Guanajuato es un lugar muy imponente. Su arquitectura colonial realizada sobre peñas y en una cañada realmente sorprende a más de uno porque en verdad esta ciudad está arraigada a varios ríos que, cuando llueve, la naturaleza toma su cauce y es cuando la subterránea se inunda, porque buscan encontrarse los ríos, aunque algunos ya han sido embovedados y otros de plano supuestamente desaparecidos, pero no es así, ellos siguen allí.

Aquí cada noche suceden varias cosas. Algunas personas se van a descansar, pero otras se van a trabajar porque aquí la vida nocturna, al ser lugar turístico, sigue y sigue durante toda la madrugada hasta el amanecer, y a cada una de ellas les puede suceder algo diferente porque aquí las almas aprovechan las noches para hacer de las suyas.
En esta mística ciudad, muchas de las casas antiguas tienen en sus puertas de entrada pequeñas puertecillas que les permiten ver hacia afuera para saber quién es quien llama porque aquí hay temporadas en las que el viento es tan fuerte que hace que los ventanales vibren y pareciera que las puertas las quieren abrir, lo que sí es que a veces es el aire, a veces una persona viva y otras algún aparecido.
Pues bien, me cuenta mi amiga Nieves que sus padres, como admiraban ese tipo de construcciones, pusieron en su casa una puerta con ese modelo antiguo, ella pensaba que ese estilo no le quedaba a la casa, pero bueno, es la casa de sus papás, ellos lo decidieron así, pero para saciar su curiosidad, le preguntó a su mamá y fue ella quien le contó la causa de esa puerta “guardiana”. Le dijo que pusieron ese tipo de puerta porque la que estaba antes siempre la mantenían entrecerrada para que, según costumbre de su esposo, quien fuera a buscarlos, se pasaran así sin ningún miramiento; de hecho, le dijo: “Tu papá siempre tenía la costumbre de, al escuchar que alguien se acercaba o tocaba la puerta, les decía sin voltear siquiera: pásele a lo barrido, los invitaba sin saber qué o quién era lo que se acercaba a buscarlos o a sabe Dios qué”.
Nieves quedó sorprendida con su relato y recordó que en aquellos años de infancia siempre veía personas pasear por la sala viendo los retratos familiares y los adornos como si estuvieran en una exposición de arte como una de las muchas que haya aquí en Guanajuato. Le preguntó al respecto a su mamá y simplemente le contestó: “nunca ha habido tanta gente aquí en la casa, por eso pusimos esta nueva puerta, porque entraban seres y cosas que no sabíamos, pero que te molestaban y me molestaban mucho. A tu papá ni siquiera se le acercaban, pues él los dejaba entrar”. Mi amiga se quedó muda, y mejor ya dejó la charla por la paz. Pero no se esperaba lo que iba sucederle después.
Una de estas madrugadas como a las dos de la mañana en que la lluvia y el viento azotaban la ciudad, estando todos ya dormidos, se escuchó un leve toquido en la puerta de metal, lo escuchó Nieves porque su cuarto estaba cerca de la entrada de la casa, aun ladito de la sala, pero pensó que de seguro era el viento que paseaba como siempre por la ciudad a esas horas, pero tocaban con tanta insistencia que a ella se le hizo fácil abrir la pequeña puertecita para ver quién tocaba, se asomó, sintió el frío viento en su cara y vio cómo la farola de afuera de su casa iluminaba el callejón, los remolinos trataban de levantar las hojas mojadas de aquel árbol cercano, miró a su derecha y a su izquierda y nadie, ni nada. Cerró la puertecilla, se dio la media vuelta y en eso un toquido más fuerte se escuchó, pensó que alguien jugaba, porque ahora sí se escuchó que era incluso con la mano abierta, sin lugar a duda quien tocaba la puerta quería que le abrieran ya.
Entonces se asomó y esta vez miró hacia abajo y fue que vio a una mujer pequeña, cabizbaja como si estuviera muy cansada con su mano recargada en la puerta, Nieves atinó a decir: “¿Sí?” entonces esa mujer volteó a verla y mi amiga se estremeció al verle la cara a esa mujer porque tenía su rostro lleno de sangre, como si una piedra le hubiera caído en la cabeza y que al voltear hacia arriba la pertinaz lluvia le limpiaba algunas partes que mostraban el hueso, y unos ojos desorbitados como mirando a la eternidad, esa cosa intentó hablar con Nieves, quien al verla balbucear algo, de inmediato cerró la puertecilla y corrió a refugiarse a su cuarto entre sus cobijas en su cama. Los toquidos siguieron un buen rato, y luego cesaron, como que ese espanto se dio cuenta de que no le iban a abrir nunca.
A la mañana siguiente Nieves les contó a sus padres lo sucedido, ambos se miraron en silencio y fue entonces que su papá le contó que ese ser que se apareció fue uno de tantos que él invitó a pasar a la casa hace muchos años, y el confesó: “ De seguro la puerta antigua lo hizo volver porque el modelo de esta puerta era el mismo de la casona antigua de allá abajo donde ella vivió, ahí donde sus propios familiares la mataron le machacaron con una piedra la cabeza y así poder quedarse con sus bienes”. Nieves se quedó helada sin saber qué decir. Eso sí, el tema ya nunca se volvió a hablar. Y la puerta guardiana sigue ahí.
Dicen los que saben que las noches y madrugadas son los tiempos en que hay liberación de energías, por eso se presta para tener experiencias paranormales y esa es la causa de que se diga que los muertos recogen sus pasos y cuando llegan a su casa tocan las puertas que ellos creen suyas para que los de dentro les den la bienvenida, pero la mayoría de las veces no es así, los vivos los ven como espantos, los rechazan y se convierten en almas errantes buscando su lugar.
Esto ocurre aquí y sí es verdad porque los ves aparecerse y caminar por las calles, callejones, plazas e incluso bajar o subir por las paredes y muros de las casas, iglesias y de la subterránea, por cierto, antiguo río embovedado que cruza toda la ciudad. ¿Quieres conocerla? Ven, lee y anda Guanajuato.