El espacio de Escipion

El último grito

Compartir

Morena, un muégano no un partido

“Todos somos traidores”, la oposición

Será de largo aliento, pero no permanente: «capaz de hacer algo durante mucho tiempo sin perder el aliento», describe tal definición. Porque el grito no será un grito cualquiera, sino el de despedida, el último mientras el pueblo o la nación se lo demande.

Tal cual expuso siglos atrás el personaje denominado El Seductor de la Patria, de Enrique Serna: “¿Acaso goberné un país de niños? Nadie, ni el más feroz de mis enemigos puede negar que la mayoría de las veces acepté la presidencia obligado por la presión popular, después de infinitos ruegos. México es un país de extremos. En plena gloria, cuando entraba en la capital, llevado en andas por la muchedumbre, que arrojaba flores a mi paso y me apellidaba sublime deidad humana, sentía que su entusiasmo era exagerado y podía desembocar en una decepción de igual magnitud”.

Esta vez no hay decepción, sino entusiasmo, porque a diferencia de sus antecesores, tiene el apoyo popular, la confianza casi absoluta de las masas, y a diferencia del 2023, cuando lanzó un efusivo “¡Muera la avaricia! ¡Viva el amor!”, esta vez quizá sea más un grito de guerra contra lo que resta de las instituciones que sus opositores dicen son “los contrapesos”, los autónomos, con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por delante, porque es el último reducto de la corrupción, el nepotismo y el despilfarro.

Será una despedida sin irse, como reza el dicho: “el que mucho se despide pocas ganas tiene de irse”, o como un poema de largo aliento, no por la calidad de sus figuras retórica, sino por su contenido y ritmo hipnótico, esas que abren su visión de la historia en un mundo paralelo, en una disputa de conservadores contra él, que no sabemos si es liberal, estatista o socialista; una complejidad discursiva apta para despertar pasiones, de amor o de odio, una simple exaltación de su propia persona como exaltación del espíritu de todo el pueblo.

Cuidará de no repetir al último grito del General Lázaro Cárdenas del Río cuando lanzó un fuerte, “¡Viva la revolución social!”, aunque ganas no le faltarían, y menos de Luis Echeverría Álvarez, “¡Vivan los países del Tercer Mundo!”, luego de conocerse el informe de “Los vuelos de la muerte” y del informe sobre los cientos de desaparecidos durante la llamada “Guerra sucia” contra las guerrillas en México, del que, por cierto, casi nadie quiere hablar. No habrá repetición de los mismos héroes de cada 16 de septiembre porque él es el nuevo héroe nacional.

Más bien, hablará de sí mismo, del movimiento que encabezó y salvó de la Patria con P mayúscula, frente a las depredadoras transnacionales y casi casi la refundación de la República, aunque apenas hace una semana reconoció la omisión de una reforma hacendaria por no poner nerviosos a los grandes capitales.

Sabe bien que será cuestionado por ello; y en ese sentido, no olvidará el ensayo de un pensador al que conoce bien, porque es uno de sus grandes influenciadores –y que no podrá negar ninguno de sus biógrafos honestos—, Gabriel Zaid, en el “El 18 Brumario de Luis Echeverría” en el cual sintetiza su estilo de gobernar:

“No es posible engañar a todos todo el tiempo. La demagogia, para tener efecto, requiere participación en la falsa conciencia. Hasta del demagogo, por cínico que sea. Por grande que haya sido el genio maquiavélico y demagógico de Bonaparte, hubiera caído en el vacío, de no responder a las ilusiones e intereses de mucha gente. De la misma manera, la parodia progresista que se representó durante seis años no se puede explicar exclusivamente en función del genio demagógico o maquiavélico de Echeverría: tuvo mucho de ilusión colectiva, le sirvió a muchísima gente para hacer patria y dinero al mismo tiempo, respondió a las necesidades de expresión y a los intereses prácticos de la clase media progresista. De otra manera, sería difícil explicar por qué un sexenio que se presenta con bigotes zapatistas, con gestos cardenistas, con frases allendistas, con tramoyas tercermundistas, acabó haciendo un número alemanista”.

Por el momento que se vive, difícil imaginar un grito que hermane a los mexicanos, todos, en el respeto al disenso, al reconocimiento de que podemos pensar diferente, porque se trata de hablar del Proyecto de Nación en marcha, un proyecto transexenal en nombre de la democracia y de los más pobres porque anunciará la nueva Grandeza –con “g” mayúscula— de los mexicanos, construida de arriba para abajo y a la inversa, por mandato popular.

Sabedor de que serán los últimos 15 días de poder presidencial, explotará hasta el último segundo lo que ello representa. Su liderazgo seguirá siendo desafiante, inquebrantable, quijotesco contra viento y marea. Que si ya dividió a la corte, que si ya amplió la polarización política, que si hay efervescencia de agitación social, que otro culiacanazo o si Chiapas y Guerrero son focos rojos, que si los mercados y las calificadoras, que si dejará muchos fueguitos encendidos.

Ni qué decir de esas minucias de la economía política, no importan, porque la fuerza moral de su liderazgo se heredará a la próxima presidenta en exactamente 21 días y tendrá que resolverlo a su manera, ahuyentando esos fantasmas de los opositores y gobiernos extranjeros. Al respecto, el especialista y cercano a la 4T, Gerardo Esquivel prevé como turbulencias y dificultades para el manejo macroeconómico en el arranque del sexenio, “considerando que ya estamos en plena desaceleración y que habrá una consolidación fiscal el próximo año, la recesión para el 2025 sería casi inevitable”.

Y, contra lo que pregonó en más de seis años, que “en política los genes no se heredan” (carisma, capacidad, liderazgo, reconocimiento), al cierre de su gobierno el mayor desafío del liderazgo de Andrés Manuel López Obrador acepta y alienta la participación política partidista de su hijo, a sabiendas de que a quien dejará a cargo de la dirección del partido será como es ahora: intrascendente, por lo que Andy será el auténtico líder; una jugada de riesgo, pues varios mandatarios han intentado construir una dinastía transexenal y han fracaso por la simple y sencilla razón de que altera el tablero sucesorio de la próxima presidenta de la República. Y claro que el equipo de Claudia Sheinbaum lo saben y ya mandaron señales de inconformidad.

En este tenor, el próximo último grito querrá ser tan largo y prolongado que quizá no se agote tan rápida y fácilmente como en antaño. Pero, eso sí, esperen un pequeño chisguete, un rasponcito, leve, tenue y sin aspavientos que lo harán casi imperceptible.  

Morena, un muégano, no un partido… Un muégano no un partido político, sentenció Porfirio Muñoz Ledo cuando dirigió al entonces PRD, pues consideraba que los grupos que lo componían eran sectarios y llenos de interés coyuntural, no de largo plazo, jugando sólo en quien era el más servil al caudillismo de Cuauhtémoc Cárdenas, el líder moral. Así es con muchas de las tribus de MORENA (que todos niegan, pero que existen), a días de que Andrés Manuel López Obrador se retire del poder presidencial (aunque quizá no de la política), gobernadores, alcaldes y diputados ya comienzan a velar armas para sus grupos ante el ajuste de liderazgos nacionales. Otro problema más para Claudia Sheinbaum, pues le han querido regatear temporalmente el poder político que da la investidura presidencial, y ahora con las imposiciones de Luisa María Alcalde y Andrés López Beltrán, le quieren quitar el control del partido. Y no es el único caso, pasado mañana Abelina López Rodríguez, alcaldesa de Acapulco, dará su tercer informe de gobierno, pero ni tardo ni perezoso Félix Salgado Macedonio destapa a Andy para el 2030. Y en la CDMX, no cantan mal las rancheras…

“Todos somos traidores”… Vaya forma de seguirse hundiendo, pues las plumas de la oposición siguiendo el guion de los cuatreteros al acusarlos de “traidores a la patria”, ahora atacan generalizando a sus legisladores con tal acusación. Por eso no hay oposición en México, por si quieren más explicaciones.

Contacto: [email protected]