Debe ser muy grande el placer que proporciona el gobernar,
puesto que son tantos los que aspiran a hacerlo.
Voltaire (1694-1778) Filósofo y escritor francés.
La división
Hija del encono,
cara natural del antagonismo indisoluble,
comercio ambulante de resentimientos
trazando una imagen virtual de opalescencia,
enmascarada en una amable verdad
que disimula una sinceridad fingida,
la cual se traga para fijar una frontera.
Es el ritual de los colores y los lemas,
raíces intrincadas de creencias profundas,
que jamás deberán ser profanadas
por el otro definitivamente diferente.
No importa si la fe tiene una duda razonable,
lo vital son los colores ondeando en la bandera,
que el himno haga inflamar los pechos
y que de los ojos fluyan gruesas lágrimas.
Las diferencias son linderos infranqueables,
el diálogo se acepta sólo confirmando
que el otro cedió sin condiciones
a la postura rival en el debate.
Caminemos pues,
en esta ruta del fracaso.
Conflicto de intereses
Racimo de conflicto de intereses,
ofrenda de una insalubre cofradía,
mucho más allá del mediocre peculado,
propio del grisáceo burócrata encubierto
que rinde sumisión a su jefe inmediato.
Será el primero en caer si el caso es descubierto.
“Motivos de salud” obligarán a su renuncia,
chivo expiatorio en los chismes del pasillo.
Para el corrupto la democracia tiene sus resquicios.
Debido a la legitimidad concedida por los votos,
es posible manipular las necesidades de la gente,
mediante el enunciado de que se piensa por el pueblo
y así afirmar que lo que piensa el pueblo es un mandato.
Esto perfora un orificio hacia el negocio grande,
grandioso como los fondos del erario,
botín que se suma al capital privado,
génesis de la dualidad político empresario,
o empresario político de acuerdo al caso.
Permisos van y concesiones vienen,
los puestos repartidos entre la parentela,
las alianzas con base en compadrazgos
que puedan aportar fluidez a contubernios,
un buen disfraz de licitud a los sobornos.
El bienestar social pasa a un segundo plano,
con propaganda que lo exalta en el primero.
El desarrollo se convierte en dar explicaciones
argumentadas con las prostituciones del pasado,
para barrer bajo la alfombra las nuevas decepciones.
Retórica vacía en las exposiciones gráficas,
pues una mujer yace en el suelo de la clínica,
un niño que difiere sus ansias de conocimiento,
un maestro ocupado en habituales manifestaciones,
jóvenes universitarios desilusionados sin trabajo,
pueblos enteros sometidos a la tutela obligatoria
del amancebamiento entre el crimen y el gobierno.
Una mujer rascando la caliente llanura,
buscando la mínima certeza que le brinde un indicio
para poder enterrar en paz a sus difuntos.
A la nueva política todo eso le resulta indiferente,
bailando en tictoks con ropa fluorescente,
abrazando a un obrero mugriento y sudoroso,
señalando al candidato rival con índice de fuego
presentando un largo inventario de denuncias,
sin morderse la lengua por sus propias corruptelas,
todos son reos de cárcel sin ningún remordimiento.
No puede haber esperanza sin tocar el fondo,
pero la gente se ilusiona con las promesas por su voto,
pensando que no puede haber ya más un peor gobierno.
Sin embargo, si bien ya se ha tocado el fondo,
los políticos se encargan de cavar más hondo,
sembrando en el pueblo un feroz antagonismo,
burlándose con siniestra desfachatez de la justicia,
revestidos de impunidad por el poder del fuero,
usando el comercio de los votos para seguir con vida
en este inexplicable período perpetuo de injusticias.
Ciudadanos comunes y perplejos despertemos,
la dignidad del ser humano hoy está en juego.
La democracia deposita en el pueblo la soberanía,
que no sólo consiste en emitir un indolente voto,
sino en la construcción de un país en pleno desarrollo,
fuerte en salud, educación, seguridad e infraestructura.
A la basura los facinerosos que aspiran al gobierno,
sólo para explotarlo con ventaja, premeditación y alevosía.
Juan José Guzmán Andrade. Ecos de mi onda. Guanajuato, Gto., 11 de septiembre de 2025.