Santiago Torres asume con plena satisfacción su identidad, esa que ha forjado a lo largo de 35 años y le permite echar a volar sueños y los transforma en bellas figuras. Con sus creaciones juega, ríe, goza, disfruta la vida y permite que otros sientan lo mismo; y es que según él, las miradas del “otro” son circunstancias que afectan su vida.
Cuando los niños se acercan a ver y tocar los juguetes de barro, como los “cochinitos” que ilustran esta reflexión, al artesano le brilla el rostro, de verdad se entusiasma y de inmediato les explica todo el proceso de elaboración; tal vez porque se siente seguro de su identidad, sabe quién es y está en condiciones de salir de sí, de ver por los demás; es alguien con capacidad fraterna, solidaria, cooperativa.
Su personalidad se refleja no tan solo ante los niños, a quienes se entrega por completo, también en las piezas que elabora: casitas, jarritos, macetas pequeñas o vasijas de varios tamaños. Es posible que al crear las figuras de “cochinitos” recuerde aquellos momentos de su infancia y vuelva a su mente la canción de “Cri Cri”, “tres cochinitos están en la cama…”.
Tal vez muchas cosas más pasen por la mente de este artista cuando sus manos le dan vida al barro y llenan de fantasía su taller ubicado en el Callejón de San Joaquín, en pleno barrio de San Luisito. Una de esas cosas es colaborar en el programa “Manos en Vuelo”, que otra entusiasta de las acciones solidarias, Elena Ortiz Muñiz, impulsa para rescatar las artesanías ancestrales de Guanajuato.
Santiago insiste en señalar que solo a través de la mirada “del otro” – su familia, vecinos, amigos, etc, etc – su vida tiene sentido, y refleja esto en las formas y colores que inundan y emocionan a quienes le visitan en su pequeño taller de alfarería tradicional.