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Almas antiguas

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Ella sostiene que eso que le ocurrió es como acá a los sitios santos, como en las peregrinaciones a ver la Virgen de San Juan, donde dicen los que saben que hasta los muertos van a venerar a la Virgencita…

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Guanajuato se caracteriza por ser un lugar cosmopolita. Viajeros de todo el mundo se dan cita aquí como si esta ciudad antigua los llamase para poder dar fe de los vaivenes del mundo paranormal que nos rodea. Guanajuato también tiene sus viajeros que, pese a lo que digan los de fuera, tienen el don de ver los muertos. Y así le pasa a Neris, una entrañable amiga. Ella es una persona activa que le encanta viajar por el mundo. Ha visitado varios países en el Cono Sur y me ha contado cómo es que la cultura hispanoamericana trasciende en toda la, a decir de Mario Benedetti, Patria Grande.

Pues bien, me cuenta Neris que en uno de sus viajes a Perú estaba muy entusiasmada de subir y conocer Machu Picchu. Su compañero de viaje guía, un entrañable y sistemático amigo, le urgía siempre a andar bien protegida de las inclemencias del frío que por aquellos lares es insufrible, que trajera siempre consigo su botella de agua para evitar deshidratarse, su bolsa con sus provisiones bien guardadas y cargar lo menos posible para hacer la travesía más rápida y placentera al ver las increíbles montañas y pasajes que conducen a estas magníficas y colosales ruinas.

Me relata que cuando iniciaron el camino a Salkantay era una pendiente muy ruda, y ella ya no aguantaba la subida al “seno materno” como le llaman los incas. Dice que la mayoría de las veces, ella se quedaba atrás de los de su grupo para poder reponerse y respirar más tranquila en esas latitudes y recuerda entonces que, esa vez, apareció ante sus ojos un pasaje estrecho, brumoso entre dos montañas, parte de la ruta para llegar a la cima; así que se quedó sentada en una piedra, en la mera entrada, a descansar. Y fue allí que de repente la temperatura cambió, el frío arreció y se sintió un viento frío, helado, de ese que cala hasta los huesos. Entonces vio como de entre la bruma, dirigiéndose al pasaje, surgió un anciano inca vestido con un traje típico de los indígenas andinos. El anciano tenía tantos años como el tiempo mismo. Pasó cerca de ella y mi amiga que es una persona amable saludó: “Buenas tardes” y el anciano no le contestó, sólo volteó a verla con unos ojos tan cansados, casi ciegos, azul con gris, y siguió su camino para desaparecer en la bruma. De inmediato Neris sintió un escalofrío que le recorrió toda la espalda, le erizó la piel y se dio cuenta de pronto que ese ser no era un ser vivo porque era la misma sensación que siempre tenía al ver a seres de otras dimensiones, una sensación acompañada de una tristeza enorme, porque sí, ella es tan empática que puede sentir la emoción que los seres de otras dimensiones sienten.

Ya en franca desesperación de lo que acababa de ver, conjuntado con su cansancio, tuvo que llamar a todas las mujeres de su linaje, que le antecedieron, para que le dieran protección espiritual, poder seguir y subir esa parte del viaje. Ellas le respondieron, tuvo una repentina fuerza y se incorporó para seguir rápidamente su camino; en eso, voltea hacia atrás y ve cómo es que sale entre la bruma otra figura humana. Neris quiere correr y atravesar a como dé lugar el pasaje rocoso, pero el cansancio y el miedo no la dejan, al punto del llanto, ve cómo esa figura se le va acercando y entonces ve que es su amigo guía quien le dice: “Ya deja de descansar, hay que subir” y se pasa de largo como hace instantes lo hizo el respetable anciano que cuenta mi amiga no volvió a ver durante el trayecto. Boquiabierta por el pánico que su amigo sin darse cuenta le causó, suspiró y dio gracias a su linaje y al anciano mismo, y siguió su camino a la cima.

Ella sostiene que eso que le ocurrió es como acá a los sitios santos, como en las peregrinaciones a ver la Virgen de San Juan, donde dicen los que saben que hasta los muertos van a venerar a la Virgencita y le dan gracias por los favores recibidos Piensa que ese viejecito era sin duda uno de esos seres que siguen su camino al más allá para cumplir sus promesas o, en última instancia, dice, es un guardián de la montaña que sólo patrulla ese espacio para saber si hay que recoger alguna otra alma que lo ayude en su labor de amar y respetar a la naturaleza increíble que rodea ese sitio. Yo creo que ese lugar es como esta ciudad: te llama para conocer su mágico encanto y ver otros mundos, otras dimensiones en que convivimos vivos y muertos.

Neris ha hecho muchísimos viajes, si quieres puede contarte muchas más historias y de cómo esa sensibilidad paranormal la ha hecho ver cosas que no te puedo contar aquí y ahora. Ven, lee y anda Guanajuato.