Histomagia

FANTASMA EN MEXIAMORA

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Cuando vives en Guanajuato, las historias de fantasmas no son sorpresa para los habitantes de la ciudad. Siempre hay “un yo lo vi” decía mi abuela, refiriéndose a los testigos de lo que haces, pero aquí, ese dicho tiene otros matices, contrastes, aquí en esta mágica ciudad, siempre ves, sin saberlo y queriendo y no, sombras, espectros, apariciones que conviven con todos nosotros siempre, el frío en la espalda, las voces furtivas que se escuchan al pasar por los callejones, el sentir a alguien cerca y estar totalmente solo…muchas cosas habitan aquí, no sólo nosotros.

Hace poco Alex, mi hijo, me contó la historia de un viejecito que todas las noches se sienta en una de las bancas de la Plazuela de Mexiamora, en pleno centro histórico de la ciudad. Alex me dice que el ancianito cada que lo ve le pide que le regale una canción, ya que mi hijo toca en una de las más talentosas estudiantinas de Guanajuato y siempre trae su guitarra, y sí él le regala canciones de amor porque, eso dice el viejecito: “espero a que ella aparezca”.  Extrañado Alex toca y canta, y observa que el anciano no despega la vista del callejón de enfrente Alex voltea y no se ve nada ni nadie, es de madrugada, eso sí, el frío arrecia y se siente en la espalda, mal presagio, piensa Alex.

Después de cantarle y antes de despedirse, mi hijo le pregunta que quién es la mujer que aparecerá, que si viene por él y lo lleva a su casa. El anciano le contesta que él no tiene casa, que bebe porque el amor de su vida se fue lejos, y visiblemente entusiasmado, con sus ojos al borde de las lágrimas, le cuenta que la señal de ella va a pasar las luces de las farolas extrañamente titilan, esas luces me dan la alerta de que debo esperar a que surja de las sombras del callejón que da al estacionamiento. Ella se aparece desde las sombras, sabe que la espero, y la esperaré siempre, el mundo del más allá nos quiso separar, pero no, aquí estamos los dos, juntos al menos un instante antes del amanecer, en las luces azules que la envuelven así, hermosa, vestida de blanco, con su pelo suelto y largo al viento, que ella pasa y ahí, al pasar por su banca donde se sienta a esperarla, ella le toca la mejilla con su fría mano, y se va por el callejón que baja al Teatro Principal, sigue su camino y regresa al Panteón de Santa Paula donde están sus restos.

Le cuenta que ella lo ama y él la ama. Sus padres no la amaron, por eso le quitaron la vida al separarnos, pero Dios, en su infinita misericordia, nos deja juntos al menos un instante cada día, pues ante la negativa de amarnos, ella se tiró del balcón de su casa, rodando por la peña. Sus padres no pudieron con la culpa y se fueron de aquí, yo en cambio, me quedé aquí solo, en esta banca donde le declaré mi amor y ella dijo que sí, y seguí aquí esperándola toda la noche, yo la invocaba, que viniera, tan sólo una vez más la quise ver, aquí hace frío y el vino me hace compañía desde ese entonces y  una de esas madrugadas ella apareció, yo la vi y pensé que era por la euforia del alcohol y no… en serio… ella viene cada madrugada desde el más allá… por eso la espero y su caricia helada me deja sentir el amor que solo una mujer enamorada te hace sentir.  Alex no dijo nada, el viejo con la mirad perdida en el callejón de enfrente le pide una canción más, mi hijo le canta, y al terminar lo deja solo en esa banca de Mexiamora.

Me cuenta Alex que sintió pena por dejarlo ahí, pero en verdad, tan invaluable es el amor de una mujer que la muerte es la que permite, muchas veces, seguir el romance desde la distancia, desde el más allá, pues la base del amor es el cónclave de intimidad, de secrecías entre los enamorados. Dios le otorga el permiso a la muerte para darles vida a esos dos.

Dicen los que saben que cuando el amor verdadero entre dos los encuentra, hacen que brillen al momento de estar juntos, y esas chispas, esas lucecitas que salen de sus corazones y cuerpos son lo que los hacen uno para la eternidad, es su código para regresar y estar junto en un instante porque el tiempo es eso instantes eternos e infinitos que hace que todo valga la pena y la alegría por saberte amado aún en la distancia de la muerte. ¿Quieres ir a Mexiamora? Ven, lee y anda Guanajuato.