Si sigues las reglas del juego sin cuestionarlas;
entonces no es tu juego, es el de ellos.
Michel Foucault
Del 9 de marzo a la fecha han pasado dos semanas y media, en que miles de mexicanos nos concentramos en el Zócalo para enviar un mensaje de unidad entorno al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ante las amenazas, chantajes y presiones del presidente de los Estados Unidos Donald Trump.
¿Y qué pasó desde entonces? ¿Dónde quedaron las consignas, las banderas y hasta las arengas nacionalistas contra el imperialismo? ¿Y las amenazas arancelarias, las acciones de presión para modificar la política de seguridad y contra los cárteles mexicanos de las drogas? ¿Y la política económica y la perspectiva de crecimiento que ha sido alterada por esta coyuntura?
Vayamos por partes: En una semana llegaremos al 2 de abril y las amenazas arancelarias contra México no han esperado, pues las aplicó al acero, al aluminio y anticipa que lo hará para las autopartes. Los objetivos de estas amenazas son diversos y abarcan aspectos económicos, político-electorales y sociales.
Económicamente, Trump rediseña el neoproteccionismo para repatriar a las industrias estadounidenses en el extranjero, promoviendo la producción interna y tratando de reducir el déficit comercial con México, especialmente en la industria automotriz. Políticamente, las amenazas arancelarias sirven para demostraciones de fuerza al presionar al gobierno mexicano a cooperar más estrechamente en temas como la inmigración, el tráfico de estupefacientes y la seguridad fronteriza, pero con dividendos electorales al contrastar sus resultados y acusar la “pasividad” de los demócratas como corresponsables del malestar de las adicciones de los estadounidenses. Socialmente, Trump utiliza esta estrategia para consolidar su base de apoyo, apelando a los sentimientos de nacionalismo, supremacismo y localismo al enarbolar la protección de empleos y la producción para el mercado interno.
Sin duda, las amenazas de aranceles han generado tensión y han subrayado la compleja interdependencia entre ambos países y se ha ido midiendo su impacto, porque finalmente el consumidor final es el que paga las consecuencias de esta “guerra comercial”. La presión sobre el gobierno mexicano podría tener implicaciones significativas para el comercio bilateral y las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y México, afectando directamente la expectativa de crecimiento económico (De los 2.3 por ciento de la SHCP al -1.3 por ciento de la OCDE hay un trecho enorme), el gasto público que tendría un ajuste drástico necesario (llámese ajustes a las erogaciones de política social y de desarrollo de infraestructura como es vivienda social), a tal punto que deberá abordarse necesariamente el tema de una reforma fiscal (que la 4T ha negado abordar).
En materia de seguridad y combate a los cárteles mexicanos, nuestro gobierno ha dado muestras de colaboración acelerada, además de las extradiciones fast track, la categorización de terroristas, los hallazgos de narcolaboratorios han aumentado, y, en este marco de tensión bilateral, la localización en Teuchitlán de un centro de entrenamiento del crimen organizado ha cobrado relevancia debido a los señalamientos de colectivos de buscadores de restos humanos y sospechas de que hubo ejecuciones.
Esta situación no solo añade presión al gobierno mexicano para enfrentar los desafíos internos de seguridad, sino que también intensifica la demanda de Estados Unidos para que México tome medidas más contundentes contra las organizaciones delictivas que operan cerca de su frontera, y, de acuerdo con los mismos funcionarios de seguridad estadounidenses, de políticos y funcionarios de los tres niveles de gobierno que les han dado protección. Quieren peces gordos, ni duda cabe.
De ahí que no haya casualidades sobre los desplazamientos de dos de los llamados destructores estadounidenses (El USS Graverly y el USS Spruance) hacia la frontera con nuestro país, los cuales no sólo tienen comisiones trabajo de inteligencia tecnológica militar, sino también transportación de misiles para “reestablecer la integridad territorial de la frontera sur de EUA” (tal cual).
María José Rodríguez Rejas, autora de La norteamericanización de la seguridad en América Latina (Akal, México, 2017), refirió con precisión: “hablamos de la norteamericanización de la seguridad para referirnos al ciclo (neo) conservador que refunda el capitalismo y en el que la guerra es condición imprescindible para sostenerlo y expandirse. […] Las amenazas se enfrentan desde una concepción de guerra permanente, total y preventiva que descansa en la concepción del enemigo interno y difuso, […] Al reconstruir las bases de esta concepción de seguridad estamos hablando de una estrategia contrainsurgente, como declaran en sus documentos las respectivas instituciones de seguridad estadounidenses: la guerra contra el narcotráfico y el terrorismo es una guerra contrainsurgente, una guerra de cuarta generación. […] De aquí surge otra de las herramientas conceptuales que proponemos: la caracterización de la violencia en México como una situación de guerra, no sólo por la magnitud y formas de la violencia, sino por la construcción de una cultura de guerra que se reproduce en los códigos simbólicos y en las prácticas sociales de intercambio, y que descansa en el miedo.”
Así las cosas, Kristi Noem, secretaria de Seguridad Interna tiene previsto iniciar este miércoles 26 de marzo una gira por tres países de América Latina: El Salvador, Colombia y México. Aquí, en la CDMX, será la primera de un integrante del gabinete de Trump y se efectuará a cinco días de un nuevo anuncio de Trump sobre aranceles.
En el marco de la reconfiguración geopolítica de las grandes potencias militares y económicas, nos tocó lidiar con el rostro más perverso de todos, el de nuestro vecino del norte; porque no es interlocutor confiable, no entiende razones más allá de su propia lógica y su palabra tan ambivalente y respeto a sus propios acuerdos. ¿Hacia dónde vamos? Pues es claro que, si no hacemos nada, hacia una nueva política de seguridad hemisférica predominantemente bajo la lógica de un capitalismo de narcóticos controlados por ellos, hacia un neoproteccionismo comercial y hacia la construcción de un esquema de gobiernos débiles y sometidos (con más Mileis y Bukeles).
¿Qué nos queda por hacer? Pues mientras Morena, el partido mayoritario y en el poder sigue en su sueño de poder total, pensando en elecciones y en construir nuevos halos de protección a sus corruptos, el resto de los mexicanos, las organizaciones sociales, productores nacionales, medios alternativos y masa crítica pensante, no esperar a que nos convoquen a una nueva concentración de unidad alrededor de Claudia Sheinbaum, sino a elevar la voz, protestar y denunciar esta ofensiva con tintes ultraderechistas e intervencionistas, porque viene en serio una ofensiva neofascista internacional a la que no se puede ser pasivo.
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