Desde el Faro

JACOBO Y EL PLACER DE SERVIR BUEN CAFE

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Un rinconcito en el Palacio Legislativo

Una buena taza de café es como una cascada de amistad, buen humor, alegría que se percibe al ser seducidos por esa sustancia aromática que atrapa, enardece y alegra la vida. Sin duda que frente a esta bebida uno piensa, reflexiona, sueña, debate, convive. Esto lo sabe bien Jacobo Escobar Gámez.

Desde hace casi 30 años, Jacobo ha experimentado “el placer de servir, no tan solo a los legisladores, también a la gente que se acerca guiada por el exquisito aroma”, esto lo dice al tiempo que prepara una olorosa taza en la cafetería del Congreso del Estado. “Soy feliz cuando percibo la satisfacción de las personas, yo nací para esto, para servir “, afirma.

El conoce parte de la historia de Guanajuato, porque siempre ha vivido aquí; cuando ingresó a la Cámara de Diputados, el gobernador ya era Carlos Medina Plascencia, unos tres años antes había sucedido el llamado “Ramonazo”, un episodio que levantó efervescencia política; en la calle, en las oficinas públicas, en restaurantes, era el tema de conversación, aparte de eso, la vida en la ciudad era muy tranquila. “Yo vivía en el Callejón de La Ciudadela, en el barrio de Mexiamora, de tal forma que el trayecto al antiguo edificio del Congreso, ahora Palacio de los Poderes, duraba unos 5 minutos”.

Recuerda que trabajaba en un restaurant de comida italiana, ubicado en Alonso, ahí acudían los diputados, quienes lo recomendaron para laborar en el Congreso, entre ellos, Francisco Arroyo Vieyra; entonces, la legislatura local estaba compuesta por 28 legisladores – 21 del PRI, 5 del PAN y 2 del PRD -. De aquellas personalidades recuerda, con especial cariño, a Víctor Quiroga- “cómo lo gustaba el café bien cargado”- , a Nabor Centeno – “otra buena persona”-; del perredista asegura haber visto su cercanía con la gente; y de Nabor, alaba “su congruencia, se comportaba así como pensaba, nunca escuché que ofendiera a otras personas”. Con el mismo aprecio, viene a su mente la imagen de Mayra Enríquez Vanderckam.

Era el tiempo en que la cafetería se improvisaba en el segundo nivel del edificio, en el pasillo que comunica con el Callejón de La Condesa; ahí, en compañía con el proveedor de café, experimentó muchas veces hasta lograr el aroma y sabor apropiados; “no es fácil, hay que tener una buena mezcla del grano y la medida exacta, no muy molido, ni muy tostado, un término medio”.

En los casi 30 años de trabajo ha servido café a políticos como: Miguel Márquez Márquez – “nos invitó a jugar futbol contra un equipo de Purísima de Bustos “- a Diego Sinhué, también a la actual gobernadora, Libia Denisse, a quien conoció hace unos 15 años, cuando ella era asesora de los diputados; incluso recuerda haber servido a los maestros que en varias ocasiones llegaban a protestar al viejo recinto legislativo.

Con el mismo placer, en la cafetería del nuevo edificio, Jacobo sirve ahora a legisladores, empleados, y “a todas las personas que se acercan aquí, ellas quedan satisfechas y yo soy más feliz”. Y es que el café es fuego suave que acelera la sangre, levanta el espíritu y cambia todo.

Así, al saborear el café, sobre todo, en este sitio que bien podría llamarse “El Rincón de la Felicidad”, uno se queda con el deseo de que en el futuro la vida sea un largo coffee break, ojalá esto sea posible para todos.