Ser de Guanajuato es todo un orgullo, porque es haber nacido en una ciudad tan fascinante que muestra a cada instante sus espacios llenos de enormes momentos históricos que dan cuenta de que aquí se han perdido muchas vidas, tantas, que esas almas o espíritus aún no se resignan a no seguir viviendo acá, a no ser parte de la algarabía que la ciudad tiene incluso para sus muertos. A veces, sé que es imposible comprender, pero entre esos entes, siempre hay demonios o seres de bajo astral que buscan su alimento en nosotros.
Amigos míos siempre cuentan de que las casas antiguas son el espejo del pasado porque cada una guarda uno que otro muertito, fantasma o ente que quiere ser parte de tu vida, por ello se alimenta de ti, de tu energía en cada momento que estás en tu hogar, y Guanajuato, como ciudad antigua, tiene y muchos espectros.
Aldo, un amigo mío, es una persona especialista en magia energética, tiene ese don, e invariablemente cuando conoce a alguien, le dice santo y seña de su vida como si siempre hubiera estado con esa persona, como si al verlo supiera cada uno de sus secretos. El asunto es que Aldo es una especie, no de chamán, pero sí de sanador espiritual y de adivino, que me cuenta que aunque muchas personas no crean, hay energías que entran y desarrollan en ti desde enfermedades hasta la propia muerte, es la “malocha” dice. Así, en este contexto, él me ha contado cómo es que cuando hace alguna limpia energética, la cosa no queda ahí, ni mucho menos así.
Me cuenta que un día, cansado de haber atendido a muchas personas, llegó a su casa, se acostó en su cama y se quedó profundamente dormido. En ese tiempo sólo vivía con su mamá, y esa noche ella no estaba en casa. Más tardó en dormirse que en sentir que algo o alguien estaba en su cuarto. Dice que él pensó, en la duermevela, que sí, que de seguro había un ser bastante enojado por haberlo sacado de la vida de alguien, pero Aldo estaba tan cansado que se
limitó a pensar que se iría en cuanto él pensara alguna oración para espantarlo y regresarlo a su mundo. Intentó dormir otra vez, pero al punto de sentir tan cerca la presencia, el aliento fétido del espectro, abrió los ojos y con verdadera valentía se topó cara a cara con un ser, con un demonio presentado como sombra negruzca y unos ojos aterradores, rojillos, haciendo una mueca como especie de sonrisa en algo que parecía, más que una boca, un hocico no muy protuberante, pero que, al mirarlo daba más que terror, asco por las babas viscosas que brotaban lentamente escurriéndose como cera de una vela. Aldo me dice que, en ese momento, sólo atinó a decirle: “vete de aquí, no te tengo miedo, no es tu lugar, y deja ya este plano y a cada una de las personas a las que has hecho daño y ¡déjame dormir!”. El espectro trató de agarrarlo con su mano que tenía forma de pezuña, en un intento de buscar el terror en mi amigo, para poderse alimentar de él, de succionarle toda su energía, pues no daba crédito a los que sus profundos ojos rojos veían. Aldo volteó a verlo y a decirle contundentemente y sin pizca de miedo “¡fuera de aquí!”. En ese preciso instante, el demonio abrió su grande hocico y emitió un grito desgarrador como de furia y se esfumó ante sus ojos, logrando así que la paz regresara a su cuarto y poder, por fin, dormir y descansar de ese día tan nefasto.
En verdad, cuando mi amigo me contó su historia, no puedo imaginar que otras cosas horrorosas le ha tocado ver en esto de andar sanando y adivinando la suerte de las personas, porque si hubiera sido a mí a quien le hubiera pasado semejante cosa, yo ya me hubiera muerto del susto desde el momento en que se apareció esa cosa. No sé, pero para ser sanador se necesita una fortaleza espiritual incuestionable.
Si quieres conocer a Aldo saber tu futuro y si alguien que no ves te acompaña, ven, lee y anda Guanajuato.