Hace 10 años se fue, pero en realidad, permanece, no se ha ido; sobre todo para quien vive del periodismo y para él, su herencia es sustanciosa. La parte más importante de ese legado es el primer párrafo de cada una de sus obras.

En ese primer párrafo está la síntesis de todo: estructura, tono, estilo, ritmo, longitud y el carácter del personaje; un ejemplo es aquello que dice: “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Contundente.
Otro ejemplo: “era inevitable, el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, a donde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años”.
En uno de sus cuentos, dice al principio: “el hombre de la agencia funeraria llegó tan puntual que María dos Prazeres todavía estaba en bata de baño y con la cabeza llena de tubos rizadores, y apenas tuvo tiempo de ponerse una rosa roja en la oreja para no parecer tan indeseable como se sentía. Se lamentó más de su estado cuando abrió la puerta y vio que no era un notario lúgubre, como ella suponía que debían ser todos los comerciantes de la muerte, sino un joven tímido con una chaqueta a cuadros y una corbata con pájaros de colores… María dos Prazeres, que había recibido a tantos hombres a cualquier hora, se sintió avergonzada como muy pocas veces…”.
En “El Olor de la Guayaba” – esas conversaciones con el periodista Plinio Apuleyo Mendoza – dice: “la primera frase puede ser el laboratorio para establecer muchos elementos del estilo, de la estructura y hasta de la longitud del libro”.
Y sí, en las primeras líneas se ubica todo, el escritor lo sabe, lo siente y, sin saberlo, suelta el pulso, como en esa pequeña gran obra de un mexicano: “vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. ¡Genial!.
Pero, volviendo a García Márquez, su legado se recuerda a 10 años de su partida, el 17 de abril del 2014, en la Ciudad de México. También, un 17 de abril, pero de 1695, partió la llamada “Décima Musa”, ardiente defensora de sus ideas, entre las que destaca el reclamo de las mujeres para ser intelectuales y eruditas, Sor Juana.
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PD .- La gráfica fue tomada del Instituto Cervantes.