Desde el Faro

LOS ORGANEROS

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Su trabajo requiere paciencia, agudeza auditiva, arrebato por la música, cálculo físico, matemático, y dominio de la geometría, por eso casi están en extinción, no es fácil encontrarlos en muchas partes del mundo, son los organeros, los personajes que cuidan la salud de esos gigantes de la música que son los órganos tubulares.

Otra virtud que sobresale en ellos es la sencillez, se nota que las horas de soledad en el interior de los templos ha forjado su espíritu, porque para ellos, no importa el tiempo, lo relevante es la salud de sus “pacientes”, a los que limpian meticulosamente, arreglan el mecanismo interior, ajustan tubos y los afinan. Es el caso de Alejandro y Eugenio Madrigal, mejor conocidos como Los Hermanos Madrigal.

Con infinita paciencia, Alejandro y Eugenio afinan el órgano monumental, pulsan el teclado y mueven los “registros”, esos pedazos de madera que parecen clavijas y que se ubican a los lados de las teclas; así surgen los sonidos de trompetas, flautas, tambores, clarinetes, el canto de pajaritos y el tañer de campanas; testigos de esta sinfonía son los pilares de cantera, bellamente tallados; mientras que algunos turistas, embelesados, tal vez por lo que escuchan, o por la arquitectura que observan, toman fotos. Es el Templo de La Compañía, uno de los escenarios del Festival Internacional de Organo, que inició el día 20 y concluirá el 30 de agosto.

En ese ambiente de tranquilidad, Los Hermanos Madrigal hacen una pausa y cuentan haberse iniciado en el oficio en 1975, cuando su padre, don Delfino, instaló un taller de pianos y órganos en la Ciudad de México; ahí, el también compositor y organista transmitió a sus hijos la pasión por la música; y desde 1983, ellos han cuidado a los órganos históricos de Guanajuato.

-Ustedes deben sentirse orgullosos por el gran patrimonio que tienen: 6 órganos que aún tienen vida, dice Alejandro. Eugenio complementa la información: son los que están ubicados en La Basílica, el Templo de Belén, Marfil, Mellado, La Compañía y el Templo de San Cayetano (La Valenciana).

Para ellos, los gigantes de La Compañía, con sus 1,187 flautas, y el de Valenciana, con 1,700 tubos, doble teclado, 7 metros de altura y 4 de ancho, son, de verdad, “extraordinarios”.

Luego , continúan su labor, se dirigen al interior del gran instrumento, para encontrarse y sorprenderse con el sonido prodigioso y el misterio que encierra la “caja secreta”, que es el pulmón del órgano donde se almacena el aire que pone a funcionar a toda “la orquesta”; pero antes de ocultarse tras la pequeña puerta, invitan al público a presenciar el Festival Internacional de Organo “Guillermo Pinto Reyes” que concluirá el próximo 30 de agosto; la entrada es libre.