Histomagia

SER ULTRATERRENO

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Guanajuato tiene misterios desde lo más profundo de sus cuevas, de esas entrañas que parecen impenetrables y que han sido la clave para la extracción de plata y oro y la proyección internacional de este lugar desde la época de la colonia. Esa condición geológica es la causa por la que Jorge Ibargüengoitia en sus novelas y relatos le llamó “Cuévano”.

Los túneles mágicos que hay para transitar en esta ciudad fueron hechos por los mismos mineros que han dejado sus vidas al cavar caminos para que los seres humanos puedan explotar las minas, y dicen los que saben que siempre debes pedirle permiso a la tierra para que pueda darte paso a su vientre y honrar ese permiso tomando sólo lo que dijiste que vas a tomar, el mineral que vas a tomar, pero cuando la avaricia te lleva a extraer más de lo acordado, la tierra crea derrumbes, anega con lluvias los túneles o, en el peor de los casos, libera energías que los humanos no creemos que existan pero que están ahí, listas para que, a la menor provocación, salgan a mostrarle al mundo que no estamos solos que siempre nos han acompañado y están con o contra nosotros, eso es lo que nos hace sorprendernos de cómo las energías de la propia tierra se manifiestan en la oscuridad de los túneles, en la piedra herida que llora el agua subterránea, cosas que desatan muchas de las veces misterios que no podemos llegar a comprender.

Me cuenta mi amigo Memo, que cuando los mineros comenzaron a dinamitar los cerros para poder crear nuevos caminos que pudieran conectar los barrios de esta ciudad, hubo energías que se escuchaban a veces como rugidos en los nuevos caminos o a veces somo sollozos. Pensó que entre el estruendo de las explosiones y su muy común, en ese entonces, estado inconveniente con bebidas espirituosas, eran los que le hacían imaginar que escuchaba tales sonidos. “Pero no fue así, Gaby”, me dijo, “no fue así”. Su mirada se pierde en el horizonte, temiendo lo que va a decir, lucha un instante en su interior y comienza su histomagia. Él me asegura que lo que voy a narrar aquí, él lo vivió, nadie se lo contó, él lo vio con esos ojos que se han de comer los gusanos, “fue una experiencia que me hace tenerle aún más respeto a la tierra que piso”, me dice.  

Memo relata que una de esas noches en que estuvo muy a gusto con los compañeros de su licenciatura cenándose unos tacos en el Callejón de Sepultura, optó por caminar hacia su casa ahí antes de llegar a San Javier, iba solo caminando por la bajada de Masaguas cuando vio la incipiente brecha que se abría ante sus ojos ahí por la bajada que conecta a la Calle del Sol, que baja por Sepultura y que hace tomar el túnel para ir a San Clemente, ese pequeño túnel fue de los más recientes y que en verdad ha ayudado mucho a liberar de tránsito de autos de la ciudad. Pues bien, Memo me dice que se le hizo fácil bajarse por ahí para cortar y llegar más rápido a su destino. No le importó la cinta amarilla de “Peligro”, él ya quería llegar a su hogar. En un rato más tendría que estudiar para uno de los exámenes y necesitaba llegar rápido, “por eso no tomé nada ese día, ni una cerveza, no quería reprobar el examen”, me dijo.

Así que valiente e imprudentemente se saltó la cinta y casi a tientas aluzándose con una pequeña lamparita que tenía de llavero, fue esquivando peñas para hacerse paso, “el túnel aún estaba bajito, no se podía caminar, era trepar y bajar piedras”, me cuenta. Su preocupación por salir rápido y tomar el camino a su casa, no le hizo notar de principio el sonido de una respiración afanosa, sólo hasta que el eco le hizo oír por duplicado -supongo que ayudándole a protegerlo, porque la naturaleza nos protege señores- ese sonido que no sabía de dónde o de quién o qué venía. Memo se quedó quieto e inquieto porque en ese momento se dio cuenta que había sido un error no caminar por las calles, quiso darse prisa para salir , pero la luz tenue de su lamparita le permitió ver de dónde venía ese sonido: en el techo de ese incipiente túnel, vio a una especie de animal tipo perro que se arrastraba con considerable dolor intentando entrar debajo de las peñas, sus ojos eran muy grandes, sus fauces enormes, su pelaje estaba lleno de polvo, ese animal no lo vio, sólo pasó rapidísimo a meterse entre las entrañas expuestas de la tierra en esas piedras duras como protegiéndose del aire, de esa pequeña luz que piensa Memo lo hizo devolverse a su lugar dentro de la tierra, porque sí, ante sus ojos, ese ser tocó las peñas caídas y se desapareció.  “¿Qué los hace aparecer y desaparecer al instante?, ¿por qué a mí me pasó esto?, ¿ese ser es un intraterreno? Porque no era un perro, parecía un canino, pero sus patas traseras no estaban, sólo estaba el torso, por eso se arrastraba tipo soldado en la guerra”.  Memo al instante en que ese ser desapareció, como pudo voló arriba de las peñas guiándose por la luz azul del amanecer pues su lamparita ya había expirado, y salió y escaló hasta la Calzada para salir de la red de túneles y mejor caminar despacio hacia su casa y llegar, pero en verdad llegar vivo, sin sobresaltos a estudiar.

Dicen los que saben que los seres intraterrenos son elementales que cuando pueden y quieren nos ayudan dándonos, sí los metales de la tierra pues son sus cuidadores, pero también nos ayudan cuidando las raíces de los árboles para que tengamos comida y oxígeno, cuidan también el agua subterránea de los pozos. Esos seres son de varios tipos: duendes, ondinas, hadas, salamandras, pero a veces cuando movemos la tierra, aparecen otros que cuidan a nivel energético la consistencia dura de la tierra, esas piedras que nos sostienen y que nos permiten vivir de ellas en las construcciones. Ese ente, tal vez estaba dormido, y las explosiones lo dejaron salir desde esas entrañas de la tierra, tal vez las explosiones le volaron las patas traseras, no sé, pero esos seres posiblemente también nos defienden de otros ultraterrenos que nos quieren desaparecer de la paz de este planeta, eso sí, esta ciudad ha movido tantas energías que por eso la vida aquí es misteriosa, mágica y con tantos fantasmas y aparecidos que nos hacen compañía todo el tiempo.

¿Quieres pasar por ese túnel? Yo te llevo. Ven, lee y anda Guanajuato.