Histomagia

Xaman

Compartir

Las lejanas memorias de los que cuentan esas cosas extrañas que pasan en Guanajuato, sobre todo en los hospitales, se hacen presentes en cuanto se evocan desde los sueños o desde la realidad las imágenes de algún objeto o persona o hasta el sentir vivencial que atormentan y que de inmediato te trasladan a ese momento exacto en que estás tan segura de que lo que viste fue tan real como estas letras que estás leyendo.

Me cuenta mi sobrina Xaman que, en estas tardes oscuras, sentada en su terraza viendo el ir y venir de la gente en la lejanía, las luces, su memoria recientemente la llevó a recordar una experiencia sobrecogedora vivida a sus cuatro añitos, en el Hospital de la Presa, cuando estuvo internada convaleciente por una cirugía. Ese hospital tiene a su entrada unos enormes árboles, cuyo vaivén hipnótico logra que la calma entre en los espíritus, tanto de quienes van a sanarse como de aquéllos que se han quedado ahí, a veces se rompa cuando alguien necesita ayuda. Las noches en ese sanatorio son macabras, los que hemos estado ahí internados hemos logrado ver a la niña que ahí se aparece, así como a otros seres fantasmales, doctores o enfermeras ya muertos, que te ayudan o se manifiestan para verte solamente como recordando sus últimos momentos en vida.

Pues bien, esa noche en que tuvo que quedarse hospitalizada, Xaman cuenta que al estar reponiéndose de la anestesia abrió sus ojos y vio la oscuridad del cuarto, iluminado solamente con la luz tenue que estaba arriba de la cama. Entrecerró los ojos, los volvió a abrir y vio claramente que estaba una mujer de pie al lado izquierdo de la cama, era una señora con actitud amable, cargando entre sus brazos una cobija, una manta del hospital; vestía formal: un saco café con falta de corte A del mismo color, blusa blanca, parecía como alguien que acabara de salir de su trabajo de oficina. Su mirada era apacible, transmitía tranquilidad. Mi sobrina pensó que era una de sus tías, hermanas de su papá, así que en su mente adormilada aún por la anestesia esbozó una sonrisa. La mujer le preguntó: “¿Tienes frío?”, mi sobrina adormilada le responde moviendo la cabeza de arriba abajo, evidenciando un “sí”. De inmediato la mujer le coloca encima de las sábanas la manta, Xaman, me cuenta que sintió el peso de las cobijas y cómo el calor la abrigaba; de inmediato se quedó dormida, sin saber nada de lo que pasaba a su alrededor. A la mañana siguiente, despierta y ve esa cobija encima de ella.

Mi hermana Aurora, cuidando su sueño en esa noche en vela, le pregunta que cómo durmió. Xaman le dice que bien y de inmediato le pregunta por su tía Tere, mi hermana extrañada le dice que ella no ha ido a visitarla. Mi sobrina le dice que sí, que ella fue quien le llevó la cobija, y la arropó para que no tuviera frío. Su mamá le dice contundentemente que no, que sólo ella ha estado en esa recámara con ella, que nadie más había ido a verla, que seguramente era resultado del medicamento que le habían administrado los médicos en su convalecencia. Xaman, incrédula, aceptó en silencio de lo que mamá le dijo, pero en su interior se preguntaba y aún se pregunta ¿quién era esa mujer?

Seguramente conoces a alguien que ha vivo una experiencia sobrenatural en los hospitales. Afortunadamente para mi sobrina ese ser que se le apareció era un ser bueno, consciente de su estado, sabiéndose muerta, pero ayudando a los más inocentes, en este caso a la niña que en ese entonces era Xaman. Pienso que, al dormir, esa noche, la mujer protegió con su manto a la niña y a mi hermana de los entes de oscuridad que también conviven con nosotros en los hospitales, tú siempre has visto personas con miradas perdidas, miradas de odio, miradas tristes, y las más de las veces eso que vemos son seres que ya fallecieron y que buscan su lugar aquí, aunque sea entre los fríos pasillos de los nosocomios. Bendito Dios que ángeles de luz protegieron a mi familia esa noche tétrica. ¿Quieres conocer ese lugar de cuidados? Ven, lee y anda Guanajuato.