«…No sé que tienen las flores llorona
las flores del campo santo,
no sé que tienen las flores llorona
las flores del campo santo
Que cuando las mueve el viento llorona
parecen que están llorando,
que cuando las mueve el viento llorona
parecen que están llorando…»
Dominio Popular
Guanajuato estará de fiesta este primero de noviembre con la visita de los parientes finados a ver sus Altares de Muertos, tradición mexicana que logra unir a los vivos con los muertos. Ese día los panteones se llenan de flores, velas y visitantes que llegan a hacerse presentes y a platicar y estar reunidos con las almas de sus difuntos muertos tiempo atrás.

En el Panteón de Santa Paula está siempre Arlete, ella, junto con su familia, ayudan a dar mantenimiento y limpieza al lugar, incluso colaboran con los deudos en los entierros, exhumaciones y demás para que desde ese momento en que los muertos se quedan en su nueva casa se sientan acogidos en el panteón y estar con la voluntad de Dios, junto con las otras almas, espíritus e incluso esos espectros que son almas rebeldes que quieren vengarse de algún vivo o sólo quieren estar molestando a quien se deje, porque sí, a veces hay que mantenerlos a raya, ponerles límites, siempre con el bien al lado, y así lograr la tranquilidad y paz en el cementerio.
Me dice Arlete que a veces los muertos se aparecen para poder ellos mismos lograr su descanso eterno al poner en paz su corazón, o para saber cómo siguen sus muertos o vivos, en serio, ellos vagan para saber lo que su corazón necesita. De primera voz ella me cuenta: “No es la primera vez que pasa, aquí en verdad, suceden muchas cosas, hay seres que transitan por aquí ya sea de paso o no, porque algunos se quedan dentro del panteón o incluso afuera esos que no tienen permiso de pisar tierra santa, tierra bendecida, seguido los vemos intentando entrar, pero no pueden. Otras almas entran a visitar y se van y otras se quedan entre las tumbas o entre los árboles, pero en serio, maestra, nunca estamos solos. Para ejemplo, un botón.
Una tarde que llegó un viejito, pero de esos viejitos que apenas y pueden con su alma. Llevaba un ramo de flores pequeño, como unas tres flores. Me pidió que le llevara un bote chilero con agua y se lo llevé, yo iba caminando atrás del señor, despacito, porque era evidente que por su edad no podía hacerlo más rápido.
Llegamos al lugar donde estaba la tumba que él visitaba y empezó a platicar con alguien, yo supuse que era su esposa, pues clarito escuché que le dijo: Hola viejita, cómo estás, ya vine a verte y su plática siguió. Yo mientras comencé a limpiar la tumba que me indicó el señor: la barrí, limpié del polvo que le quedaba, la arreglé bonita y le puse sus flores con agua, las flores que él traía. Él seguía hablando, no lo quise interrumpir, me quedé de pie a un lado de la tumba, el señor volteó y me dio de propina monedas de diferente denominación: unas de a peso y otras de a dos pesos, le agradecí y seguí pendiente de lo que se le ofreciera.
Le comento maestra, ahí se trabaja no por propina, pero si a los deudos les nace, se recibe con agradecimiento lo que guste dar la gente a los que ayudamos trayendo escaleras, agua y botes.
Como dije me quedé a un lado de la tumba por si se le ofreciera algo más al señor, y fue cuando el señor comenzó a cantar la canción de Cuando dos almas se quieren, de los Caminantes, lo hizo con tanto amor y tristeza a la vez que yo empecé a llorar porque pensé en un futuro, quién se iba a ir primero, si mi esposo o yo, pues es sabido que no tenemos la vida comprada y mucho menos el amor.
Al ver que el señor estaba escuchando la canción, me despedí del viejito, le agradecí y él se despidió de mí y me agradeció también con un gesto de afirmación como diciendo sí con la cabeza.
Me retiré del lugar y al cabo de unos minutos regresé por agua para otra tumba y pasé cerca de donde estaba el señor y el viejito ya no estaba, me quedé helada, ¿cómo era posible que un viejito que apenas podía con su alma se haya ido tan rápido? eso sí, lo único que estaba ahí eran las flores que llevaba y le entregó a su esposa y metí la mano a mi bolsillo y sí, las monedas que me dio estaban ahí, me asusté mucho, me encomendé a Dios y pedí por su descanso eterno.
Cosas así, maestra, pasan tan seguido en el panteón, que nos hacen pensar si en verdad con la muerte la vida acaba aquí, pero ante esto, creo que no, no es así”.
Dicen los que saben que cuando morimos dejamos aquí todo, nada nos llevamos, pero lo que sí nos hace regresar, no son las cosas, son los sentimientos que tenemos para una persona e incluso una casa o algunas cosas, porque el amor, sea cual sea, es lo que nos ata y define como seres vivos al relacionarnos con los otros; así cuando nos toca ver o soñamos cosas con seres difuntos, ellos hablan y nos dicen lo que necesitamos oír en ese momento, o en su caso, nos hacen conscientes de nuestro destino fatal, porque todos morimos un poquito cada día, y llegará el día que nos pondrán flores seres vivos o seres muertos, ya sea en un Altar de Muertos en casa o en el camposanto donde el cuerpo descansa para siempre, pero las almas no, ellas vagan por el mundo para cuidarnos, amarnos y hacernos saber que nunca, nunca estamos solos, y menos en esta ciudad donde los muertos caminan por las calles, plazas y callejones.
¿Quieres conocer a Arlete? Ella siempre está pendiente de los difuntos en el Panteón de Santa Paula, estará para ti ya sea que te presentes vivo o muerto, ya que ella tiene el don de ser sensitiva a esas almas que piden ayudan y sobre todo esas almas que necesitan se les vea y reconozca aún en la muerte.
Ven, lee y anda Guanajuato.

