Histomagia

EN ABANDONO

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«Nuestro lenguaje puede verse como una vieja ciudad:

una maraña de callejas y plazas,

de viejas y nuevas casas,

y de casas con anexos de diversos períodos.»

Ludwig Wittgenstein

Guanajuato es una ciudad que nos muestra infinidad de construcciones arquitectónicas de diferentes periodos de su historia. Se considera una ciudad colonial porque predomina ese estilo en el centro de la ciudad, sin embargo, este lugar, a la fecha se ha conformado por nuevas construcciones que de una u otra forma embellecen la ciudad, pero lo que es innegable es que hay infinidad de casas y casonas en ruinas o en abandono que alguna vez fueron hermosas.

Mi amiga Nayeli tiene una casa cerca del Callejón de Corazones que le ha sido heredada por unos parientes lejanos. El asunto es que la casa está en ruinas sólo con dos cuartos de adobe a medio destruir con los medios techos lastimados ya por los elementos y la edad de la propia construcción, un pequeño patio con lavadero de piedra, y listo; eso sí la puerta imponente sosteniendo el muro de frente, de la entrada a esa casa, incólume aún dando la personalidad a la casa.

Ella me cuenta que una de esas veces en que fue a ver la casita para ver si podía venderla, estaba en la puerta de hierro tratando de abrirla, de pronto notó que uno de los vecinos se asomaba insistentemente por su ventana para verla a ella. Desde siempre, esta actitud ha sido típica de los habitantes de Guanajuato, pues los vecinos son los vigilantes de su espacio, así que a mi amiga no le molestó sólo sonrió y siguió intentando abrir. A al paso del tiempo, de un buen tiempo, pudo abrir esa puerta. Entró. Al momento sintió que un frío y viento helado se soltó en la casa, pensó que era extraño porque sólo sucedía dentro de la vivienda, afuera en el callejón está un arbusto Nayeli volteó y vio que estaba inmóvil, pensó que era porque de seguro venía de el callejón de arriba. “Seguro”, se dijo como convenciéndose de aquí era.

 Aquí en Guanajuato en los callejones todo toma su curso, el viento frío de la sierra, el agua cuando llueve y los espíritus que conviven desde siempre con nosotros, así es.

Mi amiga siguió visitando el lugar, al instante de iniciar su marcha, dando el primer paso, sintió que alguien estaba de tras de ella, de inmediato volteó y por su hombro izquierdo logró ver con el rabillo del ojo que una sombra pasó rápidamente de uno de los cuartos al otro. Pensó que mejor debería irse, que no era posible seguir con la visita porque ya casi iba a anochecer y la verdad no estaba preparada para vivir esa experiencia. “Todos sabemos nuestros límites -me dijo- y yo sé los míos”.

Nayeli se dio la vuelta y se dispuso a salir de esa casa que ahora sabía no estaba completamente sola algo había ahí, algo estaba ahí, y no se iba a esperar a ver quién o qué era. Apresuró su paso y cuando al fin cruzó el umbral de la casa, las luces de los faroles de callejón se encendieron al unísono, ya la noche caía en la ciudad, volteó y rápidamente cerró la puerta y esta vez también le puso candado, no sólo la vieja chapa, sino que lo hizo pensando que era necesario contener esas sombras que estaban en esa casa en abandono.

Se dio la vuelta y ya se disponía a bajar el callejón cuando aquel vecino que estaba viéndola le dijo que no se podía ir sola, que la viejita que la acompañaba se quedó adentro de la casa, ¿Qué no la ve? Le insistió, mi amiga le dijo que ella venía sola que nadie la acompañaba, él le dijo que no, que la señora estaba adentro de la casa asomándose por la reja de esa vieja puerta. Nayeli asustada, pero con el fin de que el señor comprendiera su realidad, volteó a ver la puerta de la casa ahora ya alumbrada por esos viejos faroles, y efectivamente, se veía una señora que la miraba fijamente, como regañándola con la mirada, eso sí triste, cubriendo su cabeza con su rebozo, y ante los ojos de ambos esa figura se dio la vuelta, caminó un paso, traspasó uno de los muros caídos y desapareció.

Ambos voltearon a mirarse y el silencio se hizo presente, así como la comprensión de que aquí las almas, fantasmas y espectros se encuentran en esas casas antiguas donde están y estarán toda la eternidad. Desconcertados, ambos siguieron su camino, el hombre se fue caminado lentamente hacia su casa y mi amiga bajó el callejón lo más rápido posible.

A la fecha, esa casa no se ha vendido, y no podemos decir que es de esas que se derrumbaron con la inundación de Guanajuato, no, esa casa, Dios sabe cuánto tiempo tiene ahí, lo que sí es que los que saben dice que cuando alguien muere en una casa y esa persona tiene apego a ella, difícilmente seguirá la luz que lo lleva a otra dimensión, ellos se quedan aquí viéndose como personas de carne y hueso, ese es su disfraz para que las apariciones no nos den temor ni terror, pero esta vez, los espantos y sombras de la casa es parte de este lugar que configura tantas viviendas que determinan la personalidad e identidad de esta ciudad, es su lenguaje, es un mosaico arquitectónico vestido de cantera y adobe, y con numero infinito de almas vivas y muertas.

¿Quieres conocerla? Ven, lee y anda Guanajuato.