Noticias, casi olvidadas, de la calle de Positos en la excepcional ciudad de Guanajuato

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José Eduardo Vidaurri Aréchiga

Cronista municipal de Guanajuato

Calle de Positos a la altura del Callejón de Cinco Señores, en el número 77. Fotografía de Gerardo Mendoza.

Hagamos de nuestro viaje al pasado de Guanajuato, un pretexto para echar a volar la imaginación, con algunas cartas de navegación, y busquemos el sentido de la denominación de una de las principales arterias de la excepcional ciudad, la calle de Positos… para algunos pósitos, para otros pocitos y para otros pozitos. Luego recuperaremos una sencilla anécdota sobre la fuerza de la voz popular que gusta de guardar los nombres que se imponen por tradición.

Placas en la antigua calle del Cerero, desde 1916 Lascurain de Retana. Fotografía: J.E.V.A.

La alhóndiga más antigua de la población se ubicó en la calle de Alonso, justo en el espacio que ahora comunica, rampa abajo, a la propia calle de Alonso con la calle subterránea Miguel Hidalgo y Costilla. Fue en su momento una zona de gran actividad comercial y de mucha agitación derivada del constante tráfico de personas, viandantes, comerciantes, viajeros, pepenadores, vagos y de todo, también circulaban muchos vehículos movidos por bestias de carga y tiro y, naturalmente, una gran cantidad de mulas, burros y caballos que con jinete o en recua provocaban terribles congestionamientos que causaban molestias a la población.

Correspondió al intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena procurar soluciones a esos cotidianos congestionamientos y otros problemas que se vivían en su época, como hemos referido en anteriores paseos por nuestra historia; Riaño procuró el hermoseamiento de la ciudad empedrando calles, mejorando los edificios, dándole mantenimiento al río, evitando las invasiones callejeras y las descargas desordenadas, regulando el tráfico de las carretas y recuas, moderando los excesos en los expendios de vino y tendajones, controlando la embriaguez, la desnudez y un sinfín de acciones que vinieron a mejorar la calidad de vida de nuestro antepasados guanajuateños.

Pero sin duda, lo hemos referido también, fue la construcción de la nueva alhóndiga, en granaditas, justo en uno de los extremos de la calle de Positos, una de las más importantes obras de su gobierno, por su capacidad y por su moderno diseño. Fue también como sabemos su fortaleza y el lugar donde lo encontró la muerte en el terrible, para todos, 28 de septiembre de 1810.

Placa que da nombre a la calle de los Pozitos desde su arranque en el antiguo callejón de zapateros, desde 1928 callejón del Estudiante. Fotografía J.E.V.A

La ubicación de la nueva alhóndiga vendría a desahogar en gran parte los conflictos de movilidad en la zona central de la ciudad y vendría también a fortalecer el desarrollo en otro punto de la misma.

La alhóndiga era Casa Pública y su función era la compra y venta del trigo y otros cereales y granos, en algunos sitios servía también como depósito de múltiples comestibles y mercaderías que, mientras no se vendan, no generan impuestos.

Por su parte, un pósito era, en los tiempos virreinales, una institución de carácter municipal y de muy antiguo origen, dedicada a hacer acopio de cerales, principalmente trigo y prestarlos en condiciones módicas a los  vecinos de una determinada población durante los periodos de escasez. Era también una denominación usada para los depósitos de granos y era, en otros casos, una asociación de ayuda mutua, por cooperación, entre los integrantes de un mismo gremio, casi a la manera de las cofradías gremiales.

Así la alhóndiga y el pósito eran dos instituciones hermanas como escribió don José María Marroquí. En los pósitos se guardaban los granos de repuesto y por lo regular los compraba el Ayuntamiento con un fondo especial, el denominado Fondo de Pósito.

Placa de la calle de Pocitos en la esquina del callejón de Cinco Señores. Fotografía J.E.V.A.

Es probable que cuando se tomó la decisión de construir la alhóndiga nueva en la zona de granaditas ya existieran, en la calle que comunica a la misma desde la antigua Calle del Cerero, algunos pósitos, mismos que debieron estar ubicados en la zona de la Galarza y subida del terremote. Fue quizá desde entonces cuando la gente comenzó a denominar a esa calle de los pósitos como de los positos.

Es factible aún observar que las placas de la nomenclatura de la referida calle, de diversos materiales, están escritas en diferentes formas como hicimos referencia al inicio de este pequeño viaje, y es deseable que se conserven así como un testimonio de la expresión de cada época.

Pero más allá de seguir imaginando cerraremos este viaje con una anécdota real, algo que sucedió justo hace poco más de cien años, allá por el 15 de septiembre de 1916, en el arranque de las fiestas patrias cuando el entonces presidente municipal el licenciado Norberto L. de la Rosa procedió a develar las nuevas placas de las calles del Cerero y Pocitos, mismas que desde esa fecha llevarían otros nombres con el propósito de honrar a tres importantes figuras, el benefactor Pedro Bautista Lascuraín de Retana que donó recursos económicos y algunas haciendas para el sostenimiento de la misión permanente de los jesuitas en Guanajuato. A don Alfredo Dugés el extraordinario naturalista que ejerció como profesor en la época dorada del Colegio del Estado y del eminente sabio y profesor también del Colegio del Estado don Vicente Fernández. 

Placa en la calle de Positos ubicada en la entrada del tunel Juan Valle. Fotografía J.E.V.A.

A la calle del Cerero se le denominó Pedro Lascurain de Retana, mismo que se ha conservado hasta la fecha y que abarca de la plazuela de la Compañía hasta la esquina que forman los callejones de Nuestra Señora de los Dolores (arranque de la Calzada de Guadalupe) y del estudiante (antiguo callejón de Zapateros). Aquí el discurso de renombramiento de la calle estuvo a cargo del propio presidente municipal.

Luego, el tramo que sigue que arranca en la casona del marqués de Rayas y que seguía hasta la bajada del callejón de Cantaritos, se le llamó (sin éxito) Alfredo Dugés. En este tramo el discurso lo pronunció, desde un balcón del juzgado 2º municipal, el Sr. Rodolfo R. Ramírez.

El tercer tramo que va desde el callejón de Cantaritos hasta la plazuela de la Galarza, se llamaría, como anticipamos, Vicente Fernández. El discurso en la plazuela de la Galarza estuvo a cargo de Francisco Vargas. Luego se cantó el himno nacional y se dio por terminado el evento al punto que comenzó a llover.

En atención al propósito que seguramente movió a las autoridades en aquel 1916 para cambiar de nombre y homenajear a tan distinguidos personajes de nuestra sociedad y vinculados a la educación debemos decir que, finalmente, logró imponerse la costumbre popular de llamar a los espacios públicos con referentes que resultaban más fáciles de asimilar y que estaban en su memoria como un referente de siempre.

Existe una calle que se denomina profesor Alfredo Dugés y se localiza entre los fraccionamientos 22 de abril y Lomas de Santa Fe en la zona Sur de la ciudad. No tengo certeza de que exista una calle dedicada al profesor Vicente Fernández. En la vecina siudad de Silao existe una aunque no sé si se trata del popular cantante de ranchero o del sabio originario de Silao.

Cerramos aquí la anécdota con los preparativos para las fiestas patrias 2020 que por motivo de la pandemia tendrán lugar a distancia y, en efecto, resulta más recomendable celebrar a la patria desde casa.

  © J.E.V.A. 2020, SEPTIEMBRE 4

Vista nocturna de la calle de Positos cerca de la Galarza. Fotografía : Alejandro Zepeda.