La mejor manera de predecir el futuro es creándolo.
Peter Drucker (1909-2005) Profesor y consultor de negocios austriaco.
Pasó la Navidad con su cauda de nostalgia íntima que acaricia los corazones y nos sensibiliza, al menos por unos días, de que vivimos en espacios compartidos con otros seres humanos, unos amados y entrañables, otros queridos y apreciados, además de aquellos a quienes, habrá que confesarlo, ni siquiera quisiéramos darles el saludo. Así es la vida. Pero la convivencia es una característica humana y es deseable construir bases de respeto y niveles de tolerancia, en los que no se rebasen los límites, para luego no ser testigos de abusos incontrolables por parte de personas de comportamiento inmoderado, a las que no les gusta sujetarse a las normas de conducta, libre y formalmente convenidas.
Nos quejamos de las malas acciones de los otros, pero pocas veces nos detenemos con relativa serenidad, a reflexionar con sentido autocrítico, sobre los pensamientos, palabras, obras y omisiones, que en un momento dado constituyen agresiones hacia nuestros próximos en el entorno. Pero ¿cómo me atrevo a decir esto? Bueno, porque creo que, si le echamos una simple mirada al mundo, veremos reflejada la conducta humana global, que incluye nuestra propia conducta, en las condiciones actuales del planeta y en las tensiones, riesgos y peligros inminentes a los que está sometida la humanidad.
Hoy ya estamos a más de un mes de haber iniciado un nuevo año, viajando en este vetusto planeta de más de 4,500 millones de años de existencia, según la ciencia. Que carga con una población que superó los 8 mil millones de seres humanos, trasladándose a una velocidad inconcebible de 30 kilómetros por segundo, y girando sobre su propio eje para regalarnos esos cautivadores amaneceres y esos fascinantes atardeceres. Nuestra amada casa, nuestro hermoso planeta azul, con un catálogo impresionante de formas de vida y de materiales diversos que nos brindan tanto escenarios con decoraciones preciosas, como sustratos para la imperiosa conservación de la vida.
Sin embargo, a la vez, atestiguamos cómo millones de personas viven en condiciones de pobreza extrema, con las consecuencias que esto representa en salud y falta de condiciones mínimas de bienestar. Algo que constituye una bofetada para la conciencia, de lo cual parece que nos percatamos sólo cuando dejamos de lado, al menos por unos momentos, nuestras ocupaciones mentales y echamos un ojo a la realidad que crudamente nos envuelve. Han pasado miles de navidades, se han iniciado miles de nuevos años y la humanidad no ha logrado que esos momentos de sensibilidad que se acomodan en los corazones, se extiendan perdurables para integrarse como factor humanista y resolver la cuenta pendiente de igualar lo injustamente desigual. Esa situación que, pasada la emoción transitoria, se convierte en un proceso escandalosamente normalizado.
No puede existir la igualdad, dicen algunos, no sin cierta razón. Pero eso no nos da derecho a tratar de abusar de los demás, con el propósito de hacer valer nuestras intenciones, a costa de lo que sea, legal o ilegalmente. Para poner un freno a ese tipo de actitudes abusivas, los individuos en la sociedad se unen en libertad, para proponer normas que constituyan mecanismos de control contra las arbitrariedades y excesos, lo que paradójicamente para muchas personas, esto solamente significará nuevas barreras que trasponer, despreciando el objetivo de generar un impacto significativo para el desarrollo de mayores niveles de nobleza, de un comportamiento humano solidario.
Actualmente vivimos en nuestro planeta, situaciones que la ciencia nos advierte como riesgos que amenazan seriamente la supervivencia humana, producidas por factores que los mismos seres humanos han ido paulatinamente agravando y que, de acuerdo a evidencias reales, en los últimos años se han acelerado exponencialmente. El calentamiento global y sus consecuencias en los cambios de clima, pueden ser causantes a su vez, tanto de la extinción de algunas formas de vida, como de inducir condiciones para la aparición, reaparición y proliferación de nuevas formas orgánicas, con signos de interrogación respecto a su naturaleza y efectos en los ecosistemas. Las dudas se centran en bacterias, hongos y virus, pero el abanico de contingencias se vislumbra amplio y diverso.
No puedes escapar de la responsabilidad del mañana evadiéndola hoy, sentenciaba Abraham Lincoln. Pero eso es lo que hacemos los humanos con relación a las cuestiones fundamentales de la existencia, subrayando prioridades muy por debajo de los objetivos específicos de la felicidad humana y sonreímos con sarcasmo apreciando esto como un objetivo meramente romántico. La mente se acondiciona a que lo importante son los asuntos del trabajo, obtenerlo, mantenerlo, superar posiciones, alcanzar un estatus preponderante y en su momento disfrutar de los beneficios de las ganancias producidas. Pareciera como que existe una maquinación para confundir el concepto de felicidad con el de placer: causan placer los logros materiales que proporcionan recursos que generan a su vez otros tipos de placeres, ya que finalmente se afirma que el dinero todo lo compra. El poder causa el placer de dominar a los demás y esto se usa para acrecentar las posibilidades de conseguir lo que se desea, muchas veces por desgracia, a causa de lo que sea.
Ayer, hoy era el futuro y en México el tiempo parece estancarse. Aceptamos que vivimos en un régimen democrático, pero también que observamos corrupción constante en una clase política ambiciosa, proclive a asociarse con empresarios sin escrúpulos, a quienes la productividad y la calidad les tiene sin cuidado, preocupados más por las ganancias, aun cuando sean ilícitas e incluso relacionadas con el crimen organizado. Se alienta la economía informal en un marco de ilegalidad, para abusar de la gente necesitada de trabajo, no sólo con salarios bajos, sino además exigiendo filiación política por medio del chantaje, comprometiéndolos con el voto y el apoyo en manifestaciones. Todo esto cubierto de una gruesa capa de impunidad institucional.
Un factor de los males de México se centra en ese sistema político que ha hecho de la corrupción un modus operandi, que la ha infiltrado en el torrente sanguíneo del organismo nacional, afectando a gran parte del tejido social a todos los niveles: una clase alta a la que ya sólo pertenecen aquellos políticos y empresarios alevosos, decididos a mantener el estatus a toda costa. Una clase media apocada, indiferente a los problemas sociales, que sólo reacciona si se ve envuelto en una traba directa, clamando entonces por solidaridad sin encontrar eco en su entorno. Una gran fracción de mexicanos en pobreza, cada vez más harta de la situación. A todos los niveles, parte de estas fracciones decide alinearse con la delincuencia, algunos tratan sencillamente de evadirse, sobreviviendo en el seno de su propia desventura.
Para los políticos y los partidos este es un escenario deseable, calibrado para sus actuales y futuros fines, una población mayoritariamente desvinculada, desinformada, enajenada en los entretenimientos cotidianos, fácil presa de líderes que describen un espejismo, una felicidad basada en promesas no sujetas a comprobación de pertinencia y factibilidad, eso que se define como demagogia. La oferta del cambio transformador para que finalmente nada cambie, pues el verdadero cambio camina por otras direcciones.
Los mexicanos tenemos que aprender a ser autónomos y productivos, aspirar a tener un mejor nivel de calidad de vida, mediante una educación que nos conceda la libertad de decidir las condiciones de nuestro propio concepto de bienestar. Aprender a seleccionar, instalar y operar un gobierno que trabaje con honestidad, que cumpla cabal y eficientemente con las tareas que le corresponden constitucionalmente, siempre en beneficio del bienestar social. Una sociedad que exija sus derechos, pero que también sea consciente de la importancia esencial de respetar y cumplir sus responsabilidades en el marco de la ley.
En la política no hay mesías, pero sí farsantes que se enquistan en el mismo sistema corrupto imperante, para de una forma u otra obtener beneficios para ellos mismos y para el ejército de sus incondicionales. Una sociedad sana que aspira a la calidad, establece como prioridades la libertad y la justicia social, que se le han negado por muchos años, lo que ha provocado que millones de mexicanos vivan hoy en un grado ofensivo de pobreza. Que ya no sea esto un fatídico futuro.
“Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. / Somos seres llenos de pasión. / La vida es desierto y oasis. / Nos derriba, nos lastima, / nos enseña, / nos convierte en protagonistas / de nuestra propia historia. / Aunque el viento sople en contra, / la poderosa obra continúa: / Tú puedes aportar una estrofa. / No dejes nunca de soñar, / porque en sueños es libre el hombre. / No caigas en el peor de los errores: / el silencio. / La mayoría vive en un silencio espantoso. / No te resignes. / Huye”.
Walt Withman