Guanajuato, Gto 19 de octubre de 2019. Guerrero, dio muestra de su historia, de sus raíces afromexicanas y de su cultura musical en un concierto protagonizado por Los Negros y sus Fandangos.

La cita fue en la ex Hacienda de San Gabriel de Barrera, donde bailarines y bailarinas portando sus vestidos típicos, guayaberas, sombreros y paliacates acompañaron los sones, coplas y la música típica de Guerrero, estado invitado de la edición 47 del Festival Internacional Cervantino (FIC).
Descalzos y sobre una artesa en el centro del escenario, es decir una tarima de madera que a los costados tienen figuras de animales, los bailarines zapatearon las canciones llenas de versos que tienen parte de su historia, sus tradiciones.
El baile empezó cuando los bailarines hombres y mujeres se encararon en versos como parte del cortejo amoroso, en la que ellas escuchan atentas y contestan a los hombres hasta con palabras altisonantes.
Fueron más de 60 minutos en que la agrupación cantó y bailó las canciones tradicionales de la cultura guerrerense y sus raíces afromexicanas que incluso antes de terminar el concierto pusieron a bailar al público invitándolo a pasar a bailar sobre la artersa.
La artesa se considera madre del baile afromexicano que se practicaba a principios del siglo VXIII, y que comenzó cuando los españoles trajeron como esclavos a nativos de África para que domaran a los animales.
Sin embargo, como burla, los esclavos al momento de ir a pescar volteaban las canoas y se subían a bailar a manera de burla, así nace la artesa que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en una plataforma que en los costados tiene talladas figuras de animales que pueden ser cabezas de caballo o cerdos recodando la tradición.
Este baile también se utiliza en la Costa Chica de Guerrero en las bodas, donde la pareja sube a bailar a la artesa al ritmo de las coplas.
Silvestre Tiburcio Noyola Rodríguez, es el líder de Los Negros y sus Fandangos, por la difusión a sus tradiciones en el 2001, recibieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
El baile había dejado de practicarse, pero el lingüista e investigador de las culturas de los pueblos originarios, Miguel Ángel Gutiérrez Ávila a principios de 1980 encontró la artesa y empezó a difundir nuevamente la tradición, el baile y las coplas.