Ecos de Mi Onda

Otro semblante de la realidad

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Hay algo que distingue a la tragedia de la comedia.

La tragedia pinta a los hombres peores de lo que son, y la comedia, mejores que los del presente.

Aristóteles (384-322 a.C.) Filósofo y científico griego.

La densidad convexa

La sombra de mi somnolencia
se alarga por las tardes,
sobre el contorno niquelado
del quehacer laborioso,
que se refugia en el descanso.

Solitario
permanezco ignorante
entre el tumulto entreverado,
el avanzar de tanta gente,
la densidad convexa
que inicia y que termina
en el mismo punto,
eternamente.

Ya hemos causado tanto daño
y sufrido el mal equivalente,
nada se gana en el combate,
haciendo balance de las cuentas
siempre resulta más lo que se pierde

¿Quién se ha guardado entonces
todas las múltiples ganancias?

Sequía

Azoro en la llanura marchita,
las últimas gotas de sudor
alientan apenas el peregrinaje,
con la tristeza colgando
de todas las memorias
asomando confusas.

Vapor de gotas de rocío,
ocres semblantes en las fotografías,
que en el camino van desvaneciendo.

Los juegos,
paisajes,
los amores
y hasta el mismo retumbar
de los resentimientos.

Barro polvoroso y reseco
que ocupas los pulmones
canjeando el aire
invisible,
inasible,
imprescindible.
Aire estático
sofocante,
ardiente sol.

Avance cuesta arriba,
Tal vez encuentre alguna nube
(y la plegaria trasciende a la blasfemia)
Ilusión un poco más allá.
Tal vez franqueando la colina.

Jaque mate

Vago por el mundo confundido,
sin brújula me encuentro a la deriva,
entre los achacosos sueños
de los letargos crepusculares.

En los raídos recuerdos
parezco flotar en los espacios tersos,
con los deseos que han ido marchitando
en este trémulo cuerpo entumecido.

El tiempo no tenía significado
en todo lo relativo conforme al infinito,
pero siempre avanzaba sigiloso
como un lobo discreto inadvertido.

Hay pocos víveres ya en los anaqueles
y en el tablero se percibe el jaque mate.
Aquí lo espero como lobo mercenario,
oteando vigilante el horizonte nacarado.

Sombra envolvente

Corre lejos,
cava un hoyo profundo
y esconde la cabeza
hasta que le broten raíces
que se extiendan bajo tierra,
para nutrir el tronco
de tus estáticas ideas.

El
árbol
de todos los
prejuicios.

Bajo su sombra envolvente,
con esa carga de contradicciones,
tal vez un día,
regrese la infantil inocencia
y se columpie en tus ramas.
Tal vez,
sí,
tal vez,
encuentres el amparo
sutil
de una brisa refrescante,
para poder retornar
con valor
al punto de partida
y
encarar
el embate.