Primer acto.
El tan anunciado renacimiento del partido en redes sociodigitales resultó ser más material para memes que para ovaciones. La puesta en escena del acto público parecía una coreografía ensayada: acarreos del pueblo de tez morena en primer plano y para la foto incluyente, mientras en el estrado las consignas de “Patria, familia y libertad” retumbaban como eco del manual ultraderechista internacional. No faltaron las alusiones estilizadas al argentino Javier Milei y al neofascista partido español Vox, pero el verdadero espectáculo lo ofrecieron los clásicos “niños bien”, los güeritos de abolengo y clase media, flanqueados por algunos adultos que fungen como el club de padrinos de la élite del Nuevo Partido Acción Nacional.
Más que refundación, aquello fue un brunch ideológico con viejos apellidos en copas nuevas, tal cual sugirieron los súper asesores españoles y argentinos.
Segundo acto.
Eso sí, andan con un ánimo digno de telenovela: entusiastas, emocionados, echados pa’lante y retando a medio mundo con el clásico “¡ahora sí se acabó su dictadura! “Ahor sí se le acabó el corrido triunfal a Morena! ¿Quién dijo miedo?”, entre otros periplos alentados por la pésima campaña reactiva de Luisa María Alcalde y aparato de propaganda que la acompaña.
Aunque, siendo sinceros, para el 2027, si bien les va, apenas y podrían amarrar Aguascalientes y Querétaro… y eso si no se les atraviesa una nueva receta del chef electoral o alguno de sus cuadros decide mutar al cuatreísmo para darles una puñalada más a su intención por revivir al zombie partido.
Tercer acto.
En contraste, “largas” filas de apoyo, como lo dijimos hace unas semanas, parecen más bien procesiones de besamanos hacia el altar de Tío Richie, quien en su cumpleaños 70 y en plan Vicente Fox recargado, ya les anda ganando terreno con una propuesta que huele más a Silvio Berlusconi con chimachurri que a pan de muerto del bueno.
Porque, hay que admitirlo, el famoso Tío Richie logra armar más chisme, más trending topic, más agenda mediática, más juicios matutinos, más respuestas y hasta más emoción y expectativa que todos esos niños y niñas bien que desfilan en las campañas de ese PAN supuestamente renovado.
Vamos, que ni juntándose logran el revuelo del Tío consentido de la telepolítica, de las concesiones en telecomunicaciones para uso de fines personales.
¿Cómo se llamó la obra?
La enésima refundación que tampoco es renovación. Un 17 de septiembre de 2006, cuando el PAN cumplió 67 años, aunque parecía más bien que asistía a su propio velorio aunque decían que era el acto de refundación (por cierto, encabezada por el neomorenista Manuel Espino). Ni Felipe Calderón ni Vicente Fox se dignaron a aparecer, dejando a la militancia con globos desinflados y discursos reciclados. Hoy, ambos exmandatarios tampoco han aparecido, pero siguen ahí, como ejemplo de la podredumbre, de la mugre que se niega a ser arrancada en cada rincón de la casa. Es su problema, Acción Nacional y su militancia tienen que saber sacudirse sus propios demonios.
Y es que esto no es una historia nueva. El PAN lleva refundándose lo mismo que Andrés Manuel López Obrador en campaña presidencial. Es decir, desde aquel entonces el tabasqueño se convirtió en su santa obsesión, cuando el panismo se quedó mirando unas vías esperando el paso del tren cuando éste ya pasó, convertido en un ferrocarril imparable que los ha casi desdibujado elección tras elección.
Esta vez, a sus 86 años, tienen menos de siete meses para expiar sus culpas, disculparse del pueblo mexicano por los daños a la seguridad pública y al patrimonio en Pemex, guardar sus rabietas porque no entendieron nunca para qué es el poder político y, ese selecto club —la cofradía de Anaya, los herederos del yunque del Bajío, empresarios de confianza y uno que otro ciudadano despistado y aspirante a pensador demócrata— tendrán que sacar el pan del horno y demostrar si de verdad pueden refundar un partido político como lo hicieron, en sus mejores tiempos, el liberal Manuel Gómez Morín o el democristiano Adolfo Christleb Ibarrola, allá por los años sesenta.
Porque de seguir la receta de quienes se encargaron de perder al partido, so pretexto de hacerlo “más ciudadano” y aliarse al PRI salinista, léase los Bravos del Norte (con el sazón de los ciudadanos carismáticos Clouthier, Canales, Elizondo y Barrios), corren el riesgo de terminar en la misma charola que el inolvidable Vicente Fox: el expresidente que una vez les robó el partido y que, con la mano en el corazón y el sombrero ladeado, reconoce su propio fracaso como panista y como presidente, y que ahora repite que anduvo como adelita promoviendo el resurgimiento del PRI con Enrique Peña Nieto, como si el recalentado fuera gourmet.
Más allá del folclor político: pataleos, reconciliaciones fingidas, y los inevitables berrinches que, como buenos clásicos, nunca pasan de moda, el asunto es más serio y más urgente para este partido.
Así que más les vale ponerse creativos, porque el horno político no está para bollos y, en el menú, aunque no caben los mismos ingredientes de siempre, siguen los mismos de siempre, esos que una vez se beneficiaron de la alternancia y dominaron casi la mitad del país, aunque sin proyecto.
Colofón de la obra
Amables lectores, tenemos que hablar de ellos, porque independiente de no comulgar con sus ideas reaccionarias y la falta de entendimiento a la sociedad que quieren convencer, siguen siendo la segunda fuerza nacional opositora y hay que observar su comportamiento, por errático y ridículo que éste sea. Y, como expusimos hace unas semanas, más vale que esta derecha capitalice el segmento conservador de nuestra sociedad y no que la ultraderecha teledirigida los arrope así sea en abonos chiquitos.
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