A veces, solo a veces, pienso en lo importante que es para nosotros el saber que lo que uno mira alrededor realmente existe, porque si bien es cierto que damos por hecho que lo que vemos es real, muchas de las veces, otras personas no ven lo que nosotros vemos… pensamos que eso realmente estaba ahí, frente a nuestros ojos. Las personas que lo padecen en ocasiones lo niegan porque no pueden comunicarlo ya sea porque no les está permitido o porque se mueren de miedo al reconocer que no saben que es lo que ven, lo que oyen, lo que viven, al darse cuenta de “eso” con lo que conviven…
Hoy fui a visitar a un estimado amigo mío a su negocio, sobre todo para apoyarnos mutuamente en esta pandemia sin fin, claro que con nuestros cubrebocas para cuidarnos del mal bicho que sigue en el aire. Llegamos Hugo y yo a recoger la comida encargada y mientras estábamos en la espera, comenzamos a platicar con mi amigo sobre las vicisitudes de la vida, sobre el negocio, las finanzas, y tocamos el tema de sus hijos. Yo le pregunté si sus cuatro hijos estaban bien, él me dijo -corrigiéndome– que solo tenía dos hijos. En ese momento Hugo y yo nos volteamos a ver impresionados y asustados. Yo le dije, que no, que hemos visto más niños con ellos. De hecho, para aclararle el punto de lo que decíamos, Hugo le señala una de las mesas del restaurante marcándole con el índice que en esa mesa vimos cuatro niños (lo juro por Dios) que ambos los vimos sentados platicando e incluso con sus computadoras abiertas como jugando en internet. Mi amigo nos ve contrariado con una mirada de que sabe algo indecible, algo que el temor no le deja expresar, voltea rápida y tímidamente baja sus ojos. Hugo, para aligerar la situación, le dice que igual y eran unos amiguitos que estaban con ellos jugando ese día y sonríe, él solo contesta: “¡Ah, sí, de seguro es eso!” y de inmediato se sume en un silencio que nos da la respuesta: no eran amiguitos, al menos no personitas reales. Hugo me comenta en voz baja: “O esos niños sí eran reales o aquí espantan”, yo solo asiento con la cabeza.
De rato, mi amigo nos entrega el pedido. Nos despedimos deseándonos buena fortuna y esperar el vernos pronto. Ya en el carro, Hugo y yo comenzamos a comentar ciertas extrañas circunstancias que vivimos con ellos.
Una noche, hace casi un año, llevamos en nuestro auto a él con su esposa y sus hijos, la familia entera, a ver una casa para renta. Fuimos, la vimos, y de regreso les dimos “raide” a su casa, pero antes pasamos a una tienda, a comprar botana; de hecho, esa vez mi amigo la compró y recuerdo bien que esa noche iban con nosotros en el asiento trasero seis personas: él, su esposa y sus cuatro hijos. En ese momento que redacto, lo recuerdo bien: en efecto eran cuatro hijos incluso uno de ellos se bajó con él a la tienda, y cuando los dejamos en su casa se bajaron cuatro niños y entraron corriendo a la casa en busca de sus perros para mostrárnoslos, los sacaron, los vimos correr con los canes, nos despedimos y nos fuimos a nuestra casa. Lo recuerdo bien, no entiendo que es lo que pasó, en verdad no lo entiendo. Hugo insiste en que vio lo mismo, que sí eran los cuatro niños, que incluso jugaron y se pasearon por la casa, levantaron piedritas y las aventaban al camino…eran cuatro niños los que vimos. Ninguno se veía raro, al contrario, su jovialidad digna de un niño estuvo presente durante todo el viaje que convivimos con ellos. ¡Por Dios!, hablamos con cada uno de los cuatro en atención a mis amigos.
Quiero creer que esos niños que vemos con sus dos hijos son seres que los acompañan y cuidan, pienso que si fueran malignos ya les hubieran hecho daño, a menos que mi amigo ya haya tenido historias y convivencia con esos seres y como vimos no nos quiere contar. El problema es que, dicen los que saben, que cuando un niño muere su alma regresa al seno de Dios, a la inocencia eterna. Si ves a algún niño fantasma o murió sufriendo y ese dolor lo mantiene aquí, o es un ser de los de abajo, de las tinieblas, que busca estar en esta dimensión y vivir de la energía de los vivos, este caso en sus hijos. Me preocupa. Espero poder ir pronto a visitar a mi amigo, en verdad le tengo un cariño entrañable, y si puedo ayudarle a alejar o encauzar esas almas al cielo con gusto lo haré para que pueda estar más tranquilo y pueda liberarse de esa tristeza que hoy le vi en sus ojos. ¿Quieres saber más de lo que sucede en esta mágica e impredecible ciudad? Ven, lee y anda Guanajuato.