El espacio de Escipion

Se fue el sexenio de AMLO, pero no los lopezobradoristas

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Si pudiéramos resumir en una palabra al principal defecto de los movimientos transformadores en México lo podríamos llamar “caudillistas”. Surgieron durante la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana. Más de un siglo, como refiere un afamado historiador, nuestra historia nacional estuvo plagada de esos hombres fuertes, autoritarios, verticales y mesiánicos.

Quizá por la genética de nuestra historia latinoamericanista llena de caudillos o por la formación socialista soviética y la veneración a Fidel Castro, esa vena stalinista ha estado presente en la cultura política de la izquierda mexicana, más aún desde la llegada de Cuauhtémoc Cárdenas al movimiento democratizador de nuestro país, allá por 1987.

El caudillismo de la izquierda electoral del entonces Partido de la Revolución Democrática, que más que partido era un frente de organizaciones sociales y políticas de izquierda y del PRI nacionalista, se caracterizó por repetir esquemas autoritarios de ejercer el liderazgo, ser demasiado personalista, carismático y de controlar centralizada y verticalmente todas las decisiones fundamentales.

Cuando se abrieron a institucionalizar el movimiento del Frente Democrático Nacional en partido político (PRD)  y en democratizar su vida interna, surgió el tribalismo político que a la postre descompuso más el proyecto hasta que una burocracia dominó de la mal llamada “Nueva Izquierda” copó la dirección del mayor proyecto de izquierda electoral de entonces hasta hacerlo desaparecer en el pasado proceso electoral.

Producto de esa descomposición surgió el lopezobradorismo, primero como movimiento interno y después como movimiento de regeneración de la moral política nacional, pero fiel a la costumbre del caudillismo y un complejo tránsito a la institucionalización, que en dos ocasiones ha estado a punto de perecer por falta de demócratas, de izquierdistas (dos dirigentes emanados de las filas del neoliberalismo como Yeidcol Polevsky y Mario Delgado, ilustran esta afirmación) y juego limpio entre sus aspirantes.

La fuerza del liderazgo político y moral del fundador Andrés Manuel López Obrador permitió que Morena evitara su perredización temprana, es decir su tribalismo político; sin embargo, una vez pasado a retiro en su rancho de Palenque, las condiciones cambiaron y los grupos internos han tendido sus cartas de navegación con miras a control del partido, del movimiento y del proyecto de gobierno. ¿Cómo y quiénes son? ¿Qué respuestas tienen y tendrán de la presidenta Claudia Sheinbaum?

1. Es obvio que el principal objetivo de la disputa entre Adán Augusto contra Monreal es el control de Morena, el control del movimiento electoral ascendiente bajo la marca de Morena y la ruta que deba sostener el gobierno de Claudia Sheinbaum, ya sea entrampándolo, chantajeándolo o complicándolo, así den muestras de amor en cada declaración.

2. Por supuesto, está imponiéndose la ambición por el reparto de los beneficios económicos antes que el proyecto político. La ética política del movimiento de Morena se quiebra por la antiética de la ambición política de alguno de sus líderes, pero no todos.

3. Porque les está ganando el futurismo, la imposición de dinastías y el tribalismo en una fase previsible. Por ahora, el manejo del presupuesto 2025, con los recursos ahorrados por los órganos autónomos, pero vienen el control de los candidatos a cargos de elección en el Poder Judicial Federal, ese que decían no iban a manosear los partidos políticos, además, claro está, el primer pool de gubernaturas. Por ello se permiten desplantes como el saludo a Luisa Alcalde a Layda Sansores, la frívola vida de Félix Salgado o la ostentosa y grotesta forma de conducirse de Pedro Haces, el “diputado Lamborghini”, los gobernadores Evelyn, Moya o Gallardo.

4. El caudillismo está por fenecer, aunque muchos siguen hablando en nombre del Señor, pues hay más allá de especular si hay un eje Palenque – Senado o si Monreal y Marcelo, existen varios deseosos de ocupar el hueco que dejó Andrés Manuel López Obrador, ampliando la confusión sigue siendo la constante entre alcaldes, gobernadores, legisladores y liderazgos regionales.

5. El poder político que ejerce el bloque hegemónico en Morena cada día parece más un muégano que un proyecto definido, como quieren pregonarlo. En el fondo, como ocurre con aquellos personajes de Augusto Roa Bastos (Yo, el Supremo), Mario Vargas Llosa (La Fiesta del Chivo), Carlos Fuentes (La Silla del Águila), Gabriel García Márquez (El Coronel no tiene quién le escriba)… es decir, los Karai Guasú (grandes señores), todos quieren un guía fuerte, superior y conductor de sus destinos.

Aunque esos cuadros quisieran, desde mi punto de vista, a Claudia no le veo aspiraciones caudillistas, pero sí de ejercer el mandato por el que fue elegida presidenta de México por seis años.

Ya lo hemos anticipado, viene en camino el reordenamiento administrativo y político: vienen la depuración del movimiento, sin rupturas, pero sí con disciplinas. Si la semana pasada comentamos sobre el escándalo en la Cancillería y el reconocimiento de errores, ahora mismo hay señales de corrección política: la reforma al Infonavit, la corrección en ese diálogo de sordos con Donald Trump y, como también advertimos: la llamada de atención a los gobernadores ante la nueva política de seguridad pública.

Será complicado, pero el 2025, la presidenta será presidenta y dirá adiós a los caudillismos de la izquierda mexicana y entonces, ¿qué harán? Contacto: [email protected]