Histomagia

PERMANECER

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Guanajuato es una ciudad que permanece. Permanece en el tiempo, en el cariño de los habitantes, en la cultura internacional, en la algarabía de la ciudad con sus estudiantinas y su canto, en los estudiantes de la Universidad de Guanajuato que día a día inyectan entusiasmo a cada calle, callejón y plaza con sus discusiones en cafés, bancas del jardín, caminando las calles de esta mágica ciudad…la ciudad se mueve y es casi imperceptible, pero persiste en la mente, en el alma, y en cada recuerdo de quien vive aquí o visita  o muere en esta ciudad.

Y sí. Una ciudad colonial que se mueve en el tiempo trasciende en los recuerdos de las peñas que la sostienen, en la poca o mucha tierra que cubre las tumbas de los antepasados que se quedan sí en la tierra, pero por toda la ciudad ellos la caminan, la disfrutan, porque para ellos el origen de sí mismos los hace ser parte de cada rincón de este lugar.

Cargado de historias y penumbras, Guanajuato sigue cada paso de las personas y personajes y la muerte los reinventa al trascender de este plano y su alma se presenta como espectro, fantasma, alma en pena, seres sombra, apoderándose de la ciudad, pues a cada persona ellos se aproximan, se acercan leyendo cada una de las emociones, los miedos, incluso las expectativas, y a veces, sólo a veces, se aparecen a reclamar algo que es suyo y que dejaron aquí.

Me cuenta mi amigo José que la última vez que vino a visitar a sus tíos, llegó de noche, tarde ya, así que sólo tuvieron un breve saludo, y a descansar. Eso pensó.

Algunas casonas en Guanajuato son muy particulares: se comunican internamente por medio de puertas que te llevan a una habitación, a otra y a otra, por lo que las puertas en sí emulan un pasillo, cuan larga es la casa. Así que a mi amigo le tocó ir hasta el fondo de ese simulado pasillo, a donde llegó, y encontró una vieja cama de latón que él no recordaba tuvieran sus tíos, pero bueno, no le dio importancia, se alistó a dormir, y se metió a la cama. Las mantas eran muy calientitas por lo que se durmió de inmediato.

No sabe cuánto tiempo pasó, pero entre sueños sintió que algo o alguien movía la cama, pensó que soñaba y siguió dormido, pero el movimiento lo volvió a despertar, y vio cómo de la cabecera de la vieja cama de latón, salió una sombra grande que se paró a un lado de la cama, en su ensueño pensó que se lo había imaginado que de seguro era su tía que quería despertarlo temprano e ir a misa a San Sebastián,  acurrucado en la cama, abrió lentamente  los ojos y vio entre la penumbra que hacía la lámpara del patio en su cuarto, cómo la sombra oscura estaba buscando algo en la pared de enfrente, la que colinda al patio, José sacudió su cabeza pensando que seguía en su sueño, pero no, no lo era. Vio cómo, con desesperación, esa sombra metía sus manos en la pared y sacaba puños de tierra que aventaba a un lado suyo, sin importarle el ruido, su afán era tal que llegó un momento en que se escuchaba su respiración fuerte, como si estuviera bufando, enojado por no encontrar lo que buscaba. Mi amigo inmóvil en la cama, prefirió ser sólo testigo y sólo miraba incrédulo las acciones de ese ser sombra. De pronto, ese espanto hundió sus manos en la pared y se quedó quieto, como tentando lo que había en esa pared, y sí, con lentitud y cuidado, cosa que no correspondía a su afanosa búsqueda de hace momentos, sacó de ahí un cráneo pequeño, empolvado, lo atrajo hacia sí, José mi amigo ya no pudo más y suspiró como ya dejando escapar el miedo un poco, el ser sombra, en un segundo se quedó estático, volteó a verlo y en un instante volvió a su escondite: la cabecera de la cama de latón, moviéndola en un balanceo que casi tira a José. Mi amigo sólo se quedó mirando la tierra a los pies de su cama y se desmayó.

A la mañana siguiente, lo despertó su tía que estaba barriendo su cuarto. “Hasta que te despertaste”, le dijo, José le preguntó que estaba haciendo tan temprano en su cuarto, ella sólo le dijo que limpiaba la tierra que se cae. José no dijo nada sólo asintió con la cabeza, su tía volteó a verlo con una simple mirada de complicidad. Ella sabía que él había visto a ese ser, pero no dijo nada, sólo limpió y al salir le dijo: “es hora de desayunar, levántate, hijo”. José contestó “sí tía”, ella salió y de inmediato tomó su celular y planeó el viaje de regreso a su casa en los Estados Unidos ese mismo día, diría que tuvo un imprevisto y habría que volver ya.

Dicen los que saben que las casas viejas esconden secretos en sus muros, en sus puertas, en sus muebles, espejos, en todo, entonces a veces sueltan polvo, o lozas o enjarres, sacudiéndose así las malas energías que algún momento de su vida dejaron los que las habitaron. Las casas son sabias, ellas ven y viven lo que sus habitantes viven, ellas atesoran las energías que permanecen para siempre aquí, en esta mágica ciudad. Esa sombras sin duda buscaba a su hijo, el recuerdo de su hijo, el esqueleto de un hijo perdido, pero ella sabía que aquí, todo permanece, por eso esa intensa búsqueda, por eso lo encontró, y por eso vive su muerte en esa vieja cama de latón. ¿Quieres conocer la casa de sus tíos? Ven, lee y anda Guanajuato.