Al frente de la Opera de Bellas Artes buscó el pleno desarrollo de los jóvenes cantantes: “Si en este momento veo hacia atrás, siento satisfacción por lo vivido”.
Lourdes Ambriz (cuyo deceso ocurrió apenas unos días atrás), la soprano mexicana más brillante en las últimas décadas por su calidad interpretativa en los conciertos, óperas y programas de música antigua y contemporánea, fue también Directora Artística de la Opera de Bellas Artes. En entrevista exclusiva con este reportero, el 24 marzo de 2017, declaró que “ese encargo laboral debía ser de servicio al gremio y a la comunidad”. Como un mínimo reconocimiento en su honor, recuperamos el resultado de esa conversación.
“La vida me ha dado una nueva oportunidad de vivir de acuerdo con lo que pienso, y a la vez, de poder demostrar que esta es una ocasión más para hacer bien las cosas, aunque es complejo porque ésta es de ese tipo de direcciones desde las que es imposible darle gusto a todos; yo, trato de ofrecer posibilidades al gremio y de buscar su desarrollo”, aseguró.
Entrevistada en su oficina frente al Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, la artista que por más de dos décadas había participado en la gestión de proyectos culturales y durante más de un año cumplido cabalmente como subdirectora artística de la Opera de Bellas Artes, subrayó que si miraba atrás en este momento, sentía satisfacción por lo vivido.
Aunque también tenía curiosidad por lo que vendría más adelante, sostuvo que había hallado mucho gusto y placer en la enseñanza a los cantantes que se desarrollan hoy en día. “Yo intento abreviarles lo pesado que muchas veces es el camino del perfeccionamiento y del conocimiento en esta carrera, donde muchos de nosotros nos hemos desarrollado solos”.
El hecho de que un maestro le ayude a un cantante profesional en ciernes a abreviar esos procesos, y lo catapulte a una mejor manera de ser profesional, es algo que puede darle mucho placer a los jóvenes cantantes, y les proporciona gusto por el trabajo, más allá de lo que puede preocuparles si lo hacen bien o no, consideró la experimentada entrevistada.
Ambriz, quien debutó con la Compañía Nacional de Opera (CON) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en 1982 con el papel de “Olympia” en los Cuentos de Hoffman y quien se esforzó por consolidar en México su carrera para luego extenderla hacia todo el mundo, fue Directora Artística de la Opera de Bellas Artes desde octubre de 2015.
En el momento de la entrevista, la labor al frente de la dependencia le había implicado retos y mostrar lo mejor de su calidad de estratega. “Aquí hay muchas variables que afectan los resultados del trabajo, por eso debo tener la humildad suficiente para entender que hay cosas que no puedo controlar, el temple para sobreponerme a esas situaciones, y la fuerza para hallar soluciones”, acotó.
Tuvo las tablas para alcanzar sus metas, pues trabajó en el INBA durante más de 25 años. En este tiempo impulsó y participó en proyectos de música de varias épocas y géneros, desde medieval y renacentista hasta el repertorio de los siglos XX y XXI, en ópera, oratorio, cantatas, misas, conciertos sinfónicos, música de cámara y en recitales.
Consecuentemente, su amplio conocimiento del mundo de la ópera desde sus entrañas y desde afuera, y su probada capacidad para trabajar en equipo, son sus principales armas en su diaria labor como funcionaria pública.
“La ópera es un ente vivo, un espectáculo compuesto por una enorme cantidad de personas, quienes aportan su talento y esfuerzo”.
Lourdes Ambriz entendió, como funcionaria, que debía tener la sensibilidad para entender que todo es importante y que todo necesita su espacio. “Lo que me toca hacer es vigilar y privilegiar la parte artística, procurar que tenga un peso específico en el escenario, porque al final, lo que ofrecemos al público es una obra de arte realizada en conjunto”, destacó.
Como directora artística buscó que lo que esté presente en el escenario tenga una hechura fina, para honrar a la tradición que por muchos años ha forjado la Opera de Bellas Artes. Tiene una historia muy larga y a lo largo de los años se ha ido embalando en una serie de formas operativas donde hay cosas que funcionan naturalmente sobre un mismo carril.
Las variables las han definido los diferentes directores artísticos que ha tenido, no pocas influencias externas, la vida musical y artística del mundo que va permeando el quehacer de la Opera de Bellas Artes.
“Primero fui subdirectora, siendo director el maestro Ramón Vargas, quien buscó internacionalizar el trabajo, como era la tendencia en ese momento”
Y en su turno, además de seguir con las pautas positivas de Vargas, la mira de Ambriz se fijó en llevar la ópera a un mayor número de mexicanos, dentro y fuera del Palacio de Bellas Artes. La pantalla gigante fuera del recinto se debió a una iniciativa de la entonces Secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, cuando fue directora del INBA, recordó.
El siguiente paso ya estaba marcado. La entrevistada trabajó para que la ópera penetrara como un beneficio educativo y cultural en la población nacional y mundial. “Es un proyecto a largo plazo en el que no estamos solos, sino en conjunto con los teatros de Iberoamérica, y pienso que la Opera de Bellas Artes tiene un rol importante en este esfuerzo”, comentó ilusionada.
Lo primero que ella pensó al tomar posesión del cargo fue que le gustaría hacer muchos estrenos de obras que no se han presentado en México y aprovechar la oportunidad para renovar el repertorio. “Eso se puede hacer hasta cierto punto, porque todo representa una inversión”. Lo mejor, dijo, “es combinar cosas nuevas con producciones ya existentes”.
Suspiró, miró al horizonte y dijo: “Busco una alternancia de oferta, que la gente se reencuentre con óperas que conoce, con elencos nuevos y aire fresco, y al mismo tiempo que vaya a conocer producciones nunca antes vistas aquí. Además, al tener una vida y una carrera tan afortunada, deseo apoyar a los jóvenes que inician el camino que gozosamente yo he andado, como agradecimiento”.
El resto de vida que tuvo, fue congruente entre el decir y el hacer.