Hoy estuve en una reunión de amigas en donde se comparten todo tipo de historias que en verdad te maravillas. Desde los recientes viajes al extranjero y a dos de ser víctima del terrorismo en París, pasando por la diversidad de puntos de vista sobre la religión, hasta las historias más extrañas que en alguno de nuestros ámbitos de trabajo nos sucede. De repente, una de mis amigas, recordó la historia que alguna vez nos contara Gaby, otra de mis compañeras, quien esta vez no pudo asistir a nuestra cita.

Aquella vez, Gaby nos contó sobre sus aventuras en rapel, de cuántos países y cuevas ha visitado. Habló de mundos subterráneos fantásticos que, yo en particular, nunca visitaré por mi claustrofobia declaradísima desde siempre.
Ella nos narró que muchas de las cosas que pasan en las cuevas rayan en el mundo mágico, desde seres que se parecen y desaparecen con tanta rapidez que piensas que es tu imaginación allá en la oscuridad parcial de las cavernas, hasta seres elementales que los ayudan a no perderse en las intrincadas series de recovecos en las entrañas de nuestro amado planeta.
El más impactante de todos los relatos que nos contó, es sin duda el que le aconteció a una Doctora en Geofísica que era muy seria y no platicaba casi con nadie, pues debía mantener su estatus fuera como fuera y en donde fuera.
Gaby nos contó que para bajar en rapel siempre lo hacen de uno en uno y algunas veces toman de base o pivote una misma cuerda, y se avanza al momento en que el primero alcanza la marca ya dejada por otro explorador; así cada vez que baja uno es porque el otro ya se desplazó hacia la siguiente señal, y así sucesivamente para no perderse en esos túneles naturales.
La Doctora en cuestión, esa vez, fue la segunda en bajar. Primero se internó en la profundidad de la cueva un joven, quien, llegando al final del tiro por el que bajaban, dio la señal de estar pisando firme, y en espera de que viniera el siguiente, él se entretiene formando monitos antropomórficos de barro, así matando el tiempo. A los quince minutos, se ve que la Doctora se tira en la cuerda y baja poco a poco, él calculando el tiempo de llegada, se sigue hacia el otro marcaje a seguir la línea de exploración ya dada anteriormente por antiguos escaladores. La Doctora llega, pisa firme y manda la señal, jalando la cuerda de que ya está en la primera marca, ella voltea a ver los muñequitos de barro que dejó su compañero, de inmediato los pequeñines le comienzan a hablar con una voz chillona, infantil y a pedirle que juegue con ellos, que están solitos, que les diga cómo se llama… con los ojos desorbitados e incrédula ante lo que ve, en la soledad y silencio de las profundidades terrestre, al borde de la locura, grita desesperada que la suban, que ya la suban, dichas palabras acompañadas con improperios que ella nunca había pronunciado dado su estatus.
Quienes estaban arriba, la jalan y la suben rápidamente. Ella se libera de la cuerda y corre hacia su auto, en donde se queda encerrada, con los ojos llorosos, y muerta de miedo ante lo que acababa de vivir en una de las grandes grutas que hay en Guanajuato.
Nunca más se le volvió a ver en el rapel, desde ahora, ya cree en la naturaleza que nos tiene sorpresas mágicas en cada lugar que pisamos de nuestra amada tierra.
Lo interesante es saber que es posible crear y dar soplo de vida a las figuras de inanimado barro, como los sacerdotes hebreos, los rabinos lo hacen con alguna salmodia y signos plasmados en ese ser para darle vida, les llaman Golem. Sin embargo, el amigo de Gaby nunca habló de haber hecho algún ritual, tal vez la energía de la madre tierra los hizo SER, ella es omnipotente y nos da alimentos y ayuda para el trabajo en esos pequeñines que de seguro crecerán allá abajo en donde se quedaron. ¿Quieres conocer esas grutas? tal vez los seres de barro se muevan y hablen contigo, anímate, ven, lee y anda Guanajuato.