Las historias de fantasmas aquí en Guanajuato son el pan nuestro de cada día, de cada noche, de cada madrugada. En verdad. Cuando vives en una ciudad mágica donde hasta el viento lleva los mensajes de los muertos y toca dada piedra de la ciudad y peña de los cerros que la rodean, siempre danzarín, ese aire que mueve las hojas de los árboles, la hojarasca, la capa del tuno y el pelo de las muchachas, sabes que es parte esencial de aquí, cuando lo comprendes ya nada te asusta, o eso pensaba mi amigo Raúl, quien es originario de Celaya pero que vive desde hace muchos años aquí.

Me cuenta él que cuando llegó a Guanajuato capital sabía que el frío de la sierra bajaba y por las calles principales y se colaba por cada callejón remontando a veces con un silbido que se escucha como de dolor, o a veces como de alegría…pero lo más sorprendente es cuando ese viento te dice cosas, te ayuda con voces del más allá que llegan como mensajes que tus difuntos te envían para salvarte de alguna situación o de plano decirte que te prevengas de algo o alguien esa ayuda es invaluable. Sí, a veces pensamos que es nuestra intuición, pero no, en esas noches frías de esta ciudad aprendes que cuando caminas o pasas por su centro y los vientos se levantan, los escuchas, te encaminan a que conozcas ese otro Guanajuato que se oculta bajo sus calles y plazas o entre sus muros y portones antiguos que guardan los secretos más profundos de la ciudad.
Me dice que cuando llegó aquí se hospedó en una de las casas de asistencia cerca de la Facultad de Arquitectura, que para llegar al mercado bajaba por el jardín Reforma para llegar a Gavira y comer o cenara porque en ese entonces salía más barato comer ahí o en Arquitectura, así que aunque él estaba en Contabilidad, se bajaba habitualmente a comer por la zona donde vivía y le era más cómodo.
Una noche en que bajó a cenar a Gavira me cuenta que llegando al Reforma sintió cómo el viento arreció pese a que era marzo, pensó, como dice el dicho: “Febrero loco, marzo otro poco”, así que se dijo para sí que esto parecía octubre, que ahora sí haría más frío en el Cervantino y en diciembre y enero ni se diga, cavilaba ensimismado. Esa noche iba solo. Así que lo que le sucedió a continuación es inexplicable. Iba caminando y el viento al parecer no se dio por aludido, como no le tomó atención, arreció tanto que hizo un remolino delante de él, la plaza estaba sola, en eso vio que el viento levantó un humo del piso, sí, salió un humo del piso, el humo era blanco y poco a poco tomó forma humanoide, Raúl no daba crédito a lo que veía pues esa cosa de una vez se dio la vuelta y con lo que parecían ser sus ojos lo miró fijamente… él quedó estupefacto, inmóvil, porque esa cosa…esa cosa… nunca en su vida había visto algo así… entonces en el colmo del horror ese humo blanco le habló y le dijo que tuviera cuidado que regresara a su casa ¡AHORA! y al instante, después de darle el mensaje, se esfumó en el aire. Mi amigo pensó un segundo en lo visto y casi como autómata se dio la vuelta y regresó a su casa, entró y así vestido como estaba se metió a su cama muerto de miedo, intentó cerrar los ojos, pero todo fue inútil, esa noche no pudo dormir.
A la mañana siguiente en su Facultad, escuchó que sus compañeros comentaban sobre la golpiza que uno de sus compañeros había sufrido en un intento de asalto cerca del Mercado Hidalgo, antes de subir a Gavira. Incrédulo se quedó frío e in mente le agradeció a esa cosa, fuera quien fuera que le haya hecho regresar a su casa, sí con un susto, pero sano y salvo.
Raúl me relata que cuando recién llegó a Guanajuato le decían que ahí se ven y se escuchan cosas, pero nunca pensó que fueran ciertas y ahora que le tocó a él, ese viento, ese ser fue claramente quien tuvo la visión de un futuro y lo salvó de los peligros que a veces la noche esconde en todas las ciudades.
Dicen los que saben que el viento escarba en cada recoveco de la ciudad y saca a esos seres de luz u oscuridad que experimentan su misión de avisar o de sumir en la desgracia a quien Dios les permite acercarse. Saber que ellos están aquí o debajo de la tierra que pisamos en la ciudad antigua sin querer nos da la seguridad de que nos podrán salvar al gritarnos al oído o aparecerse en polvo, en humo, en sonidos, en gritos. ¿Quieres conocer el jardín Reforma? Ven, lee y anda Guanajuato.