“Yo no creo en las brujas, pero de que vuelan, vuelan”.
Vox Populi
“Guanajuato es un lugar de brujas”, eso me dijeron cuando llegué a estudiar a la universidad hace mucho tiempo. Siempre pensé que era mentira, pero he escuchado tantas histomagias que en verdad creo lo que dicen los que saben: donde hay pirules, hay brujas, y la región está plagada de Pirules, de hecho, hay una comunidad que se llama Paso de Perules (el habla cambia la lengua, para ellos perules es pirules), así que sí, sí tengo ya la certeza de que las brujas están presentes en esta mística ciudad y con lo que me contó mi amigo, esa certeza se queda para siempre en mi mente y corazón.

Miguel, amigo mío desde hace muchos años, me cuenta que cuando él era pequeño, vivía en una comunidad cerca de la capital. Dice que allá las noches son un puñado de estrellas, porque sí se ven todas, todas, y a veces en el cielo se ven pasar estrellas fugaces que, según su abuela, dan suerte para la cosecha. Cerca de su casa de piedra con techo de lámina, había un riachuelo que en tiempos de lluvias les daban suficiente agua para la casa, lavaban ropa con esa agua bendita del cielo, y daban de comer a las pocas gallinas que tenían. Su abuela siempre estaba pendiente de todo lo referente al hogar, tanto en lo físico como en lo mágico y espiritual. Ella rezaba a las doce del mediodía todos días, la hora del Ángelus, siempre dando gracias por los alimentos que iba a cocinar, su sazón era resultado de la alquimia mágica que desde sus antepasados le tocó a ella y en verdad hacía su comida sencilla pero paradójicamente espectacular en sus sabores.
Una noche en que estaban mirando el cielo desde su patio, Miguel y su abuela hablaban de la familia, de sus antepasados, en dónde vivieron, cómo hacían para sobrevivir en los tiempos que les tocaron vivir, y sobre todo ella le insistía en la importancia que es tener una familia y saber cuidarla de todo lo visible y lo invisible, todo esto sin que ella quitara los ojos de su bordado de una servilleta para las tortillas. Se hizo un silencio. Ante tal momento de sabiduría, Miguel, extrañado, le preguntó: ¿Cómo hacer eso? Yo no sé magia abuela, le dijo. Ella le explicó que la magia es la energía que hace que este mundo avance y viva. La magia está en todo, en cada objeto, en cada árbol, en el agua, en el fuego que nos permite transmutar verduras y carne en comida, en el aire, en el viento, en el soplo de vida que hace que todo cambie, todo al unirse crea algo bueno o malo según las intenciones que son la energía que mueve el mundo. Hay personas que usan su propia magia para hacer el bien o hacer el mal, depende de lo que cultives en tu corazón. Silencio profundo viendo las estrellas. Esta vez el silencio se interrumpió con el “chu, chu” de algún ave que se posó en el techo de su casita, el ruido de sus patas al caminar en la lámina era muy fuerte. La abuela dejó el bordado en su regazo y echó un vistazo rápido y alcanzó a ver una sombra que se asomó a verlos y que rápidamente retrocedió ante la vista rápida de la anciana. El “chu, chu” se volvió a escuchar. Miguel asustado, quiso hablar, y su abuela hizo un ademán con su mano extendiendo la palma diciéndole: calma, calla. Volvió a su bordado y dijo en voz alta: “ven mañana temprano, te daré una taza de azúcar”, eso bastó para que esa ave volara al instante. Miguel callado aún, preguntaba con la mirada qué había pasado. Su abuela le dijo: “hablando del mal y cómo combatirla, esto que acabo de hacer y decir, estas pocas palabras, han protegido por mucho tiempo a las familias en las comunicades. Los que sabemos nos damos cuenta de cada sonido, de cada aire, ventisca, de cada olor en el ambiente, de cada espíritu o fantasma que mueve las cosas y las cambia de lugar, de los muertos que se suben y no te dejan dormir, muchas cosas que suceden, y sabemos qué hacer para que todo esté equilibrado, que estemos dentro del bien, y que el mal, no entre ni a tu casa ni a tu corazón”. Miguel le da las gracias a su abuela y ambos se meten a su hogar para descansar.
Al día siguiente, muy temprano, tocaron a la puerta, mi abuela que ya estaba despierta desde las 5 de la mañana, sin casi hacer ruido, pasó cerca de mí con una taza en su mano, me vio amodorrado y me dijo: “vuelve a dormir, todo está bien”. Hice como que volví a mi sueño, y cuando abrió la puerta, vi a mi vecina, una ancianita que vivía a dos casas, diciendo: “vengo por mi taza de azúcar”, mi abuela se la dio y le dijo: “ya no vengas a volar de noche acá, vete a otro lado, somos gente de bien, cuida el azúcar porque te la doy de buena voluntad para que tu corazón se endulce y te haga hacer el bien no el mal”. La ancianita asintió con la cabeza, se dio la vuelta y se fue. Mi abuela suspiró, rezó un padre nuestro y dijo: “te ato a la sangre de Cristo para que tu mal se vuelva un bien”, se persignó y volvió a sus labores. Miguel jura y perjura que ahí entendió que las brujas existen, y que están a nuestro alrededor.
Dicen los que saben que los seres como brujas, duendes, hombres sombras, hombres lobo, vampiros, seres de bajo astral, están tan cerca para que no las podamos ver, así es el mal, pero el bien también, por eso cada uno de nosotros debemos decidir hacia dónde encausamos nuestra energía, pues ella alimentará la vorágine espiral que vibra en cada cosa en casa ser, en nosotros mismos. ¿Quieres conocer a Miguel? A la fecha él se dedica a cuidar de su familia y de otros, pues se dedica a curar personas ahí en el mismo cuartito donde de niño vivió, ahí donde murió su abuela y él jura que le ayuda a sanar a los demás. Ven, lee y anda Guanajuato.