegue con ellos, que están solitos, que les diga cómo se llama… con los ojos desorbitados e incrédula ante lo que ve y, al borde de la locura, grita desesperada que la suban, que ya la suban, dichas palabras acompañadas con improperios que ella nunca había pronunciado.
Quienes estaban arriba, la jalan y la suben de inmediato. Ella se libera de la cuerda y corre hacia su auto, en donde se queda encerrada, con los ojos llorosos, y muerta de miedo ante lo que acababa de vivir en una de las grandes grutas que hay en Guanajuato.
Nunca más se le volvió a ver en el rapel, desde ahora, ya cree en que la naturaleza nos tiene sorpresas mágicas en cada lugar que pisemos de nuestra amada tierra. ¿Quieres conocer esas grutas? Ven, lee y anda Guanajuato.