José Juan Anguiano viajó al infinito
Con él se podía platicar de filosofía y teología, sus conocimientos eran muy amplios, pero sobre todo, le fascinaban la historia y arquitectura de Guanajuato; las charlas con él se prolongaban por varios minutos, incluso, hasta una hora, siempre y cuando los turistas le dieran tiempo de dialogar con sus amigos.

Llegó a la ciudad hace 10 años, procedente de Valle de Santiago, desde entonces, investigó, reunió información relativa a la capital del estado; atrajo su interés la construcción de la escalinata de la UG; siempre relataba con especial gusto, que en 1950, el entonces gobernador José Aguilar y Maya le comentó al rector, Antonio Torres Gómez, la idea de “hacer una obra magnífica” y le mostró una pequeña cajetilla de cerillos “Clásicos de la Central”; ahí aparecía la imagen de la catedral de Girona, España, y deciden invitar a su amigo, el arquitecto Vicente Urquiaga y Rivas, a construir el proyecto. Ese fue el origen de la escalinata universitaria.
José Juan Anguiano comentaba que la fachada del edificio es de un estilo ecléctico – una mezcla de diversas formas- en cuanto a la escalinata fue construida en cuatro niveles – aquí, siempre hacía una pausa para afirmar: “aquí hay un ritual educativo, el ser humano tiene que subir 4 niveles, primaria, secundaria, preparatoria y universidad; de esta forma, cuando un joven asciende los 86 escalones, alcanza la cima para cumplir el ritual de la excelencia académica”.
A él le gustaba explicar que adentro del edificio, en el auditorio, se encuentran cuatro personajes: Alfredo Dugés, médico que fundó el Museo de Historia Natural; Julio García, directivo del Colegio del Estado; Ponciano Aguilar, arquitecto con diversas obras en Guanajuato. Decía también que en cada uno de los cuatro personajes hay elementos de alguna graduación masónica. Alfredo Dugés tiene un cráneo en su mano; Julio García, tiene La Biblia; Ponciano Aguilar, un compás y escuadra; y Manuel Doblado, una espada.
Realmente se emocionaba y era difícil cortar su plática, solo cuando se acercaba algún grupo de turistas, nacionales o extranjeros, la interrumpía; así era el guía de turistas; el que también dialogaba sobre el origen de la ciudad. Alguna vez comentó que la Universidad de Guanajuato estaba interesada en publicar cartas y otros documentos propiedad de su familia, en los que se documenta cómo se fundó en 1732 El Hospicio llamado luego como El Colegio de la Santísima Trinidad, hoy, Universidad de Guanajuato.
Ahora, ese conjunto universitario, parte de la identidad local, punto de encuentro, lugar de asombro para turistas que se toman la foto, se ha quedado, huérfano, sin la presencia del sabio guía de turistas.
