Histomagia

MUROS VIVOS

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Guanajuato es una ciudad en que la vida se transforma para bien, o al menos es lo que vemos aquí de cerquita, aquí donde la algarabía de la vida académica universitaria y de la visita de turistas al centro histórico se siente cada día en cada rincón de callejones, plazas, calle subterránea, casonas y el caserío que recubre los cerros que rodean el lugar. Esta última imagen inspiró a Ibargüengoitia en su novela “Estas ruinas que ves” donde escribió: “—¿No sientes a veces, Paco, que esta ciudad se te viene encima?” porque es así como la ciudad se protege de los de afuera, porque eso sí señores, Guanajuato se amuralla con sus propios habitantes que construyen sus casas viéndose cerro a cerro al salir a la puerta con su propia geografía donde conviven almas vivas y muertas, espectros y fantasmas que siguen por estos lares desde tiempos inmemoriales.

Me cuenta mi amigo José Antonio que cuando él era más joven, viviendo en una casa ubicada en uno de los callejones por el barrio de Pastita, disfrutaba apagar las luces de su cuarto y ver cómo los árboles y el río creaban una atmósfera de misterio cada noche donde el viento serrano pasa entre el caserío, se mueve por entre las casas, los árboles y bajan por los cerros para colarse de manera natural en cada habitación de esta ciudad. A él le gustaba ver cada noche o madrugada esta escena desde su ventana que daba hacia el callejón. Le gustaba escuchar la música que hacía el aire al chocar con cada muro, con cada hoja de los árboles mostrando que la ciudad es un ente viviente, un ser que se mueve que te habla si lo sabes escuchar, y sí, él esa noche supo que aquí hasta las propias casas le temen a los seres que andan entre las sombras escondiéndose para seguir siendo parte de este mundo mortal.

Esa noche, absorto por el paisaje nocturno, no se dio cuenta que detrás de él estaba algo o alguien viendo también hacia afuera, sólo sintió que de repente el frío se apoderó de su cuerpo y decidió cerrar la ventana y en una milésima de segundo alcanzó a ver a ese algo esfumándose ante sus ojos en el reflejo del vidrio de la ventana. Se quedó inmóvil, con la mano en el vidrio, tratando de explicarse qué era lo que había visto. Con los ojos entrecerrados en actitud de sospecha José Antonio, negó con la cabeza, dejó la ventana y se fue a recostar a su cama. Frente a él estaba su espacio creativo, su escritorio, su librero y su silla para trabajar sus proyectos que, en ese entonces, bendito Dios, eran bastantes. Pensó por un momento seguir laborando en uno de ellos, la laptop seguía encendida, abierta dando paso a la luz que iluminaba en gran parte la silla y los muros que hacían esquina, era su rincón favorito, pero decidió que no, que mejor ya era la hora de dormir  por lo que se quedó tranquilo viendo ese rincón hasta que pestañeando por el cansancio intentando dormir en ese momento intermitente de visión nocturna, vio que no estaba solo que algo o alguien estaba sentado en la silla, sacudió su cabeza para desmodorrarse y de inmediato se incorporó, se sentó en la cama recargándose en la cabecera, y sintió que un miedo atroz le recorría la espalda: esa cosa era una sombra negra espesa con forma humana que fluctuaba con movimientos que daban la ilusión de ser tan volátil como la seda, mi amigo sólo se quedó estupefacto viendo la escena con un terror que le apresaba hasta los huesos. No sabía que era eso, no cabía en su mente ver que su soledad no era tal, ¿siempre he estado acompañado? Caviló…de pronto ante sus ojos ese ser al verse descubierto se incorporó y rápidamente se dispuso a meterse entre los muros, mi amigo sintió cómo las paredes de su cuarto vibraban al momento en que esa sombra iba a ocultarse en la esquina de su rincón favorito, imposible pensar en un temblor “aquí no hay de eso” se dijo, al instante José Antonio tocó el muro detrás de su cama como consolándolo como dándole a entender que no tuviera miedo, porque sí, era claro que esa cosa horrible emanaba tal energía negativa que movía con su fuerza las paredes donde se escondía ve tú a saber desde qué tiempos pasados habitaba ahí, o talvez habitaba en esta ciudad y los vientos lo trajeron desde quién sabe dónde.

Los que saben dicen que las cosas que consideramos inanimadas también tienen alma que se forja con las emociones de los constructores, de los habitantes quienes son los que le ponen sudor y a veces lágrimas al crearlos, ellos dan la magia al hogar, le ponen el fuego de sus pasiones, emociones y sentimientos que se quedan en ellas, por eso hay que agradecer que tenemos un techo en dónde vivir, porque esas casonas y casas de por aquí y de el mundo entero nos reciben vivos, pero aquí en esta ciudad reviven hasta muertos, espíritus y espectros que tal vez vivieron en otro tiempo ahí o son parte de alguna de las casa que componen al extraña geografía de este lugar.

Mejor no sigo contando, mejor ven, lee y anda Guanajuato.