Histomagia

Callejón de paso…

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Hoy me he dedicado a escuchas un sinfín de historias de aparecidos y fantasmas que acontecen en esta ciudad. Mis alumnos me han sorprendido con la diversidad de vivencias paranormales que viven en carne propia y que, aun así, muchas personas, señalan ellos, todavía no aceptan como ciertas. Guanajuato es una ciudad que, como pueblo minero y de personas de abolengo, ha vivido entrañables hechos que son del imaginario colectivo y que muchas de las veces, sin querer, algunos viven o mueren en el intento de relatarlas a las próximas generaciones.

1238965_601883899870561_1472619055_nAlonso es uno de mis alumnos que vive por el barrio de San Luisito; me dice que en verdad a él le han acontecido sucesos extraños ahí en su casa, y que hasta la fecha no puede explicar. Dice que una vez, siendo pequeño, se quedaba a dormir en la recámara con sus padres. Relata que una madrugada en la que se despertó, intentando volver a dormirse, vio incrédulo cómo es que de las sombras salió una sombra muy negra que, conforme se iba acercando a la cama donde él estaba acostado, se tornaba enorme y se iba transformando en un hombre altísimo, con sombrero de bombín, vestido elegantemente con una faz muy blanca e imperturbable, ni siquiera volteó a verlo. El niño, muerto de miedo, sólo atinó a llorar lo que de inmediato despertó a su madre quien lo acunó para despejar lo que ella atribuía  a terrores nocturnos, él dice que le contó lo que vio y ella sólo atinó a calmarlo para que siguiera durmiendo. Me dice que, luego, sus vecinos ya de edad, le dijeron que por ese lugar en donde ahora es su casa, antes era vía pública y cruzaba un callejón por ahí,  le dicen también que igual y era uno de los vecinos de abolengo que vivieron antes de que la mina de Cata dejara de producir oro y plata a manos llenas, que suele aparecerse porque por ahí era su pasada de diario para poder ver su casa y vastas propiedades de las que era dueño. De hecho dice que en la actualidad existe una casa deshabitada, abandonada por sus dueños pues la perdieron por el banco. Dice que esa casa estaba llena de tapiz de telas muy ostentosas y caras, que él se metió cuando recién fue desocupada. Estaba en todo su esplendor, hermosa y amplia, pero que ahora, por un incendio, ha quedado ennegrecida por el humo y muy solitaria.

Me narra también, que cuando su abuela murió, vio en la ventana de su cuarto una enorme lechuza que emitía sonidos desgarradores como lamentándose la pérdida de alguien de esa casa; él me señala que sí es cierto lo de “cuando el tecolote canta…” dicho mexicano que indica que la muerte llega a tu casa cuando un tecolote o lechuza, se aposenta en un árbol, ventana, puerta de la casa donde morirá alguien. Lo peor es que en este caso –cuenta—ese “alguien” llegó a patear con ímpetu y coraje las puertas de las recámaras de sus hermanas. Él lo atribuye a que su abuelita no los quería muy bien que digamos, por ello, en el momento fatídico de su muerte, se despidió de ellos haciendo lo conducente: aterrarlos siendo ellos muy jóvenes aún.

Pero lo que más le ha sorprendido y en verdad no puede explicar, es el cómo, cuando está solo en su casa, en la parte de abajo, escucha a sus espaldas una respiración afanosa, cerca, cerquita de su nuca, paralizándolo del terror y pensando o intentando pensar en qué podría ser eso que él ha escuchado desde que era un niño y que sólo a él le sucede en esa casa que está cerca de los muros antiguos de La Perlita, una edificación antigua sobre la cual se construyeron muchas de las casas de ese barrio, y esas murallas albergan el Río de Cata, por donde, también me han dicho, se aparece la llorona, pero ese será otro relato.

¿Quieres conocer a Alonso y te lleve a la casa donde acontece todo esto? No demores, ven, lee y anda Guanajuato.