José Juan Reyes / Cultura UNAM

Rosa Elena Curruchich (1958-2005) y Angélica Serech (1982), originarias de San Juan Comalapa, Guatemala, forman parte de una generación de artistas visuales que consolidan en su arte la autodeterminación. La muestra Un solo latido – Xa jun ruk’oxomal qanima reúne el trabajo de ambas, por primera vez en México, en el Museo Universitario del Chopo. Son obras de mujeres cuyas voces se intentó acallar debido a prejuicios sociales de sus propias identidades.
La colección permite establecer un diálogo entre la producción plástica de ambas artistas de origen maya kaqchikel, cuyas obras se caracterizan por visibilizar las tradiciones y lenguajes creativos de los pueblos originarios, y por reflejar el camino que han tenido que recorrer las mujeres indígenas en un contexto excluyente.
Un solo latido presenta 80 piezas de Curruchich e inicia con un conjunto de cuadros en los que la artista narra su propia vida, autorretratos en los que aparece siendo niña, levantada en brazos por su padre para que pueda ver a su abuelo pintar. “Las evocaciones continúan con imágenes de ella vendiendo tortillas, dulces y, por supuesto, pintando”, dijo Carlos López, curador de la muestra.
Curruchich sólo pudo exhibir su trabajo una vez en la Alianza Francesa de Ciudad de Guatemala, en 1979. Sus obras recibieron comentarios favorables, pero desde una perspectiva un tanto sesgada, ya que fueron calificadas de arte naíf.
“Estas son categorías coloniales que responden a parámetros eurocéntricos, que miran con desprecio dichas expresiones culturales. En los últimos años han surgido movimientos en Guatemala de artistas que han comenzado a desmantelar esta visión, a través de procesos de autogestión y organización, en un reclamo de autodeterminación de su cultura”, señaló López.
Angélica Serech aprendió de su familia la producción textil tradicional, utilizando diversas técnicas como el brocado y la confección de huipiles. Su obra incorpora materiales como cabello humano, madera, hilos metálicos y otros elementos orgánicos.
“Sus esculturas y cuadros son de gran formato. Incorporan nudos, amarres y trenzas en la superficie, evocando la geografía, los desplazamientos migratorios y la memoria del cuerpo, así como la fragilidad de la piel. Su producción propone cambiar la estructura de los textiles y de los huipiles, en una reflexión poderosa, íntima y colectiva al mismo tiempo”, comentó el curador del Museo Universitario del Chopo.
“El trabajo de ambas se ha convertido en un ejemplo de resiliencia y de cómo el arte permite desarrollar un proceso de reinvención constante de su identidad indígena”, añadió.
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* Tomada de Gaceta UNAM. Publicada con fines no lucrativos. Si usted está interesado en estos temas, visite el sitio: https://www.gaceta.unam.mx/dedican-muestra-a-dos-artistas-maya-kaqchikel/