Histomagia

VOCES MUERTAS

Compartir

La vida de leyendas y misterios en Guanajuato es uno de los atractivos turísticos que encanta -literal- a los visitantes quienes esperan ver en los túneles salir de las paredes a las momias, así mismito como en las películas del Santo, héroe nacional, luchador del pancracio que en los 60´s tuvo un auge descomunal en cine. Siento decirles que no es así. Sin embargo, la magia en esta ciudad existe, tan existe que las calles y callejones esperan con ansía el viento frío de la sierra que trae las nuevas de los espíritus de aquí de la región que se trepan en los árboles, en las estatuas de las plazas, en las fachadas de las iglesias, de los teatros, de las casas antiguas donde también habitan más de una de las almas muertas que desde siempre ya encontraron su lugar aquí y no se van a ir nunca. Aquí ningún espacio está vacío, eso quieren que pienses, por eso se aparecen y a veces buscan imitar a los humanos vivos en su andar, en sus gestos, en sus paseos por la ciudad.

Mi amigo Juan siempre ha sido un escéptico al respecto de lo que sucede en este lugar. Él dice que la magia guanajuatense solo está en la mente de sus orgullos habitantes, bueno al menos eso decía, hasta que le sucedió algo tan extraño que no cabe explicación científica alguna. Ahí se dio cuenta que a esos seres les gusta la soledad, como la que se vive en su casa antigua en pleno centro de Guanajuato.

Juan me contó que cuando vivió en su casa ahí en la bajada del Tecolote, antiguo camino Real de Tierra Adentro, e incluso es parte de la Ruta de la Independencia por donde pasó Don Miguel Hidalgo, famoso ese callejón, pues, una de esas tardes parduzcas donde los últimos rayos del sol anaranjados aparecen por los ventanales que dan a la calle Sopeña, escuchó de pronto, cómo alguien lo llamaba por su nombre. De inmediato pensó que uno de sus inquilinos, le rentaba a estudiantes universitarios, le quería jugar una broma. Satisfecho por el susto que planeaba darle al atrevido que osaba jugar con él, comenzó a seguir a la voz que lo llamaba insistente imitando la voz de uno de ellos. Salió de la cocina y fue a la sala, donde escuchó el primer llamado, y no había, nadie, escuchó ahora esa voz invocándolo en el bajo de abajo, nada, fua al cuarto de debajo de las escaleras nada, y entonces escuchó su nombre arriba, corriendo subió las escaleras, pensando: “no se me va a escapar esta vez”, revisó rápidamente los dos cuartos y ya, sólo quedaba el baño de arriba. Juan sonreía triunfante, pues era seguro que el autor de esta broma estaba detrás de la cortina del baño, en puntitas y sin hacer ruido se fue acercando lentamente al baño, y ahí, antes de entrar volvió a escuchar, su nombre: “Juan”, al instante abrió la cortina y gritó un “buuuu” esperando que el bromista quedara muerto de miedo, fue entonces que se quedó paralizado, en verdad desconcertado, pues sintió ahora sí el terror al no ver a nadie ahí, pensando rápidamente en instantes, decidió poner patas en polvorosa, bajó corriendo las escaleras, y ahí volvió a escuchar su nombre, jura que así fue, pero ahora lo llamaban desde la cocina; en pánico, sin voltear, salió de la casa y se fue a sentar a la banquita de la Plazuela del Ropero, ahí donde está estatua ahora de Jorge Negrete. Se sentó, encendió un cigarro y esperó a que pasara el tiempo, para dar oportunidad a que alguno de los chicos llegara a su casa, no quería estar solo, de hecho, le digo, nunca estuviste solo en esa casa. Cavilando poco a poco tomó fuerzas y después de una hora subió a la casa y ya vio que había movimiento de humanos vivos, los chicos ya habían llegado, entró, los saludó y subió las escaleras, esas escaleras que antes había bajado corriendo, las subió tranquilo, esperando que esa voz, ya estuviera al menos lejos de él, de sus oídos, de su vida. Ahora sabe que no es así, que esa voz, lo espera por siempre.

Yo le digo a mi amigo que al menos tiene a alguien que lo cuida, pero en verdad no sabemos si así sea, porque puede ser su abuelita Natalia, o algunos de los muchos espectros, fantasmas, almas en pena, almas muertas que siguen en donde creen que es su espacio.  

Cuando vengas a Guanajuato revisa en los recovecos más escondidos si ves algunos ojos temerosos espiando, alguna bruma gris que de repente se esfuma, o hasta algún ser sombra negro de tres metros de altura,  o escuchas que te llaman por tu nombre, no te asustes, estos seres viven aquí permanentemente, tú sólo vienes por un momento, como Juan que ahora ya vive en EEUU, lejos de esta ciudad mágica, pero que de vez en vez la extraña y se aparece como alma que lleva el diablo, porque lo hace de entrada por salida, pues su vida, él es guanajuatense, es donde la familia esté y la suya está allá donde tiene el corazón.

¿Quieres conocer este lugar? ven, lee y anda Guanajuato.