El 23 de julio publicamos “Crimen el Segundo Piso de la 4T” y, no había pasado una semana desde que publicamos sobre los reacomodos entre los grupos delictivos en México cuando se aceleraron una serie de hechos los cuales han trastocado no sólo a los principales jefes del narcotráfico en nuestro país, sino a la clase política.
- Primero, nos impactó el crimen contra el jefe de inteligencia de la policía de la CDMX, Milton Morales Figueroa, enviando un golpe seco al próximo equipo encargado de la política de seguridad a nivel federal.
- Segundo, la frontera sur, la tensión entre el Cártel de Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa aumentó a tal grado que tienen asolados distintos poblados y se aceleró un proceso de desplazamiento de 600 personas de al menos 13 municipios fronterizos hacia Guatemala, forzando a una mesa de diálogo entre nuestro gobierno y el de aquella nación.
- Tercero, en Guerrero y Michoacán, los grupos locales como el “CIDA”, “Rusos”, “Tlacos”, “Ardillos”, “Cárteles Unidos” y “Nueva Familia Michoacana” registran enfrentamientos internos y traiciones sanguinarias por sus realineamientos con organizaciones más pesadas como el CJNG.
- Cuarto, el nuevo nivel de división entre los líderes del Cártel de Sinaloa entre los “Mayos” y los “Chapitos” con la sorpresiva detención en Estados Unidos de Ismael El Mayo Zambada, luego de presuntamente haber sido engañado o traicionado en México por Joaquín Guzmán López y quizá más de un político de alto perfil.
- Quinto, la alerta entre los estados de Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí por la detención de uno de los jefes del llamado Cártel del Noroeste y la reorganización del Cártel del Golfo, en el contexto de la liberación anticipada de Osiel Cárdenas Guillén.
Como mencionamos hace casi un mes, este tipo de situaciones demuestran el proceso de reacomodo tanto nacional como internacional de las mafias mexicanas, los cuales se manifiestan con los hechos anteriores, pero también operando en cuatro pistas, como si se tratara de grandes corporaciones o gobiernos nacionales:
- Con aparatos de propaganda, construyendo narrativas de sus objetivos y distracciones. Cartas, filtraciones, versiones, deducciones de supuestos especialistas en crimen organizado, sirven para construir percepciones y decantar una inocencia y justificación social a sus actividades.
- Con cuerpos políticos y jurídicos, empleándose a fondo para presionar, operar con gobernantes y legisladores, ya sea para evitar extradiciones, anticipar liberaciones, negociar delaciones. Ejemplos de ellos son las cartas que envían abogados capos como “El Chapo Guzmán” y “El Mayo Zambada” para judicializar diplomáticamente sus casos o nulificar sus detenciones recurriendo incluso a hacerse víctimas del delito de “traición a la patria”.
- Con operadores territoriales con el fin de cambiar la correlación de fuerzas entre los grandes cárteles y los grupos y pandillas locales (políticas y delincuenciales), como está ocurriendo en el Estado de México, Michoacán, Guanajuato, Colima, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Sonora, Zacatecas y hasta la mismísima Ciudad de México, como ejemplos más claros.
- Con diplomacias criminales, que buscarán reacomodarse en el mercado de las drogas una vez que los gobiernos de occidente, los principales consumidores del mundo, están cerrando las puertas a toda la producción de fentanilo y otras drogas sintéticas. Los narcotraficantes tienen la urgencia de encontrar nuevos métodos para financiarse, lavar dinero y, sobre todo, de productos y nichos de mercado, pues saben que sostenerse con las extorsiones y secuestros, terminan recibiendo el repudio de la población y el vacío de los gobiernos que cada vez son más vigilados.
Este fin de sexenio no fue la excepción para observar un nuevo proceso de reacomodo entre los grupos del crimen organizado. De Miguel de la Madrid a Carlos Salinas vivimos el fin del grupo Guadalajara de Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero; de Salinas a Ernesto Zedillo observamos el desgaste del Cártel del Golfo al empoderamiento de los Cárteles de Tijuana y de Juárez; con los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón se pulverizaron los cárteles más grandes, pero se empoderaron fenómenos más lesivos para la población como “Los Zetas”, “Familia Michoacana-Caballeros Templarios”, hasta que con Peña Nieto y AMLO resurgieron y se mantuvieron los dos más fuertes: Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.
Hoy, estamos viendo la autoaniquilación del CDS por la división de su cúpula y, del segundo, CJNG, aunque es prematuro anticipar que aprovechará el vacío, se le reconoce por ser más sofisticado, más armado, más letal, más violento, pero no exento de diferencias internas y traiciones.
Sí, en este momento hay focos de alerta en los territorios del CDS (Sinaloa, Sonora, Baja California, Durango, Chiapas, Quintana Roo, Tamaulipas, Tabasco, Zacatecas, Guanajuato y Chihuahua), sin embargo, los estados más débiles institucionalmente serían los que registrarían más violencia: Guerrero, Michoacán, Chiapas, Veracruz y Zacatecas, cuyos gobernantes como el de Sinaloa no están exentos de señalamientos. Ahí, el equipo de Claudia Sheinbaum debe poner el ojo y la atención principal.
Los reacomodos criminales de fin de sexenio son muy evidentes y eso ha ocurrido con las distintas nomenclaturas que van surgiendo y cambiando de jefes como cambiar de directores de empresas y sus marcas. El reacomodo tiene sus riesgos y para ello se tendría que poner atención a estados que en este momento están en situación de vulnerabilidad por la debilidad de su clase política, la corrupción de sus cuerpos policiales y la tensión de su población que día con día tiene que sortear el cobro de piso, la venta de drogas, las masacres y el desdén institucional del Estado. El reto para Sheinbaum y el nuevo equipo de seguridad es enorme y requiere mucha inteligencia y voluntad política para revertir esta situación.
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