Histomagia

EN EL PORTÓN

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Guanajuato es un lugar tan cosmopolita y mágico que recibe incluso a las almas perdidas de otros lares para que convivan con las personas vivas en tantos festivales y reuniones culturales, políticas y religiosas que siguen vigentes desde hace muchísimos años.

A veces las almas muertas despiertan para estar pendientes de cuando los humanos vivos necesitan ayuda; esto es que gracias a la fe podemos convocar o invocar a seres o espíritus o ángeles que perciben los corazones buenos por lo que acuden a ayudar, independientemente de cómo se le presenten al vivo en cuestión, porque sé, al relatar tantas histomagias, que se ven como señores, ancianas, jóvenes, niños, aunque dicen los que saben que cuando se te aparezca un niño debes de desconfiar porque generalmente son seres de bajo astral que necesitan de tu energía para seguir perviviendo desde la muerte oscura y las sombras.

No siempre la soledad es buena consejera a veces te hace desear el ya no estar aquí, el morir, el seguir el camino de los muertos.

Hace unos días mi amiga Yadira me contó que cuando ella era joven salía con su tía a caminar por el centro de la ciudad ahora llamado Centro Histórico, su tía ya era una ancianita que vivía a un lado de la casa de los padres de Yadira, por lo que ella procuraba salir con su ella a paso lento a recorrer las calles y algunos callejones de la ciudad escuchándola contar sus vivencias de joven abundando en el relato cuando reconocía alguno de los lugares que su memoria cansada le mostraba en su mente y a veces esas historias eran tristes o de esas que dan escalofríos y miedo.

Una de esas noches en que salieron a pasear, mi amiga la escuchaba con tanta atención deleitándose con cada línea narrada e imaginando cada evento con cada palabra que ella pronunciaba, que lo que les pasó luego fue plenamente inesperado.

Me narra Yadira que cuando iban pasando por el callejón de Calixto, su tía se quedó inmóvil viendo uno de los portones de las casas grandes que aún existen por ahí. Sin parpadear, ni siquiera escuchar la alegría de las estudiantinas que pasean por las noches, Yadira fijó su mirada en ese portón y vio cómo poco a poco salía el torso sin cabeza de una mujer vestida de negro como asomándose. Incrédula vio cómo su tía comenzó a hablarle a ese espanto saludándola como si la conociera; de hecho, eso que debía ser un diálogo se convirtió en un monólogo ininteligible de murmullos que de vez en vez se interrumpía por un ulular del viento frío que pasa por los callejones o por una especie de sonido grave que le contestaba los saludos y comentarios que su tía le hacía a esa mujer solitaria ahora convertida en espectro de la noche.

Mi amiga no sabe cuánto tiempo estuvieron ahí, el tiempo se detuvo, y lo supo porque de repente el callejón solitario y el ahora viento helado le indicó que ya no era de noche, que ya era de madrugada casi para amanecer, pues la luz azul del cielo iluminó el último vestigio de esa figura al retraerse y meterse al portón en silencio tal y como apareció. Supuso que esa mujer en vida tal vez fue al parecer su amiga porque su tía, ya sea por el frío o porque esa mujer regresó a sus sombras, sólo atinó a decirle a su sobrina que la llevara a su casa que ya hacía frío y que estaba muy cansada.

Regresaron a su casa en silencio, Yadira le preparó un té caliente, la arropó en su cama, esperó a que se durmiera, se sentó en una silla, dormitó y en la duerme vela, abrió los ojos y vio sentada en el tapete a un lado de la cama a la mujer de cuerpo entero, vestida de negro, pero sin cabeza, de frente a la pared donde estaba en crucifijo antiguo, estaba rezando como esperando algo o a alguien, intentó moverse, no pudo. Volteó a ver a su tía que ahora estaba de pie a un lado de esa mujer, intentó llamarla, todo fue inútil, cerró los ojos un instante y escuchó un suspiro profundo, abrió sus ojos y vio la vida escapándosele a su tía que seguía acostada en su cama. Esa mujer vino por ella. 

Yadira, ya desesperada, hora sí pudo moverse, salió corriendo de casa de su tía para darle aviso a la familia que la acompañaron de regreso y les contó lo que habían pasado esa madrugada, seguro su tía le pidió ayuda a esa mujer para bien morir, no le creyeron.

En el funeral se presentaron muchísimas personas a darle el pésame a la familia, su tía era muy querida, siempre fue buena persona, tanto que cuando iban a retirar el féretro para llevarlo al camposanto, otras personas no vivas estaban con ella acompañándola y entre ellos esa mujer sin cabeza con sus manos entrelazadas en posición de rezo eterno.

Dicen los que saben que cuando uno muere todo tipo de seres van al acontecimiento pues para unos es la despedida y para otros es la bienvenida a un mundo más allá de la muerte, donde a veces se quedan deambulando o viviendo su muerte aquí, otros suben al cielo o al infierno, dependiendo de lo que hicieron en sus vidas. Todos somos almas errantes que buscamos la tranquilidad que nos da la soledad de la muerte, pues así nos vamos: sin nada ni nadie y, en el mejor de los casos, en paz.

¿Quieres conocer el callejón de Calixto? Ven, lee y anda Guanajuato.