Ciudades como Guanajuato, ninguna. Esta ciudad capital es una de las que por sí misma se da a conocer al mundo. Su riqueza de vetas de mineral de oro y plata, sus costumbres, tradiciones e historias, hacen que las personas caigan en un encanto que los hace venir para ver con ojos propios las maravillas arquitectónicas e históricas que enmarcan su magia. Historias van y vienen entre los habitantes de este hermoso lugar.
Pamela, una amiga mía, me relata que en su casa espantan. Me cuenta que su familia convive con espíritus de un niño y de una niña que se aparecen en cualquier momento. Ella vive en el barrio de El Carrizo, su casa está construida en lo que otrora fuese el lecho de un río, pero que como aquí en Guanajuato casi no llueve, pues se dieron a la tarea de hacer casas en ese sitio. Esto es importante porque se cuenta que en los ríos se aparece la Llorona buscando desesperadamente a sus hijos, ella dice que la ha escuchado, pero que lo que realmente le ha impactado, recientemente, es una extraña enfermedad que ha padecido su sobrino. Dice que su tía, que vive en una casa contigua a la suya, tiene sólo un hijo, que a la fecha es un niño como de unos once años. Pues bien, ese niño toda su vida ha vivido consentido por sus padres, dado que, al parecer, iban a nacer dos niños, pero no fue así: en el vientre materno, uno de los niños absorbió al otro en su cuerpecito y pues nació con la carga de, sin quererlo, llevar otro ser en él. El asunto se pone grave, cuando, sus padres, conmovidos por lo sucedido, desde siempre le han comprado cosas de a dos, es decir, su sobrino tiene dos camas individuales en su cuarto, dos sillas, dos escritorios, dos roperos, etc. todo de a dos, como en un afán perseguido por los padres de compensar el alma infortunada del “otro”, del no nacido, y así la tranquilidad de sus conciencias y en el hogar está garantizada.
El asunto toma tintes de terror, cuando un día, en un arranque de desesperación, su tía decide quitar de una vez por todas una de las camas, una de las sillas, uno de los escritorios, etc. con la intención de reorganizar ya la vida de su hijo, ahora sí, considerado único. Todo iba perfectamente bien, hasta que de repente le salió una lesión en su pierna derecha al sobrino; pensaron que era algo que se había hecho en los juegos de niños tan comunes en esta etapa de la vida, pero se equivocaban, la lesión, al paso de los días, se fue haciendo cada vez más ennegrecida, grande y profunda al grado de que en un momento llegó a supurar una pus viscosa, amarilla y maloliente que era imposible no sentir náuseas al estar cerca del niño. Los padres desesperados lo llevaron con cuanto médico y chamán de por aquí con el único fin de que la vida no les quitara tan pronto a su hijo, ya habían perdido uno, no iban a permitir que la vida o la muerte les quitara dos.
Una señora curandera les dijo que todo se podría solucionar de manera simple: que devolvieran la decoración anterior, sí, eso les dijo, que pusieran de nuevo la cama, la silla, el escritorio, etc. del no nacido, porque quien le estaba haciendo eso a su hijo era el otro, el niño que siempre habían invocado para compensar su pérdida y que ahora, de ninguna manera iba a permitir que lo sacaran de este plano, ni que lo echaran de su familia, que como estaba furioso la única manera de manifestarse era invadiendo de enfermedad a su hijo porque, él, siempre ha estado ahí y que jamás se irá, jamás, pues ellos, sin querer, le habían sacado del almacén de almas o Limbo y lo habían traído aquí, a este plano a vivir en apariencia, en un estado de suspensión temporal que lo condena a ser un espectro, un fantasma que está dentro de su hijo y que, como él, crecerá y necesitará de lo que el otro necesite, es la única manera de frenar su poder sobre el hijo vivo, pues él crece con él, en él, por él…
Pamela me invita a su casa, pero en verdad no quiero ir, me cuenta que ni el mismísimo Abad quiso entrar a su propiedad. Mejor la escucho y espero que sus enormes ojos sean los míos en estas experiencias que sólo están destinadas a unos cuantos. Conócela. Ven, lee y anda Guanajuato.