El especialista Daniel Flores, astrónomo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), despeja dudas, rompe mitos y advierte sobre errores en torno al Equinoccio de Primavera
“Las pirámides prehispánicas, particularmente en México, no fueron construidas para ‘cargarse de energía solar’. Los edificios, y en general las grandes ciudades, tenían otra vocación. Además de ser casa-habitación, eran centros ceremoniales religiosos, sociales y científicos. El Equinoccio de Primavera viene tras el Invierno, y al llegar, las antiguas culturas hacían ceremonias para pedir y agradecer las cosechas”.

Con seguridad, amplios conocimientos sobre el tema, y una experiencia que a la fecha le ha granjeado el respeto de la comunidad científica dentro y fuera del territorio nacional, se expresó el Astrónomo Daniel Flores al hablar del arribo del Equinoccio de Primavera, acontecimiento que tuvo lugar este 20 de marzo a las 03:01 horas del Centro de México. La Primavera movilizó a miles de personas para vestir de blanco.
Cuando nos asoleamos en la playa, o en el patio de la casa o la azotea, recibimos energía del Sol. Por otro lado, las radiaciones de la energía a lo largo de las estaciones del año no cambian. La cantidad de energía que llega del Sol a la Tierra es la misma todos los días y en todas las épocas del año, advirtió el entrevistado en relación a la nueva creencia que sugiere que ese día y vestida de blanco, la gente se llena de energía.
“Lo que cambia es el ángulo de incidencia con respecto a la superficie de la Tierra. Como nuestro eje de rotación está inclinado comparado con el plano de la órbita terrestre, se crean las estaciones del año, sin que con eso cambie la cantidad de energía que llega a la tierra”, dijo, y añadió que, sin embargo, ir a las pirámides es un hábito y una creencia que hay que respetar, pues cada quien tiene derecho al libre pensamiento.
Ejemplificó lo anterior al citar que en estos días, el ambiente en las distintas zonas arqueológicas del país, principalmente en Teotihuacán, se anima a cada minuto con el arribo de cientos, quizá miles de personas provenientes de todas partes enfundadas en ropa blanca para subir o pararse alrededor de las pirámides, elevar los brazos hacia el cielo, y cerrar los ojos en señal de respeto y concentración.
Sobre Teotihuacán, amplió su comentario al mencionar que a esa zona arqueológica del Estado de México han llegado personas vestidas de blanco con la idea de subir a la gran pirámide y renovar su energía. Desde ayer tempranito, la gente comenzó a llegar para realizar ceremonias enmarcadas en la mexicanidad, en la idiosincrasia nacional que cada año parece ganar adeptos vestidos de blanco.
Luego explicó que la palabra Equinoccio se deriva del latín “Aequinoctium” que significa “noche igual”. Es decir, cuando se produce de manera natural, debido a que los dos polos (Norte y Sur) de la Tierra se encuentran a una misma distancia del Sol, la duración del día y de la noche es igual y consecuentemente, la luz se proyecta por igual en ambos hemisferios, explicó el astrónomo mexicano.
Para notar este fenómeno desde la cotidianeidad de cualquier ciudadano, explicó, bastó con observar que el Sol sale en el punto cardinal Este y se oculta en el Oeste. “Otro modo de advertirlo es a través de los edificios prehispánicos, como en Teotihuacán, donde la proyección de la sombra forma a una serpiente que desciende lentamente por la gran pirámide del Sol; un espectáculo maravilloso”.
Fenómenos astronómicos como los equinoccios o los solsticios, nos dan oportunidad para mirar hacia el cielo, contemplar la bóveda celeste y observar que la mente humana ha podido resolver y explicar muchos fenómenos de la naturaleza que hoy en día podemos comprender en su totalidad; a través de las centurias, el hombre se ha fijado en los movimientos de los astros, particularmente del Sol y de la Luna”, dijo Daniel Flores.
A partir de esos conocimientos, abundó, la humanidad ha construido calendarios solares y lunares. “En esta medida, al verificar que el equinoccio ocurre siempre en la misma fecha, surgió el deleite conceptual de las civilizaciones. Al unir los sucesos astronómicos con los sucesos marcados en el calendario, surgió la necesidad y el gusto por celebrar y actualmente es uno de los goces más grandes de las personas”.
El Equinoccio, informó el entrevistado, sucede un par de ocasiones cada año. La primera es el 20 o 21 de marzo y la segunda el 22 o 23 de septiembre y en ambos casos, son visibles desde cualquier punto de la superficie terrestre. Sin embargo, en las últimas décadas se ha generado una idea que se extiende entre la población mundial: Asistir a las zonas prehispánicas para “cargarse de energía solar”. El especialista respeta esa creencia.