Histomagia

FAMILIARES: PLANTAS, GATOS Y PERROS

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Guanajuato es una ciudad que ofrece al mundo un mosaico cultural: en parte es mortuorio por la conservación de cuerpos con las Momias de Guanajuato, y sí también arquitectónico colonial y planeación urbana sui géneris, hasta por sus muchas histomagias que les suceden a propios y extraños, relatos que son ya tradición y parte de esta mágica ciudad.

Todos los que vienen de visita saben que desde hace mucho las leyendas e historias de aparecidos dan vida de noche a la ciudad. Casi todos, si no es que todos los que vivimos aquí, hemos tenido experiencias sobrenaturales que nos han marcado de por vida, y sí, sé que muchos no creen que estas cosas pasan, pero los que hemos visto pasar a los fantasmas en la casa o en las calles, sabemos que es real, que ellos viven en su muerte con nosotros por eso al venir aquí, en verdad CRÉEME nunca estarás solo.

Mi amigo Miguel me cuenta que hace mucho tiempo, allá por uno de los tantos callejones cerca del Panteón de Santa Paula, vivía su abuela quien cada noche siempre estaba pendiente de lo que sucedía en callejón. Eso era porque en aquél entonces, aunque pasaba el sereno, el guardia de la noche, despuesito de él pasaban espectros, fantasmas y aparecidos que querían llevarse algún alma perdida o asustar a los trasnochadores que salían de las cantinas de ese entonces… y así le pasó a su abuelo, me dice, si no ha sido por mi abuela, a él se lo hubieran llevado los espectros que bajaban del panteón.

Siendo entonces la vigía en las frías noches guanajuatenses, nunca prendía los focos de afuera de su casa porque ella tenía la confianza de ir por los callejones los sabía de memoria y cada vez que bajaba por ahí con la rama tocaba el suelo para espantar no a los perros extraños sino para los muertos regresaran a sus tumbas al hacer la señal de la cruz en el piso de cada cruce de caminos en para que los espíritus escuchen que vas pasando y te dejen pasar libremente. Claro que, con la protección del pirul y sus mascotas, se acompañaba porque siempre insistía: “es mejor estar con esos seres vivos, inocentes, son tus familiares, porque te cuidan no sólo lo físico, sino que te protegen el alma de esos espíritus que te acechan por las noches”.

Una madrugada escuchó un grito, ella se quedó alerta, puso más atención y sí ese grito ahogado por el viento huracanado que a veces baja por la sierra, se escuchaba cada vez más cerca… ella presintió que las almas habían salido a buscar algunas otras para que las siguieran en su eterno peregrinar desde su eterna muerte. Para no perder detalle, su abuela se asomó por la ventana tratando de oír qué decía el viento, porque sí, aquí, si lo escuchas bien, el viento te habla, dicen los que saben que te traen mensajes o que con su sola presencia te alertan de algo o alguien que anda por ahí…  ella se puso a escuchar, cerró sus ojos y al reconocer el grito, los abrió, tomó una vara grande de pirul que tenía tras la puerta como protección, llamó a sus dos perros y tres gatos y salió en compañía de esos inocentes, rápidamente bajó a encontrar el dueño de ese grito que no era más que su esposo. Ella los sabía, lo presintió, sabía que era su marido.

Pues bien, me cuenta Miguel que esa noche ella voló para poder ayudarlo, al llegar con él notó que una extraña bruma lo acechaba ya para cubrirlo como si fuera un manto, pero de inmediato los perros extrañamente callados y los gatos comenzaron a rodearlo para protegerlo, haciendo un círculo mientras la abuela chicoteaba el piso con el pirul con tal fuerza que llegó un momento en que pareciera que hacía una música hipnotizante. Su abuelo se quedó en silencio viendo cómo su esposa hacía todo por resguardarlo, y asustado por cómo los perros y gatos de pronto se paraban en dos patas tratando de agarrarlo en una especie de abrazo, supo que era mejor ser abrazado por los animalitos que ser llevado por los espíritus que por las noches de desatan en Guanajuato. En ese instante, la bruma se dispersó y se fue directo callejón arriba, de seguro iban a su casa, al panteón. Su abuela dejó de latigar el piso y los perros y gatos, volvieron a su papel de mascotas, como siempre, se acercaron directamente a su dueña, quien sólo se acercó a su esposo para abrazarlo y ayudarlo a ponerse de pie e irse a su casa custodiados por la rama, sus gatos y perros, seres que siempre están dispuestos a dar su vida por la de sus dueños, ellos son almas fieles, protectoras, nunca lo dudes.

Dicen los que saben, que desde hace mucho tiempo, los animales están con nosotros no porque nos necesiten sino porque nosotros necesitamos de ellos ante la maldad del propio ser humano que aún no sabe callarse para ser solamente ser uno con el universo, porque eso   somos: una partícula de polvo en este vasto universo, y tanto perros, como gatos y plantas, lo saben. Son seres evolucionados. Por eso no hablan. Nosotros estamos en proceso, por eso necesitamos de su protección, de su arrullo, de sus cuidados, para poder trascender desde dentro, desde nuestra alma, para cuidarnos entre nosotros. Algo difícil que suceda, dicen los que saben que aún no es tiempo, ojalá sea pronto. Ojalá.

¿Quieres conocer ese callejón? Ven, lee y anda Guanajuato.