Vivir en Guanajuato es saber que vives arriba de almas y muertos que nunca se irán. El Guanajuato antiguo que existe y sostiene la majestuosa arquitectura es un mosaico artístico en la ciudad. Cuando escuchas esto, una y otra vez, piensas que igual es algo que no es cierto, piensas que es parte del misterio que cubre cuévano, pero no, no es así. Resulta que es verdad que vivimos arriba de los muertos. Liz, una alumna mía, me cuenta que, en el caso de su abuelita, es así.
Relata que cuando ella era niña, le encantaba ir a casa de su abuela que vive en el barrio de Las Momias, cerca del Panteón de Santa Paula. Liz siempre estuvo rodeada de sus seres queridos, o eso creía ella, porque una vez que ya creció, escuchó de labios de su propia abuela –no fue de oídas ni nada—que la casa estaba construida sobre una muerta. Liz estaba escuchando detrás de la puerta, y así permaneció agazapada para poder escuchar la historia completa, esa historia que en ese momento le contaba a sus hijos adultos sin pensar que la ahora adolescente estaba ahí a la espera.
La anciana comenzó a narrar que cuando llegaron a ese lugar todavía era un cerro con poquitas casas, el Panteón Santa Paula se encontraba ya construido con su enorme portón y, en ese entonces, ahí era considerado un lugar fuera de la ciudad. Dijo que su esposo compró el terreno porque había sido una ganga, y de inmediato éste se dispuso a construir su nido de amor. Entusiasta inició muy temprano –aún no amanecía– el desaparejo del cerro y comenzó a mover parte de la peña –característica de la geografía de por acá—y extrañamente entre el golpeteo del cincel, tocó un espacio con abundante tierra de color negro. Intrigado el abuelo se dispuso a ver qué podría haber sido enterrado ahí y sin más se dispuso a escarbar cuidadosamente con sus manos. Él en realidad pensó que de seguro había dinero, oro de los cristeros, pero cuál fue su sorpresa que entre sus cuidados casi acariciaba la tierra, de repente sintió algo muy blando, muy diferente a la sensación de tierra, intrigado acercó su vela y vio horrorizado que lo que acariciaba no era otra cosa que el rostro de una mujer muerta que lo veía con sus cuencas vacías como con la esperanza de ser rescatada de ahí, pues la mueca en su boca muy abierta no dejaba lugar a dudas que ella había sido enterrada viva. Desesperado suelta la vela y, entre la luz azulosa de la mañana, ve cómo es que esa mujer cobra vida y levanta su brazo para corresponderle la caricia en el rostro. Él se sale corriendo de esa tumba hechiza, disparado hacia el centro de la ciudad, donde su esposa ya lo esperaba con un cafecito caliente y que se extraña al verlo blanco, casi transparente del susto.
El abuelo entonces le cuenta lo que le sucedió y le dice que mejor no vuelvan jamás ahí, que es un lugar solitario y que nadie se iría vivir nunca a ese lugar. Su abuela lo escuchó con paciencia y sabiamente le aconseja enterrar de nuevo a esa mujer para dejarla descansar en paz. Él acepta la idea, pero con la mente puesta en sólo enterrarla y no regresar jamás. Pero no. Su esposa le dice que de ninguna manera abandonarán el terreno, que él debe de construir ahí su casa y que no se preocupe de la muertita, seguro se irá de ahí. El esposo no quiso oírla, pero de a poco oyó sus razones y es fecha que la casa se alza ahí, a un ladito del panteón Santa Paula.
Liz cuenta que se quedó sorprendidísima de lo que escuchó y ahora entiende el por qué una de sus tías, o que ella consideraba de la familia, siempre estaba en las fiestas en un lugar apartado de la casa, nunca le hablaba, sólo la miraba, y ella la veía tan real. Sabe que de seguro era la muerta que está debajo de sus pies, pues con terror escucha que precisamente en el lugar en que ella estaba escondida, es el lugar donde está la tierra negra, donde está enterrada la mujer y donde quedó para siempre. En ese instante, Liz siente una caricia en el rostro, lentamente voltea y, con los ojos desorbitados ve el rostro amable de una hermosa mujer que le sonríe y ve que es esa “tía” que ella, cuando era niña, veía escondida en cada una de las fiestas….
Hasta aquí le dejo por hoy, si quieres saber qué es lo que le ha sucedido desde ese día a Liz en esa casa, yo te lo cuento; pero ven, lee y anda Guanajuato.