El espacio de Escipion

Adán Augusto, ¿el hermano incómodo de AMLO?

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En Tabasco, tierra de humedad perpetua y pulsos intensos, la política nunca es un simple juego de mayorías: es el reflejo de tensiones incubadas por generaciones, donde el calor no sólo lo marca el clima, sino la efervescencia de una sociedad que, a diario, redefine sus propios límites. El agua hierve sin fuego, pero en la arena pública lenta y silenciosamente se cuecen batallas entre élites tradicionales y liderazgos surgidos del trabajo popular.

El pulso late al ritmo de una pugna silenciosa, pero persistente, entre quienes han formado parte de las élites tradicionales—familias con poder ancestral, capital y relaciones políticas nacionales— y aquellas figuras que, desde los márgenes y el trabajo de campo, han forjado su espacio a través de la organización social y la movilización popular.

La historia reciente de Tabasco no puede comprenderse sin atender esta fractura: una clase acomodada que resguarda sus privilegios lo mismo en el viejo PRI, que en el PRD y ahora, en el partido hegemónico, Morena, frente a la movilidad social de liderazgos de base han ascendido, a fuerza de lucha y persistencia, en la esfera pública.

Así es que se entienden liderazgos como el de Adán Augusto López Hernández, quien forma parte de esas élites privilegiadas de la clase política, con cargos públicos de primer nivel, con postgrados en el extranjero, negocios propios, notarias públicas y poseedor de reserva territorial en una entidad que carece de ella, y en el otro lado, Javier May Rodríguez, del movimiento de la resistencia civil, obrero y con dificultades para tener siquiera el bachillerato concluido, pero capaz de alcanzar la alcaldía de Comalcalco en dos ocasiones y la gubernatura.

Estas tensiones han moldeado el rostro de la política local mucho antes de que las redes del crimen organizado comenzaran a tejerse en el entramado social y económico del estado.

Digamos que desde la época del legendario Tomás Garrido Canabal, en Tabasco la política forma parte del gen choco, por ello en la historia contemporánea han surgido tres grandes Grupos Tabasco: el primero, conformado por político-intelectuales como Ulises Balboa, José Eduardo Beltrán, Carlos Pineda, Humberto Mayans, Arturo Núñez y Juan José Rodríguez Prats; el segundo, fue el que conformó Andrés Manuel López Obrador y sus “doce apóstoles” que llevó de Tabasco a la Ciudad de México en la dirección del PRD y el gobierno del DF de los cuales sólo queda Octavio Romero Oropeza; y el tercero, el que llegó de nuevo con Andrés Manuel a la Presidencia de México y que ha sido tan amplio, diverso como descontrolado.

La ruptura de Andrés Manuel López Obrador con el PRI en 1988 fue clave: integró figuras de las élites priistas, empresariales y mediáticas al PRD y más reciente a Morena, causando polarización y división. Esta estrategia la replicó a nivel nacional como líder del PRD y, más tarde, como presidente diluyendo adversarios y consolidándose como líder político que todos conocemos.

El caso de Adán Augusto es particularmente importante, porque si bien es hijo de Payambé López Falconi, quizá el abogado más cercano a Andrés Manuel en sus primeros años de opositor también es parte del grupo de operadores políticos tabasqueños que tuvieron el padrinazgo de Carlos Hank González como Roberto Madrazo Pintado, al que consideraba un hijo, Manuel Gurría Ordóñez y, particularmente, el discípulo de éstos: Manuel Andrade Díaz, con quien Adán formaba una mancuerna política sólida.

El gobierno de Manuel Andrade constituye un hito para comprender la crisis de inseguridad y las redes de complicidad entre políticos y crimen organizado. Tras su triunfo en 2001, se rodeó de un grupo cuestionado por su falta de experiencia, frivolidad en el ejercicio del poder y, especialmente, por sus vínculos con los nacientes grupos delictivos. Por esos años, Adán había dado el salto del PRI al PRD, José Ramiro López Obrador era alcalde de Macuspana, Javier May dirigía Comalcalco, y Hernán Bermúdez Requena ocupaba la subsecretaría de Seguridad estatal. En los cafés y diarios de sociales de Villahermosa, no era secreto que Hernán y Adán compartían grupo político, mientras se tejían acusaciones y rumores de corrupción y colusión.

“En Tabasco, todo se sabe” y todo se publicita en las páginas de sociales de los diarios que se reparten gratuitamente en todos los comederos. Y, por supuesto, Hernán y Adán eran parte del mismo grupo político y toda Villahermosa sabía de las ligas y acusaciones contra Bermúdez Requena.

Entre 2005 y 2007, Tabasco fue sacudido por una ola de violencia que cobró la vida de dos influyentes ganaderos, Ponciano y Ciro Vázquez Lagunes, el alcalde de Huimanguillo, Walter Herrera, y Martín Flores Torruco, sobrino político del propio AMLO. A esto se sumó, en la era Granier, el atentado contra un secretario de Seguridad y General de División. Estos hechos, lejos de ser simples episodios aislados, marcaron el inicio de una escalada en la que el crimen organizado se convirtió en actor central del drama tabasqueño.

Las organizaciones criminales estaban ya instaladas en la frontera sur de México y utilizando el corredor del Golfo para el tráfico de drogas, luego de que Estados Unidos cerrara su espacio aéreo luego de los atentados del 11-S de 2001. Así fue “Michoacanos” o del Cártel del Milenio, Cártel de Juárez, Cártel del Golfo, Cártel del Pacífico y Zetas se fueron disputando el territorio y cooptando políticos, empresarios, ganaderos y comerciantes locales.

El 13 de junio de 2006, la SIEDO de la Procuraduría General de la República, confirmó la detención de Hernán Bermúdez Requena, acusado de estar involucrado en los crímenes de los Vázquez Lagunes, el alcalde de Huimanguillo y… la conformación de una organización criminal con presos del CRESET y policías estatales, que habrían provocado fugas de importantes jefes criminales y delinquir por las noches en el robo, la extorsión y ejecuciones. Quizá este sea el primer antecedente de “La Barredora”.

En este último medio siglo, más allá del crimen y la polarización política, Tabasco parece tener una maldición: devastó sus selvas para proyectar grandes sembradíos y ser “el semillero de América”, lo que se logró a medias; pasó luego a ser ganadero, devastando más el ecosistema; pero luego con el petróleo llegó el ecocidio total y una subcultura educativa y laboral digna de estudios sociológicos a profundidad, hasta terminar envueltos en el crimen organizado.

Siendo la entidad y su grupo político el más fuerte en México, el caso Adán, Bermúdez, Pepín López Obrador y Javier May, sin duda está golpeando directamente al discurso moralista de la llamada Cuarta Transformación, pues ya pregonar “no somos iguales” se está revirtiendo, anticipando en el partido un rápido envejecimiento, perredización y perdición. Del “Cuau”, a Marina del Pilar, a Rubén Rocha, y ahora Adán nadie puede decir que sea mejor momento de Morena. El éxito electoral no es el éxito partidista de la purificación política nacional.

Finalmente, queda la duda: es de todos conocidos; en el movimiento lopezobradorista hay distintos niveles de confianza, según la cercanía con Andrés Manuel. Y sin temor a equivocarnos, como lo expusimos hace cuatro años en este espacio, Adán, el otro hermano de AMLO, éste más que hermano es guardián de sus principales secretos: tiene su testamento, protocolizó además como notario público la herencia de la primera esposa, la transferencia de las propiedades en Villahermosa, Palenque y Copilco, tiene relación de documentos y testimonios personales en su resguardo, además de ser considerado “tío” por todos sus hijos.

Ahora, a punto del colapso político y moral, el otrora “exitoso López Hernández” parece haber sido aniquilado por Pepín López Obrador y Javier May, quienes se movieron con anuencia hasta ahora desconocida en su contra. Y eso quedará para los especuladores de la historia como también si, dada la cercanía y peso político, Andrés Manuel lo dejará solo ante el claro linchamiento interno y externo.

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