Histomagia

DOÑA CUQUITA

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Guanajuato es una ciudad cosmopolita tanto en su población como en su cocina. Su sazón se basa en la enseñanza que por generaciones cada familia guanajuatense ha recibido y sigue recibiendo de sus antepasados y de las nuevas influencias a cada paso de su historia.

Los que saben nos dicen que la alquimia de la cocina viene directo de las carnes, chiles, frijoles, flores, semillas, frutos, verduras, y se basa en un sinfín de especias y sales que nos dan a conocer que la magia y creatividad cada día se da en todas las cocinas, no sólo de aquí, sino de todo el mundo.

Mi abuela paterna tenía un sazón único, ella, cada día, como vendedora de comida en su casa a las muchachas que trabajaban cerca de su casa, la hacía tan creativa que sus salsas, sus guisos, sus frijolitos, el arroz, las tortillas, el café y sus postres sencillos como gelatinas y arroz con leche eran verdaderas delicias para sus comensales y para nosotros cuando íbamos a visitarla desde La Piedad, Michoacán, mi cuna.

Mi abuela se llamaba Refugio y le decían Doña Cuquita, y en verdad verla con su larguísimo pelo blanco que se trenzaba al sol, e ir entre sus macetas por los “saborcitos” que le ponía su comida como: orégano, yerbabuena, manzanilla, mejorana, tomillo, albahaca, ruda, romero,  y el té verde, era un viaje a nuestro ancestros, pues saber que desde el principio de los tiempos el ser humano ha comido y se ha servido de lo que hay a su alrededor aquí no es la excepción: tunas, xoconostle, chiles, jitomates, tomatillo, nos rodean y ella los tenía plantados en tu casa en sus macetas…eso nos hace sentir que cada que cocinamos seguimos una tradición antigua que nutre a la cultura misma y a nuestro espíritu.

Tan sabroso cocinaba ni abuela que mi padre le decía “Bruja”, porque en verdad te embrujaba con cada preparación, y los olores intensos e inmensos que circulaban por la casa antigua hacía que nos reuniéramos con ella en el comedor, siempre como jugando, era yo una niña, pero viendo esa danza de sazonar cada platillo, cada cazuela de barro. Mi abuela parecía rejuvenecer y levitar en su cocina como inmersa en un embrujo, en una magia que sabía que su comida era. Yo soy testigo.

No sé si mi abuela era bruja o no, pero de que esa figura a contraluz del sol, peinando su largo cabello blanco, no se me olvida y sé que esa era su figura etérea de ángel que vino a determinar su linaje desde no sé dónde, pero que mi padre continuó y estamos todos mis hermanos, siempre, en busca de ese sabor, inolvidable que nos hace sentir en su  cálida compañía.

Dicen que cuando murió, mi tía Chole encerró todas sus cosas, la verdad no sé, pero donde sea que estén esas cosas de cocina e incluso sus delantales, ya sea enteros o desechos en no sé dónde, guardan la magia y esa alquimia única que ella tenía, sin duda si algún día mi tía decide liberar esa magia, tal vez me busque o busque a cada uno de sus descendientes y haga que rectifiquemos nuestro sazón, esos sabores que ella equilibraba a la perfección. ¿Quieres conocer dónde está esa magia? Ven, lee y anda Guanajuato.